Fiebre
Descripción
Etiología
Evaluación
Intervenciones
Intervenciones primarias
Fiebre a causa de infecciones
Fiebre paraneoplásica
Fiebre relacionada al uso de fármacos
Síndrome neuroléptico maligno
Fiebre relacionada con productos sanguíneos
Intervenciones no específicas para la paliación de la fiebre
Descripción
La temperatura normal del cuerpo humano presenta un ritmo circadiano. La
temperatura corporal se encuentra en su punto mas bajo horas antes del amanecer,
36,1° C (97° F) o menos y aumenta a 37,4° C (99.3° F) o más durante las horas de la
tarde. La temperatura corporal normal se mantiene gracias a mecanismos
termoreguladores que ajustan la pérdida y la producción de calor.[1-3]
Las elevaciones anormales de temperatura se deben ya sea a la hipertermia o
pirexia (fiebre). La hipertermia resulta de una falla de los mecanismos de
control térmico. En la fiebre, los mecanismos de control térmico están intactos,
pero el punto fijo térmico hipotalámico se eleva por encima de lo normal debido
a fármacos pirógenos exógenos o endógenos. La fiebre cuenta con tres fases. En
la fase inicial, la vasoconstricción cutánea promueve la retención de calor y los
temblores generan calor adicional. Cuando se alcanza el nuevo punto fijo
(elevado), la producción de calor se equilibra con la pérdida del mismo y los
temblores cesan. Al descender el punto fijo a su estado normal, la vasodilatación
cutánea promueve la pérdida de calor al ambiente en forma de sudor. Esos mismos
mecanismos mantienen la temperatura corporal en individuos afebriles.[1-4]
La reacción a la fiebre varia con la edad. En las
personas ancianas, un sistema termorregulador inadecuado puede contribuir a la
aparición de hipertermia y puede también resultar en arritmias, isquemia, cambios
en la condición mental o insuficiencia cardíaca a causa de un aumento de las
demandas metabólicas. Los niños entre las edades de 6 meses y 6 años pueden
padecer convulsiones febriles.
Etiología
Entre las principales causas de fiebre en los pacientes con cáncer se
encuentran: las infecciones, tumor (conocido como fiebre paraneoplásica),
fármacos (reacciones alérgicas o de hipersensibilidad), la transfusión de
productos sanguíneos, y la enfermedad de injerto contra huésped (GVHD, por sus
siglas en inglés).[2-8] Las infecciones son una causa particularmente importante
en el huésped neutropénico, dada su frecuencia (casi dos tercios de los
pacientes) y su resultado potencialmente letal. Tomando en cuenta que las infecciones gramnegativas son la causa predominante de la fiebre neutropénica en los pacientes de cáncer en los años 70s y principio de los 80s, las infecciones grampositivas sobre todo estreptococos y estafilococos de coagulasa negativa, han predominado desde entonces. El aumento en la incidencia de infecciones de estafilococos y estreptococos está relacionada con el uso de aparatos intravasculares, mucositis severa debido a quimioterapia de alta dosis y terapia antibiótica profiláctica con fluoroquinolones. Sin embargo, el uso de fluoroquinolones no ha disminuido la morbilidad y mortalidad de la fiebre neutropénica, pero ha resultado en un aumento de la incidencia de la bacterimia gramnegativa resistente.[9] Muchos expertos consideran que
la fiebre paraneoplásica es más común en tumores primarios, como el carcinoma de
células renales y el linfoma, pero la información disponible actualmente sugiere
que sucede con tumores en diversos sitios primarios.[2] Entre las supuestas
causas de fiebre en pacientes con tumores están las reacciones de
hipersensibilidad, la producción de pirógenos, la producción primaria de citocina
y la necrosis del tumor con producción secundaria de citocina. Los fármacos que
causan fiebre incluyen varios fármacos quimioterapéuticos citotóxicos,
modificadores de la respuesta biológica, vancomicina y anfotericina, y muchos
otros medicamentos. La fiebre relacionada con tumores puede ser cíclica, surgir
en momentos determinados del día o ser intermitente con periodos afebriles de
días o semanas.[3,4] El perfil de la fiebre no indica si está relacionada con un
fármaco o no, excepto en casos en que la relación temporal no es ambigua, ya que con
muchos medicamentos existe un retraso muy variable entre el comienzo de la
administración del fármaco en cuestión y la aparición de la fiebre.[4,6,7,10]
Otras etiologías de la fiebre en pacientes con cáncer incluyen el retiro de
fármacos (por ejemplo, opioides y benzodiazepinas), el síndrome neuroléptico maligno,
la obstrucción de una víscera (por ejemplo, la vejiga, el intestino o un riñón) y la
embolización del tumor. Los padecimientos médicos comórbidos como la trombosis,
los trastornos de tejidos conectivos y las hemorragias o ictus del sistema nervioso central (SNC) también
pueden provocar fiebre.[4] El diagnóstico diferencial de fiebre en los pacientes
con cáncer es extenso y puede ser difícil distinguir las infecciones de otras
causas. Desde una perspectiva paliativa, es importante establecer un diagnóstico
específico para la fiebre, ya que este influye en el manejo de la enfermedad, el
bienestar y el pronóstico del paciente.
Evaluación
La evaluación de la fiebre incluye una historia clínica meticulosa, revisión de
fármacos y un examen físico que incluya todos los sistemas importantes del
cuerpo. Los individuos con supuesta infección, especialmente aquellos con fiebre
neutropénica, deben someterse a una inspección cuidadosa de la piel, todos los
orificios del cuerpo (por ejemplo, la boca, los oídos, la nariz, la garganta, la
uretra, la vagina y el recto), los sitios de punción de dedos y de venipuntura,
los sitios de biopsia y los pliegues de la piel (por ejemplo, los senos, las axilas y
las ingles). La evaluación oral debe incluir los dientes, las encías, la lengua,
el suelo de la boca, la nasofaringe y los senos paranasales. El área perirrectal
es una fuente de infección común, sobre todo en pacientes con leucemia. Los
dispositivos para acceso vascular (VAD, por sus siglas en inglés) y otros aparatos
implantados (por ejemplo, tubos percutáneos para nefrostomía, para drenaje biliar o
para gastrostomía o yeyunostomía) son otros focos de infección comunes. La
evaluación inicial se debe completar con cultivos de orina, esputo y sangre
(periférica y de puertos o lúmenes de VAD); radiografías del pecho y otras
pruebas según indiquen los exámenes mencionados anteriormente. Se deberá
instruir a los individuos que se estén sometiendo a quimioterapia citotóxica a
que acudan al médico de inmediato si padecen fiebre cuando su recuento de
neutrófilos esté bajo o descendiendo. Es de singular importancia examinar
frecuentemente a los pacientes neutropénicos, sin olvidar la revisión física,
puesto que los signos y síntomas de infección pueden ser mínimos. La evaluación
de tumores recurrentes o que evolucionan se puede realizar al mismo tiempo que los
exámenes en busca de infecciones y otras causas de fiebre.[3]
Intervenciones
La presencia de fiebre está asociada con consecuencias metabólicas potenciales
como la deshidratación y el aumento de la demanda metabólica. Los efectos pueden
ser particularmente pronunciados en pacientes debilitados por el cáncer e incluir
síntomas generales desagradables como la fatiga, la mialgia, la diaforesis, y los
escalofríos. Entre las opciones para el manejo de la fiebre están las
intervenciones primarias con enfoque en la causa subyacente, la hidratación con
fluidos parenterales o mediante hipodermoclisis, el apoyo nutricional y medidas
paliativas no específicas. Las opciones utilizadas dependerán de la ubicación
del paciente en la trayectoria de su enfermedad y de las preferencias del
paciente en cuanto a los fines de su tratamiento. Algunos pacientes pueden
decidir no tratar la causa subyacente cuando les queda poco tiempo de vida. Por
ejemplo, los pacientes con cáncer en etapa avanzada pueden rechazar el
tratamiento para la neumonía u otras infecciones, pero solicitar medidas
paliativas no específicas e hidratación para optimizar su calidad de vida. En
otros casos, el paciente puede elegir la toma de antibióticos para paliar
síntomas como la tos, fiebre, disnea o dolores de abscesos. (Para mayor
información, consultar el sumario del PDQ sobre La nutrición en el tratamiento del cáncer, así como la sección
sobre Intervenciones no específicas para la paliación de la fiebre que aparece más adelante).
Intervenciones primarias
Fiebre a causa de infecciones
Un tratamiento antibiótico eficaz resulta en la paliación de síntomas constitucionales
relacionados con la fiebre así como síntomas específicos del sitio como la tos
secundaria a la neumonía o el dolor localizado provocado por la formación de
abscesos. Es de suma importancia que los pacientes neutropénicos febriles (con
recuentos granulocíticos < 500) reciban tratamiento antibiótico de espectro
amplio de forma inmediata, ya que la tasa de mortalidad para aquellos que no
recibieron terapia antibiótica durante las primeras 48 horas de fiebre es del
70%. Al tratar de la neutropenia, se considera fiebre a un incremento único de
la temperatura de más de 38,5° C o tres incrementos >38° C en un
período de 24 horas.[4]
Como la causa de la fiebre neutropénica no es identificable en el 50% al 70% de los pacientes,
el uso de antibióticos se basa en el conocimiento de la institución que
administre el tratamiento de espectros antimicrobianos y perfiles de resistencia
de los antibióticos, así como de la supuesta causa. No existe consenso general
acerca de qué antibiótico o combinaciones de antibióticos se deberá usar,
pero la terapia antibiótica empírica por lo general cae en uno de estos cuatro
protocolos: - Aminoglucósido más beta-lactama antiseudomona.
- Combinación de
2 beta-lactamas.
- Vancomicina más aminoglucósido y beta-lactama
antiseudomona.
- Monoterapia.
Cuando existan catéteres de lúmenes múltiples,
la terapia antibiótica se deberá rotar a través de cada lumen. Los antibióticos
bacteriostáticos (por ejemplo, tetraciclinas, eritromicina, cloranfenicol, etc.) no
son beneficiosos en ausencia de granulocitos y, cuando se dan concomitantemente,
reducen la eficacia de los antibióticos bactericidas.[4,11]
Los regímenes de tratamiento también dependen de la duración de la fiebre y de
factores de riesgo del paciente como el tener implantadas líneas centrales u
otros dispositivos artificiales o contar con antecedentes de uso de esteroides y drogas inyectadas. Varios investigadores han creado modelos que predicen los
grupos de riesgo de pacientes febriles con neutropenia en los que se incluyen
estrategias de manejo. Entre las opciones terapéuticas que se están evaluando
están la estancia reducida en el hospital, la terapia antibiótica intravenosa en
casa y los regímenes de antibióticos orales. Un subgrupo de estos estudios se
centra en la población pediátrica. Debido a la rapidez de los cambios en este
campo, se recomienda al lector que acuda a fuentes especializadas para obtener
consejos específicos sobre el manejo de la neutropenia con fiebre.[12-14]
Después de aislar un patógeno específico, se modifica la terapia antibiótica para
que provea una respuesta terapéutica óptima con toxicidad mínima. Se deberá
mantener una cobertura de espectro amplio para prevenir infecciones secundarias
micóticas y bacterianas. La terapia antibiótica generalmente se suspende de 5 a
7 días después siempre que el recuento granulocítico del paciente exceda 500 y el
paciente permanezca libre de fiebre e infección. No hay consenso sobre el manejo
apropiado en casos de granulocitopenia persistente cuando el paciente no padece
fiebre. Algunos especialistas abogan por la continuación de la terapia, mientras
que otros están a favor de suspender la administración de antibióticos una vez se
haya estabilizado el paciente. A menudo se añade una terapia antifúngica
empírica si un paciente neutropénico permanece febril después de una semana de
antibióticos de espectro amplio o si presenta fiebre recurrente, puesto que la
granulocitopenia continua se asocia generalmente con el desarrollo de infecciones
oportunista no bacterianas, particularmente aquellas causadas por Candida y Aspergillus. Se
recomienda la administración de una terapia prolongada (>10-14 días)
para pacientes con un foco residual de infección bacterial o micótica,
normalmente con anfotericina-B. Se recomienda el uso de fármacos antifúngicos
alternos (5-fluorocitosina, miconazol, fluconazol o itraconazol) cuando los
organismos desarrollan resistencia a la anfotericina-B.
El aciclovir es el fármaco más usado para el tratamiento de infecciones virales
de herpes simple o de varicela zoster. El ganciclovir surte efecto contra el
citomegalovirus. Ambos fármacos se usan con frecuencia de forma profiláctica
durante el manejo de pacientes con alto riesgo de padecer estas infecciones. El
foscarnet es útil en el tratamiento del citomegalovirus y el virus de herpes
simple resistente al aciclovir.
Fiebre paraneoplásica
El mejor manejo para las fiebres relacionadas con tumores es el tratamiento del
neoplasma subyacente con terapias antineoplásicas definitivas, siempre que estén
disponibles. De no haber terapias antineoplásicas eficaces, se suelen utilizar
fármacos antiinflamatorios no esteroides (AINEs). El naproxeno puede controlar la fiebre
paraneoplásica relacionada con otros AINEs o el acetaminofeno. La respuesta al
naproxeno se ha considerado diagnóstico de fiebre asociada con el tumor; no
obstante, la eficacia de este fármaco y de otros antiinflamatorios no esteroides
para tratar la fiebre relacionada con infecciones es una observación clínica
común. La fiebre de pacientes a quienes se les ha reducido o extirpado un tumor
puede aliviarse con un fármaco antiinflamatorio no esteroide de estructura
diferente.
Fiebre relacionada al uso de fármacos
La aparición de fiebre es predecible para algunos fármacos, tales como los
modificadores de la respuesta biológica, la anfotericina-B y la bleomicina. Para
muchos otros, la fiebre asociada a fármacos es un diagnóstico por exclusión.
Esta fiebre responde al cese de la administración del fármaco en cuestión, siempre
que esto sea posible. La fiebre y los síntomas relacionados con ella que
aparecen durante la administración de los modificadores de la respuesta biológica
dependen del tipo, la ruta, las dosis y el horario de tomas. Estos factores se
pueden alterar algunas veces para controlar la fiebre sin sacrificar la eficacia
del tratamiento. La fiebre también se puede atenuar mediante el uso de
acetaminofeno (paracetamol), agentes antiinflamatorios no esteroides y
premedicación esteroide. Lo mismo se puede decir de la fiebre asociada con
algunos fármacos citotóxicos y antimicrobianos (como la anfotericina).[6,7,10] En
la práctica clínica común, se administra meperidina para atenuar los fuertes
escalofríos causados por una reacción febril, aunque no existen datos empíricos
que confirmen su eficacia.
Síndrome neuroléptico maligno
El síndrome neuroléptico maligno es un síndrome poco común pero potencialmente mortal que se puede
desarrollar durante el tratamiento con fármacos neurolépticos de condiciones
tales como trastornos psicóticos, delirios, náusea y vómito. Este síndrome
se caracteriza por fiebre, rigidez, confusión e inestabilidad autonómica al
igual que por elevaciones en el conteo de leucocitos, creatinina fosfocinasa, y
mioglobina en la orina. Se deberá considerar la presencia de NMS al manejar
pacientes con delirio que estén recibiendo fármacos neurolépticos que desarrollen
rigidez y cuya condición no mejore con neurolépticos (por ejemplo, haloperidol). El
tratamiento del NMS incluye la interrupción de la administración de fármacos
neurolépticos, el uso de medidas de apoyo, y esporádicamente, la administración
de bromocriptina o dantrolene. (Para mayor información, consultar el sumario del
PDQ sobre el Delirio).
Fiebre relacionada con productos sanguíneos
Las supuestas reacciones febriles se pueden minimizar usando productos sanguíneos
irradiados o sin leucocitos, siempre que sea apropiado clínicamente. Una
práctica común es la premedicación con acetaminofeno y difenhidramina.[8]
Intervenciones no específicas para la paliación de la fiebre
Las medidas para mantener cómodo al paciente, junto con el tratamiento de la
causa subyacente, sirven para aliviar el malestar causado por la fiebre, los
escalofríos y el sudor. Durante los episodios febriles, se puede aliviar al
paciente animándole a que tome más fluidos, aligerando su indumentaria y ropa de
cama y bañándolo en agua tibia o con una esponja mojada en agua tibia. Los
resultados de un estudio pediátrico aleatorio controlado a placebo en los que
se mojó la esponja en agua helada, alcohol isopropílico o agua templada, con o
sin acetaminofeno, demostró que todas las combinaciones ayudan a controlar la
fiebre. Los niños que más alivio sintieron fueron los que recibieron el placebo
o el baño con esponja, seguidos de los que recibieron acetaminofeno combinado con
un baño de esponja templada. El baño con esponja mojada ya sea en agua helada o en
alcohol isopropílico, con o sin acetaminofeno, proporcionó el mayor malestar.[15]
Durante periodos de escalofríos, se puede mantener a los pacientes más cómodos
cambiando la ropa de cama húmeda con otra seca y caliente, manteniendo a los
pacientes alejados de corrientes de aire, y ajustando la temperatura del cuarto
al gusto del paciente.
El alivio sintomático de la fiebre persistente o intermitente puede beneficiarse
del uso de AINE (como el naproxeno) o
acetaminofeno.[15] La aspirina también puede ser eficaz a la hora de reducir la fiebre, pero se debe
usar con cuidado en los pacientes con el linfoma de Hodgkin y los pacientes de
cáncer con riesgo de trombocitopenia. La aspirina no se recomienda para los
pacientes febriles cuyos sistemas inmunológicos están comprometidos, debido al
riesgo de provocarles el síndrome de Reye.[4]
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