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Servicio noticioso desde Washington

4 de octubre de 2004

Sec. adjunto Noriega elogia participación E.U. en las Américas

(Dice deben colaborar en promoción democracia y crecimiento)

Estados Unidos asigna un alto valor a las relaciones firmes con los países vecinos del Hemisferio Occidental, porque estas asociaciones son "extraordinariamente importantes para nuestra seguridad y nuestra prosperidad", dice Roger Noriega, secretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental.

Al hablar el 30 de septiembre en la Conferencia de las Américas organizada por el Miami Herald, Noriega delineó las diferentes metas que el presidente Bush trata de alcanzar en la región, mediante políticas dirigidas a fortalecer las instituciones democráticas, establecer un ambiente de libre comercio, reducir la pobreza y proteger el hemisferio de los ataques terroristas.

A continuación la traducción del discurso de Noriega, tal como fue preparado para su lectura:

(Comienza el texto)

Embajador Roger F. Noriega,
Secretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, en la Conferencia de las Américas organizada por el Miami Herald
Coral Gables, Florida
30 de septiembre de 2004

Quiero desde el principio ofrecer mis condolencias y expresar mi solidaridad a todos los afectados, de los cuales hay algunos hoy aquí presentes, por las terribles tormentas que han pasado por la Florida y el Caribe en las últimas semanas. Apoyamos a nuestros amigos en la Florida y a nuestros vecinos según luchan para reconstruir y miran esperanzados hacia el futuro.

Nuestro gobierno federal responde con la entrega de la ayuda que merece nuestro pueblo. Y a nuestros amigos en el Caribe, Estados Unidos ya ha proporcionado 12 millones de dólares en asistencia inmediata. El presidente Bush ha pedido al Congreso 50 millones en fondos adicionales de asistencia.

El apoyo proporcionado ayudará al Caribe en sus esfuerzos iniciales de mitigación y recuperación. Y sabemos que varios países, sobre todo Granada, tendrán que reconstruirse a lo largo de los próximos años. Al hacerlo así, pueden contar con nuestra ayuda.

Como muchos de ustedes saben, he sido secretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental poco más de un año. Dirijo un equipo magnífico de profesionales que tienen el privilegio de fortalecer las asociaciones con nuestros vecinos en las Américas; asociaciones que son extraordinariamente importantes para nuestra seguridad y nuestra prosperidad.

Es una labor ardua, pero que nos fascina. Y no tenemos que hacerla solos. Contamos con la ayuda de todos ustedes.

El presidente Bush ha dejado constancia clara, por medio de una estrategia consecuente y su compromiso firme, de que considera que la seguridad y la prosperidad de este hemisferio son de máxima importancia para los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos.

El liderazgo de Estados Unidos es realmente efectivo en la región. Actuamos creativa y vigorosamente, a través de la participación bilateral y las operaciones multilaterales, para forjar una política abarcadora y luego ponerla en práctica junto con nuestros vecinos.

¿Puede sorprender entonces que tomemos en serio a esta región? Este hemisferio tiene un producto interno bruto de 14 billones de dólares, y 800 millones de consumidores orientados por el mercado.

Tres de cada cuatro de nuestros principales proveedores de energía en el extranjero están ubicados en este vecindario.

Más de la mitad de la cartera mundial de la Corporación de Inversiones Privadas en el Extranjero corresponde a América Latina, y representa el tipo de relación comercial con los mercados emergentes que resulta en la prosperidad nuestra y de nuestros socios.

Las asociaciones son de beneficio mutuo:

América Latina es el mercado de más rápido crecimiento para productos hechos en Estados Unidos, y mantiene los empleos mejor remunerados aquí en nuestro país. El hemisferio puede presumir de tener a nuestros dos principales socios comerciales, Canadá y México.

El año pasado Estados Unidos compró alrededor de 217.000 millones de dólares en productos de América Latina y el Caribe, un monto que supera más de dos veces el registrado hace diez años (86.000 millones). A ello se debe añadir que el año pasado nuestra inversión directa en la región alcanzó un total de 304.000 millones. Las remesas que fluyen de Estados Unidos a la región suman otros 32.000 millones.

En total, ello representa más de 550.000 millones de dólares en ingresos e inversiones que nutren las economías de nuestros socios en América Latina y el Caribe.

Y, lo que es más importante, en la próxima década el comercio y la inversión de Estados Unidos en estos países, sin incluir a Canadá, se estima que superarán las de Europa o Japón inclusive.

De modo que, llanamente dicho, si nuestras relaciones económicas fueran lo único que hay en juego en la región, exigirían de por sí nuestra especial atención. Pero, como he dicho, son igualmente vitales nuestros intereses de política y de seguridad en las Américas.

Dada la amenaza que la inestabilidad económica, el terrorismo y el crimen organizado suponen para la seguridad y el bienestar de nuestra nación, es indispensable que colaboremos con nuestros vecinos para defender nuestros intereses mutuos, proteger nuestras fronteras comunes y adelantar nuestros valores compartidos. En palabras sencillas, debemos contar los unos con los otros de forma substancial.

No obstante, no damos excusas por nuestra preocupación por acontecimientos ocurridos en otros lugares del mundo desde los devastadores sucesos del 11 de septiembre de 2001. Es evidente que, para proteger nuestra nación y promover un mundo más seguro, necesitamos responder a las redes terroristas y a las demás amenazas que se ciernen sobre nosotros.

Además, ya que nuestros vecinos sufrieron los trastornos económicos causados por el 11/9, tienen un interés tremendo en nuestros esfuerzos para evitar una repetición de ese nefasto día. De modo que solo un observador miope describiría nuestro hincapié en los asuntos de fuera de América Latina a partir del 11 de septiembre, como una "distracción".

Y si bien se puede cuestionar si nuestra campaña contra el terrorismo ha afectado nuestra imagen popular en algunos países, las personas más afectadas por el terrorismo son las que tienen más probabilidades de comprender y apoyar nuestros esfuerzos. Y aun en esos países en los que la mayoría no apoya nuestra política, hay todavía una mayoría firme que describe nuestras relaciones bilaterales como "buenas" o "muy buenas". Y en la región en conjunto, más del 70 por ciento tiene una opinión "buena" o "muy buena" de Estados Unidos.

Pero seamos claros: creo que no hemos dejado de aprovechar ni una sola de las oportunidades para adelantar una agenda de gran trascendencia aquí en las Américas. Y que es evidente en el compromiso duradero, auténtico y personal del presidente Bush. En lo referente al comercio, a la democracia y a la diplomacia personal directa, que es un requisito previo en la región, el presidente ha cumplido sus obligaciones.

Hagamos un repaso del historial: el primer viaje al extranjero del presidente Bush, su primera reunión cumbre y su primer visitante oficial en Washington tuvieron todos que ver con este hemisferio. El presidente ha viajado tres veces a la región durante el primer periodo de su cargo. Y cuando mi jefe, el secretario Powell, regrese de su visita programada a Brasil la semana entrante, habrá hecho en cuatro años casi el mismo número combinado de viajes a la región que sus predecesores en ocho años.

Para demostrar su compromiso con un multilateralismo que da resultado, el presidente Bush ha participado activamente en dos reuniones cumbres regionales, incluyendo la reunión a principios de año en Monterrey. El presidente ha visitado la OEA en dos ocasiones, una vez para anunciar su iniciativa de libre comercio en América Central. Incluso seremos anfitriones de la Asamblea General de la OEA el próximo mayo en Fort Lauderdale, la primera vez que Estados Unidos es anfitrión de ese encuentro regional en 30 años.

El fortalecimiento de la democracia

Es evidente que el presidente reconoce que el liderazgo de Estados Unidos es imprescindible para que el régimen democrático se extienda de manera universal en las Américas, con Cuba la única y lamentable excepción. Y hemos seguido esa tradición al defender de forma consecuente los esfuerzos para promover, proteger y perfeccionar la democracia en todas las Américas.

En la Cumbre de las Américas celebrada en Quebec en abril de 2001, el presidente Bush dio su apoyo decidido a un compromiso regional con la democracia representativa. La Carta Democrática Interamericana, negociada en un plazo expedito y suscrita en el día fatídico del 11 de septiembre de 2001, es un documento histórico que explícitamente establece que la democracia es una condición previa a la participación en la comunidad de naciones del Hemisferio Occidental. Igualmente importante es que expone claramente que aun los gobiernos elegidos no podrán violar impunemente los principios democráticos.

En la Organización de los Estados Americanos, y junto con otras naciones amigas, hemos desempeñado el papel de líder activo en pro del fortalecimiento de la democracia en aquellos países donde las instituciones se ven sometidas a prueba.

En Venezuela, Bolivia y Haití hemos contribuido a la búsqueda de soluciones pacíficas y democráticas de las crisis políticas. En todos estos casos hemos utilizado la diplomacia sutil y hábil para elaborar formulas prácticas que mantienen el orden constitucional y defienden la democracia. En ninguno de estos casos hemos actuado solos: casi todos los gobiernos de este hemisferio, y mucho más que unos cuantos de Europa y Asia, pueden preciarse de su contribución para ayudar a atender estas crisis políticas como socios activos de Estados Unidos. Y que Dios los bendiga por su ayuda.

Algunas de estas tareas son más difíciles que otras, pero hemos demostrado nuestro liderazgo en esos casos también. Luego de cuatro décadas de silencio en la OEA sobre el tema de Cuba, hemos planteado el tema de la brutal represión de los disidentes en abril de 2001. Mientras todos los países caribeños, con excepción de uno, optaron por no discutir el tema en ausencia de Cuba, 14 de los vecinos latinoamericanos de Cuba se unieron a Canadá, las Bahamas y a nosotros para emitir una declaración que deplora la represión y hace un llamado a Cuba para que respete la Carta Democrática Interamericana.

A partir de entonces hemos mantenido una consulta activa con nuestros socios de la OEA en un diálogo informal sobre qué podemos hacer unidos para adelantar la democracia en Cuba. Debido a que nos hemos atrevido a plantear el tema, mis esperanzas son que nuestro hemisferio estará más dispuesto y preparado para ayudar a la isla en la transición hacia una democracia auténtica.

Y Estados Unidos estará mejor preparado por derecho propio. El pasado mayo, el presidente Bush dio a conocer la primera estrategia general del gobierno de Estados Unidos para ayudar al pueblo cubano a acelerar la llegada del día de la libertad en Cuba, y para asegurar que nuestro apoyo a una transición sea lo suficientemente ágil y decidido para que nos sea posible ayudar al pueblo cubano a deshacerse de cada uno de los torcidos restos del régimen castrista.

Nuestra dedicación a la democracia también ha significado la provisión de recursos considerables para ayudar a las sociedades locales a protegerse a sí mismas y a sus instituciones de las organizaciones criminales y violentas, como es el caso de Colombia, donde los esfuerzos del presidente Uribe producen resultados notables y tangibles.

Asimismo, hemos desempeñado un papel destacado en la promoción del reconocimiento de las reformas políticas necesarias de segunda generación, que van más allá de los procesos electorales libres, para asegurar una mayor participación cívica y más transparencia, eficacia y rendición de cuentas en los gobiernos regionales.

Estoy convencido de que cuando la gente expresa la pérdida de su confianza en la democracia, lo que ello refleja es el fracaso de las instituciones democráticas tal como se encuentran -- no como deberían ser. Hacer funcionar la democracia no es fácil, pero tampoco es algo complicado. Todos sabemos que la corrupción, la falta de eficiencia y la debilidad plagan a muchos de los gobiernos en la región. El reto de nuestros tiempos es componer estas cosas, porque no se puede crear una economía del siglo XXI con instituciones del siglo XIX. Para crear economías modernas, los gobiernos deberán tener la voluntad y la manera de aplicar las reglas del juego sin temor ni favor.

De modo que el gobierno debe hacer su parte. Pero también debe hacerlo nuestro pueblo. Y si mantenemos la esperanza de que el 40 por ciento de nuestros pueblos que vive en la pobreza se ayudarán a sí mismos, tenemos la obligación moral de asegurarles las herramientas, como es el acceso al poder político y a la educación, para que se levanten por cuenta propia.

Con este objetivo, hemos estado muy activos en la promoción del desarrollo de las sociedades civiles que son capaces de exigir derechos y llegar a soluciones constructivas. Este año estamos auspiciando, entre otras iniciativas, un proyecto de creación de capacidad de la sociedad civil en Paraguay, una conferencia regional juvenil sobre la democracia en Ecuador, un programa de capacitación para líderes democráticos en Lima, un programa de liderazgo para jóvenes y un programa de extensión para indígenas en Bolivia, una iniciativa para mujeres líderes en Caracas y una serie de conferencias en Houston sobre el proceso de paz en Colombia. Estas son las piezas para construir la paz, la prosperidad y el progreso.

La ampliación de las oportunidades

La democracia puede ayudar a distribuir las oportunidades económicas, pero primero tenemos que ayudar a generar esas oportunidades. Este presidente, en particular, cree que ello se logra en parte echando abajo las barreras comerciales, para ayudar a crear empleos y beneficiar a los consumidores.

Cuando nuestra administración llegó al poder, la Autoridad de Promoción Comercial había estado en desuso durante seis años, en tanto que el resto de nuestros principales socios comerciales negociaban con nuestros competidores. Un año y medio después de estar en funciones, e incidentalmente después del 11 de septiembre, el presidente Bush logró obtener la APC del Congreso y se dedicó a trabajar en una abundante agenda comercial.

Se negocio, suscribió, ratificó y puso en vigor un acuerdo de libre comercio con Chile que se había archivado durante la administración anterior. En los primeros seis meses de esa gestión, las exportaciones de Estados Unidos a Chile aumentaron en un 30 por ciento y las exportaciones chilenas a Estados Unidos se incrementaron un 10 por ciento.

Posteriormente se negoció un acuerdo similar con las naciones de América Central y la República Dominicana, y está a punto de concluirse un acuerdo con Panamá. Se están llevando a cabo negociaciones hacia un acuerdo andino con Colombia, Ecuador y Perú (con Bolivia como observador).

Estamos dedicados al ideal de un Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que sea incluyente, a pesar de las fuerzas del aislacionismo económico que hay tanto en nuestro país como en el extranjero.

Sobre este respecto, vale la pena notar que hace poco logramos un adelanto notable en las negociaciones en curso en la Ronda Dohá de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Después de tres años de negociaciones difíciles, se llegó a un compromiso para poner fin a los subsidios que protegen los productos agrícolas en los países desarrollados.

Este adelanto podría rendir beneficios enormes a los países en desarrollo y ser útil para allanar el camino hacia una mayor integración económica en el hemisferio.

Además, la administración Bush ha dado su firme apoyo a las economías de este hemisferio ante las instituciones financieras internacionales, especialmente cuando esas economías han atravesado períodos de grandes dificultades. Un ejemplo sobresaliente fue el paquete excepcionalmente favorable del Fondo Monetario Internacional (FMI) para Brasil en 2002, en virtud del cual los dirigentes políticos de Brasil se dedicaron a seguir políticas económicas firmes y acertadas, para así ayudar al país a superar un período turbulento.

Uruguay recibió de Estados Unidos un importante préstamo de enlace que le concedió el tiempo necesario para llegar a un acuerdo con el FMI para ayudar a ese país a reestructurar su deuda.

Los esfuerzos de Argentina para estabilizar su situación financiera han contado con el apoyo incondicional de Washington, aun ante el escepticismo de algunos de nuestros socios europeos.

Hay muchos ejemplos como estos en los que Estados Unidos se ha dedicado a lograr el apoyo internacional, incluso los de Colombia, Bolivia y la República Dominicana.

También hemos creado un nuevo e histórico programa para recompensar las políticas acertadas y evitar las crisis. En la reunión cumbre sobre desarrollo sostenible celebrada en Monterrey en 2002, el presidente Bush develó su propuesta de la Cuenta Reto del Milenio (MCA), que aumentará en mil millones de dólares la asistencia de Estados Unidos para el desarrollo en este año, y significará para el 2006 un aumento anual de 5.000 millones en los actuales programas de asistencia.

Para poder acceder a estos nuevos fondos, las naciones deben gobernar con justicia y equidad, respetar el estado de derecho y luchar contra la corrupción. Deberán invertir en su pueblo, por ejemplo, a través de mejoras en la educación y la atención de la salud. Y deberán liberar la energía y la fuerza creadora necesaria para el crecimiento económico mediante la apertura de los mercados, la remoción de barreras a la capacidad empresarial y la reducción del exceso de burocracias y regulaciones.

Tres países de nuestro hemisferio figuraron entre los primeros 16 seleccionados para recibir asistencia de la MCA: Bolivia, Honduras y Nicaragua. Estos países afrontan muchos retos que deben superar, pero han demostrado su dedicación a sus propias iniciativas para lograr una mayor prosperidad.

Al dar prioridad al buen gobierno y a la inversión social efectiva, el programa de MCA deberá ayudar a los países a atraer la inversión, competir por oportunidades comerciales y maximizar los beneficios de los fondos de asistencia económica. La Cuenta Reto del Milenio también reta a los dirigentes nacionales a evaluar los obstáculos principales que impiden el desarrollo de sus países, a requerir la participación de la sociedad civil y el sector privado para elaborar soluciones, y a asumir la responsabilidad del éxito o el fracaso. Esta es una estrategia que seguimos con diligencia hoy y que también instamos a que adopten las principales instituciones financieras internacionales. El presidente también ha liderado los esfuerzos que se realizan en el mundo para instar al alivio de la deuda -- no simplemente para cancelarla sino para detenerla, al poner más fondos a disposición de los gobiernos más responsables por medio de donaciones, en lugar de préstamos.

Además, los 15.000 millones de dólares en fondos adicionales que el presidente Bush propone en virtud del Plan de Emergencia para el Alivio del SIDA beneficiarán particularmente a varios de nuestros vecinos caribeños.

El presidente también ha creado nuevas asociaciones públicas y privadas para aprovechar la energía y la vitalidad del sector privado de nuestros países, con el fin de promover políticas económicas acertadas, resistir la corrupción y estimular el crecimiento económico sostenible.

La Asociación para la Prosperidad E.U.-México, que nuestros presidentes iniciaron en 2001, ha logrado reducir considerablemente el costo de las remesas, concentrar la atención en el desarrollo de los mercados de vivienda e hipotecas, y allanado el camino hacia un acuerdo histórico que hará posible que la Corporación de Inversión Privada en el Exterior (OPIC) opere plenamente en México.

En toda la región nuestra política no está sólo dirigida a generar oportunidades económicas mediante el comercio y la inversión, sino también a apoyar las reformas políticas e institucionales que proporcionarán oportunidades a los ciudadanos de todas las clases sociales. Sólo si los más pobres de nosotros tienen acceso a las herramientas que necesitan para mejorar sus propias vidas, podrá ser sostenible y justo el crecimiento económico.

El cierre de la brecha entre los ricos y los pobres conduce a la estabilidad y permite a todos los ciudadanos lograr su pleno potencial. En ausencia del respeto a la ley, la corrupción, los contratos concedidos por favoritismo y las políticas arbitrarias sofocarán el crecimiento económico y socavarán la confianza en el mercado. Ello será un simple revés para los ricos, pero un desastre para los pobres.

Quizás, en este sentido, el objetivo más importante sea combatir la plaga de la corrupción, que no sólo agota los recursos necesarios para atender requerimientos sociales urgentes, sino que también socava la confianza del público en la misma democracia.

Estados Unidos ha promovido el cumplimiento de la Convención Interamericana contra la Corrupción. Y el presidente Bush ha emitido una orden ejecutiva para que se nieguen visados a personas corruptas. En la reunión cumbre de Monterrey, estuvimos al frente de la gestión para que los gobiernos acordaran negar refugio seguro a las personas corruptas y congelar sus bienes de procedencia ilícita.

Por ejemplo, los fiscales federales trabajan activamente para repatriar los bienes financieros que fueron blanqueados en Estados Unidos por la anterior administración de Alemán en Nicaragua. Estuve presente el mes pasado cuando nuestro Departamento de Justicia entregó al gobierno de Perú un cheque de más de 20 millones de dólares de bienes incautados en la era de Fujimori/Montesinos.

Creo que cualquier observador objetivo estará de acuerdo con que esta administración lo está haciendo bien y va cambiando la situación.

Pero, reconozcamos también que ningún monto de asistencia externa sustituirá a los gobiernos que adoptan decisiones difíciles para abrir sus economías, que hacen sus gobiernos más eficaces y rinden cuentas, que se hacen más competitivos en la economía mundial, y que distribuyen más justamente los servicios y las oportunidades más básicas.

Para su inmenso mérito propio, la mayoría de los líderes de la región reconocen estas obligaciones y están trabajando arduamente para cumplirlas. Y mientras así lo hacen, han encontrado en la administración Bush un socio con inventiva que fortalece las fuerzas de la reforma.

Fortalecimiento de la seguridad

El fortalecimiento de la seguridad en las Américas es, por supuesto, una de nuestras máximas prioridades. Ello se ha destacado en la Declaración sobre Seguridad en las Américas adoptada por todas las partes de la Conferencia Especial celebrada sobre este tema en la Ciudad de México el pasado año. Siguiendo sus principios, colaboramos más estrecha y eficazmente que antes con nuestros vecinos del hemisferio para atender las amenazas multidimensionales del siglo XXI.

Trabajamos a través de la OEA, así como bilateralmente, para fortalecer la seguridad de las fronteras en todo el hemisferio, y protegernos de las organizaciones criminales y terroristas que no reconocen límites. Ello incluye programas para erradicar el cultivo y tráfico de drogas, mejorar los controles de seguridad e inmigración en los aeropuertos, puertos marítimos y fronteras terrestres, evitar el uso de documentos fraudulentos de viaje, desmantelar las pandillas criminales, detener la introducción ilegal de seres humanos, combatir el lavado de dinero y llevar a los delincuentes ante la justicia.

Por último, hablaré de un tema que nos toca más de cerca, el de la inmigración. El presidente ha presentado al Congreso un plan para la reforma que reconoce la contribución vital de los inmigrantes a nuestra economía y hace posible que puedan trabajar aquí temporal y legalmente.

El plan, que no es una amnistía, intenta poner en contacto a empleadores y empleados dispuestos a contratar y trabajar, respectivamente. Una vez aprobado, el plan hará mucho para darles dignidad y seguridad a millones de trabajadores temporales que ahora están aquí ilegalmente, y para mejorar nuestra propia seguridad al sacar a estas personas de la clandestinidad.

La lista de los logros y esfuerzos de la administración Bush es larga. Pero todas estas cosas no significarían mucho sin la labor ardua, básica y práctica que realizamos para construir democracias fuertes, economías competitivas y oportunidades cada vez mayores en la mundialización.

Ciertamente que se presentarán más retos en los días futuros según el hemisferio sigue experimentando su revolución de libertad política y económica. Nuestros vecinos y nosotros trataremos estos retos como oportunidades: oportunidades para modernizar nuestras instituciones y perfeccionar nuestras políticas para darles a las personas los medios de construir un futuro seguro y próspero.

En resumen, hemos hecho mucho, pero podemos hacer más. Nos ha ido bien pero nos puede ir mejor. En los próximos meses, redoblaremos nuestros esfuerzos para ayudar a los gobiernos a cumplir compromisos claves para adoptar reformas de segunda generación que son el requisito previo para un crecimiento sostenido.

Debemos reavivar nuestro compromiso regional con la democracia y el respeto al estado de derecho ayudando a los países a crear instituciones más fuertes que contribuyan a afrontar las crisis, y echar cimientos más firmes para unas sociedades más justas y equitativas.

Seguiremos hacia adelante con nuestra agenda comercial, que activará la prosperidad y pagará cuantiosos dividendos a los trabajadores y consumidores estadounidenses. De hecho, buscaremos maneras de ampliar las oportunidades para las asociaciones del sector privado de Estados Unidos en la región, que nos producirán beneficios mutuos.

Promoveremos la seguridad energética partiendo de la base de las actuales relaciones de suministro y buscaremos nuevos recursos, de tal manera que ayudemos a nuestros vecinos a aprovechar al máximo sus preciadas reservas.

Debemos cumplir nuestros compromisos con nuestros vecinos del Caribe poniendo en ejecución nuestra actual estrategia de la Tercera Frontera y considerando los requerimientos especiales de nuestros vecinos más cercanos.

No nos apartaremos de nuestro objetivo en Haití para darle al pueblo de allí el buen gobierno que siempre han merecido pero que raramente ha tenido.

Ayudaremos a los pueblos de Colombia, Perú, Bolivia, México, América Central y a otros afectados por el tráfico de drogas ilícitas a defender sus instituciones y a derrotar a pandillas criminales.

Seguiremos buscando un terreno común con Brasil y con el Cono Sur, para acercar más que nunca a nuestros mercados y a nuestras sociedades por medio de la cooperación en la práctica y el respeto mutuo.

Y nos basaremos en el éxito de NAFTA para fortalecer a una América del Norte tan segura y próspera como sea posible.

Como dije en la ceremonia al jurar mi cargo hace poco más de un año, espero que nuestro éxito no se mida porque hayamos hecho la vida un poco mejor para los muy ricos, sino porque la hemos hecho mucho mejor para los muy pobres, más libre para los oprimidos y más esperanzada para los desesperados.

Queda mucho por hacer. Sabemos, y ello se debe en parte al examen cuidadoso que el presidente Bush hace de nuestra labor, que hay un largo camino que recorrer desde donde estamos y hasta donde queremos estar en lo que se refiere a las democracias, para que funcionen plenamente y protejan al más humilde y al más débil de entre nosotros. Pero no hay duda de hacia dónde vamos y por qué.

Muchas gracias por su amable atención y me complacerá responder a cualquier pregunta que puedan hacer.

(termina el texto)

(Distribuido por la Oficina de Programas de Información Internacional del Departamento de Estado de Estados Unidos. Sitio en la Web: http://usinfo.state.gov/espanol)




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