"Latina" es una palabra rara
Por Reporterita Arelis
Hernández
Latina, es una palabra rara. Si se piensa, es una combinación
de las palabras "Latin" y "American". Yo
soy igualmente una "gringa" y una "sabrosita".
Muchas señoritas de segunda y tercera generación,
como yo, pierden de vista quiénes son. No podemos decidir
si queremos ser americanas o hispanas. Nuestros padres nos miran
con mal ojo cuando no hablamos español y nuestros amigos
nos miran diferente si lo hacemos. El hecho es que no tenemos
que elegir, porque somos una nueva raza que goza de los beneficios,
sacrificios y sueños de ambos mundos. Contrariamente
a la mayoría de la gente, tenemos el gran privilegio
de participar de dos o más culturas que se entrelazan
entre sí. La trama del tapiz de cultura, costumbres y
moral que constituye nuestro legado no debe destejerse con el
tiempo. Es nuestro deber seguir tejiendo estas finas prendas
hilo por hilo para volverlas una prodigiosa obra de arte.
Fue difícil para mí elegir quién quería
ser. Viviendo en una comunidad predominantemente negra, no había
conocido a otro hispano hasta el 8vo. Grado. Más aún,
siempre tuve un grupo de amigos eclécticos, desde filipinos
a afro-americanos y paquistaníes. Desde pequeña,
mi madre me enseñó español y las costumbres
relacionadas con mi herencia portorriqueña. Nunca me
planteé siquiera si estaba orgullosa de ser "boricua".
¿Cuánta gente conocen que escuchen "Campanitas
de Cristal" por la mañana y mueven sus caderas al
ritmo del "Rock de la Cárcel" por la tarde?
Crecí amando el béisbol, la salsa y el coquito.
Cuando la gente me preguntaba quién era mi héroe,
yo respondía "Roberto Clemente", y me miraban
fijo unos pocos segundos, y yo tenía que darles la explicación.
(el primer jugador de béisbol hispano elegido para el
Hall of Fame, portorriqueño). Cuando se distribuían
los proyectos de geografía siempre trataba de que me
tocara Puerto Rico. Inundaba a mis maestros con todos los souvenirs,
libros y fotos de mi "isla" que podía traer.
Tampoco, me fue difícil definir mi identidad entre
mis amigos porque comparábamos costumbres y tradiciones
entre nuestras culturas y nos dábamos cuenta cuán
similares éramos. Nunca dejé que mis amigos olvidaran
que cuando digo "portorriqueña" estoy nombrando
una mezcla de casi todas las razas de este planeta: africana,
americana nativa, y europea. Cuando iba de vacaciones a Puerto
Rico era como estar en el paraíso. Todo, los aromas,
los sonidos, la comida, me embriagaban hasta ponerme completamente
del otro lado. Hasta hoy creo firmemente que la refrigeradora
de mi abuela tenía uno de los aromas más originales
y vigorizantes del mundo. Cuando oigo a la gente hablar se me
pone la piel de gallina y trato de imitar sus característicos
acentos. Amo la música clásica de Rafael Hernández,
Pedro Flores y el Gran Combo. Estoy enamorada de mi herencia
y me apasiona hacérselo saber al mundo.
Luego, tuve que enfrentar otros ambientes; la escuela secundaria
y la iglesia. Mis padres siempre nos habían llevado a
iglesias hispanas donde hablaban español. Mi hermana
y yo tuvimos que aprender el idioma para entender lo que pasaba
y sobre qué chismorreaban las abuelas. Es curioso, porque
mi primer idioma es el inglés, pero sólo puedo
rezar en español. No tenía problemas en ir a los
servicios religiosos latinos pero, cuando empecé a crecer,
las cosas comenzaron a cambiar. Conocí adolescentes hispanos
más grandes, que decían que yo estaba demasiado
americanizada para ser hispana. Esto fue sorprendente para mí.
Mi propia gente me discriminaba porque yo no discriminaba a
los demás. Fui vulnerable a la idea de que todos los
americanos eran racistas y creí que los latinos eran
ineptos e incompetentes. Por supuesto que esto no era verdad,
pero siendo tan lista como soy, les creí. Fue un problema
cuando televisaron las Olimpíadas. No sabía a
quién apoyar, a los Estados Unidos o a algún país
latino. El orgullo que había adquirido se fue transformando
lentamente en etnocentrismo. En seguida lo superé, cuando
me di cuenta de lo que estaba haciendo. Aunque siempre había
sido un problema qué iba a ser: latina o americana. Mis
caderas y muslos son muy latinos, pero mi acento y vocabulario
son americanos. Soy ambas cosas. Es así de fácil.
Puedo gozar de los placeres y privilegios de vivir en esta nación
bendita de Dios y al mismo tiempo ejercer mi "latinidad".
Puedo comprar en tiendas como Hechts y JC Penny, pero tengo
que recordar que mis curvas latinas no siempre calzan en esos
jeans ajustados de tiro bajo. Siempre tendré en la mente
mi originalidad dondequiera que vaya, sea lo que sea que haga,
y con quien quiera que esté.
Cuando mire televisión y vea un conductor o conductora
latinos voy a aplaudir. Cuando vea a los soldados americanos
luchando para proteger nuestra libertad en el extranjero voy
a vivar aún más fuerte. Tengo la oportunidad de
ejercer mi identidad latina y al mismo tiempo ser una mujer
americana.
Soy una minoría, sí, lo sé. Mi pueblo
es fuerte, esto también lo sé. ¿Cuál
es mi pueblo? La raza humana. En mi opinión, una vida
desperdiciada es una vida que no tiene impacto en los demás.
Por "los demás" quiero decir todos, no sólo
los latinos. Estoy aquí para dejar una huella tanto en
el ámbito latino como el ámbito americano. Si
no dejo una marca en las vidas de los que me rodean no valgo
nada, ni siquiera mi herencia puede salvarme. Amo ser latina
y amo ser americana. Para mi los hot dogs son tan deliciosos
como las pupusas.
Ya que "latina" es una combinación de dos
palabras pienso que es adecuado hacer lo mismo con "americana"
y "boricua". Me llamo a mí misma una americua,
que es la combinación de estas dos palabras.¡Eso
es lo que soy!
Este artículo fue escrito por una jóven latina y no representa la opinión de SAMHSA. |
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