Información general
La nasofaringe tiene una forma cuboide. Las paredes laterales están formadas por
la trompa de Eustaquio y la fosa de Rosenmuller. El techo, descendiente de la
parte anterior a la posterior, está rodeado por la hipófisis faríngea, amígdala
faríngea y bursa faríngea, con la base del cráneo en la parte superior.
Anteriormente, la nasofaringe termina en la coana posterior y cavidad nasal, y el
límite posterior está formado por los músculos de la pared faríngea posterior.
En la parte inferior, la nasofaringe termina en una línea horizontal imaginaria
formada por la superficie superior del paladar blando y la pared posterior
faríngea.
A diferencia de otros cánceres de células escamosas de la cabeza y del cuello, no
parece que el cáncer de la nasofaringe esté vinculado con el consumo excesivo de
tabaco y alcohol. Los factores que se piensa predisponen a este tumor son la
ascendencia china (o asiática), exposición al virus de Epstein-Barr,[1] y en
factores desconocidos hasta ahora que resultan en conglomerados familiares muy
raros.[2]
Los síntomas y signos cuando se presenta el cáncer incluyen ganglios linfáticos
indoloros, agrandados, en el cuello (presentes en aproximadamente 75% de los
pacientes y a menudo bilaterales y posteriores), obstrucción nasal, epistaxis,
disminución de la audición, zumbido de oído, otitis media recurrente, disfunción
de los nervios craneales (generalmente II-VI o IX-XII), dolor de garganta y
cefalea. En el paciente que se presenta con adenopatía cervical solamente, el
descubrimiento de material genómico EBV en el tejido después de amplificación de
ADN con la reacción de cadena de polimerasa provee evidencia fuerte para un tumor
primario nasofaríngeo y se deberá hacer una búsqueda concertada en esa área.[3]
En la nasofaringe se pueden presentar tumores de histologías diversas, pero esta
discusión, como la clasificación nasofaríngea del Comité Estadounidense Conjunto
sobre el Cáncer, se refiere exclusivamente a los de tipo escamocelular.
El diagnóstico se hace por biopsia de la masa nasofaríngea. La inspección
incluye examen visual cuidadoso (por examen de espejo o endoscópico);
documentación del tamaño y ubicación del tumor y ganglios del cuello;
evaluación de función de los nervios craneales y audición; radiografías del
cráneo (especialmente de la base del cráneo), para evaluar la foramina neural;
tomografías axiales computarizadas (TAC) o por imágenes de resonancia magnética (IRM) con
vistas que delinean la extensión superior e inferior de la lesión; radiografía
del tórax; hemograma; y química. Cualquier sugerencia clínica o de laboratorio
de metástasis a distancia puede instar a una evaluación adicional de otros sitios.
Cuidadosa evaluación dental y de higiene oral y terapia es de particular
importancia antes de iniciación del tratamiento con radiaciones. Las imágenes de
resonancia magnética (IRM) suelen ser más útiles que las gammagrafías TAC para
detectar anomalías y definir su grado.[4-6]
Los factores pronósticos principales que influyen negativamente en el resultado
de tratamiento incluyen tamaño grande del tumor, estadio T más alta, y la presencia
de ganglios afectados del cuello.[7] Otros factores vinculados con una
disminución de la supervivencia, que estuvieron presentes en algunos pero no en todos los estudios, son la
edad, histología no linfoepitelial, intervalo largo entre biopsia e iniciación de
radioterapia, disminución de la función inmune al momento del diagnóstico,
escisión incompleta de los ganglios afectados del cuello, embarazo durante el
tratamiento, recidiva locoregional, y ciertos modelos de valoración del
anticuerpo viral EBV.
Los cánceres pequeños de la nasofaringe son altamente curables por radioterapia,
con tasas de supervivencia de 80% a 90%.[8]
Las lesiones moderadamente avanzadas sin evidencia clínica de propagación a
ganglios linfáticos cervicales son a menudo curables con tasas de supervivencia
de 50% a 70%.
Los pacientes con lesiones avanzadas, especialmente las relacionadas con ganglios
linfáticos cervicales clínicamente positivos, complicación de nervios craneales y
destrucción de huesos, son precariamente controlados localmente por radioterapia
con o sin cirugía y a menudo desarrollan metástasis a distancia a pesar del control
local.[9,10]
Aunque la mayoría de las recaídas ocurren a los 5 años del diagnóstico, la
recaída puede verse a intervalos más largos. La incidencia de segundos
cánceres primarios parece ser menor que en otros lugares de la cabeza y
cuello.[11]
El seguimiento para pacientes incluye examen periódico de rutina del sitio original
del tumor y cuello, radiografía del tórax, IRM o gammagrafía TAC, y análisis de
sangre. La observación de pacientes deberá incluir vigilancia de la función de
tiroides y pituitaria; higiene dental y oral; ejercicios de la mandíbula para
evitar trismo; evaluación de función de nervios craneales, especialmente los
relacionados con la visión y audición; y evaluación de quejas sistémicas para
identificar metástasis a distancia.
El cáncer escamoso precariamente diferenciado se ha relacionado con los anticuerpos
del virus de Epstein-Barr (EBV).[3,12] Las valoraciones altas de anticuerpos al virus
antígeno cápside y antígeno precoz, especialmente de clase alta de IgA, o
valoraciones altas que persisten después de terapia se han relacionado con un
pronóstico más pobre.[13] Este resultado sigue en evaluación.
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