Descripción
Con frecuencia, los trabajadores sanitarios tendrán que sentir y enfrentarse a
la pena en el transcurso de su vida personal o profesional.[1] El período de
transición que comprende desde la etapa final de lo que es la experiencia del
cáncer, hasta la muerte de una persona querida, es asimilado de manera
diferente por diversas personas o grupos. Incluso se puede encontrar que la
experiencia del cáncer, a pesar de ser dolorosa y difícil, ha ayudado muchas
veces a un desarrollo personal significativo. Tratar de lidiar con la
expectativa de una muerte en la familia no es un proceso fácil y no se puede
tratar de una manera simplista. La manera en que una persona enfrenta el
sufrimiento depende de la personalidad del individuo y de la relación que tuvo
con la persona que murió. También es relevante, la experiencia del cáncer en
sí, la manera en que se desarrolló la enfermedad, las creencias religiosas y
culturales, la historia psiquiátrica, el apoyo disponible así como el estado
socioeconómico, en la manera en que una persona es afectada durante el proceso
de sufrimiento.
Es muy importante tener en claro el significado de los siguientes términos:
duelo, pena y luto. Estos términos a veces se usan de manera intercambiable, y
frecuentemente con diferentes intenciones.[2]
Pena: Es el proceso normal de reacción interna y externa a la percepción de la
pérdida.[3] Las reacciones de pena se pueden ver en las respuestas a pérdidas
físicas o tangibles (por ejemplo, una muerte) o a pérdidas simbólicas o psico
sociales (por ejemplo, un divorcio o la pérdida de un trabajo). Cada tipo de
pérdida implica experimentar algún tipo de privación. Durante el proceso por
el que atraviesa una familia enfrentada al cáncer, se experimentan muchas
pérdidas y cada una genera su propia reacción. Las reacciones de pena pueden
ser psicológicas, físicas, sociales o emocionales. Las reacciones psicológicas
pueden incluir rabia, culpa, ansiedad y tristeza. Las reacciones físicas
incluyen dificultad al dormir, cambio en el apetito, quejas somáticas o
enfermedades. Las reacciones de tipo social incluyen los sentimientos
experimentados al tener que cuidar de otros en la familia, el deseo de ver o
no a determinados amigos o familiares, o el deseo de regresar al trabajo. Al
igual que con el duelo, este proceso depende de la clase de relación y grado
de acercamiento que se tuvo con la persona que murió y la situación alrededor
de la muerte. Un autor [4] hace notar cinco características:
- Aflicción
somática.
- Preocupación con la imagen de la persona muerta.
- Culpa.
- Reacciones hostiles.
- Pérdida de la conducta normal.
Duelo: Es el estado de haber sufrido una pérdida y en el que se experimenta
pesar y ocurre el estado de luto. La duración de este estado depende de la
intensidad de la relación con la persona que murió, así como el período de
anticipación a la pérdida.
Luto: Es el proceso mediante el cual una persona se adapta a la pérdida e
incorpora la experiencia de la pérdida a la vida de uno mismo. También hay
diferencias culturales, reglas, costumbres y rituales, para enfrentar la
pérdida de un ser querido que son determinadas por la sociedad y que son parte
integral del duelo.
"Proceso de la pena" incluye tres tareas necesarias para reintegrarse a la
vida normal.[5] Estas actividades incluyen liberarse de los lazos con la
persona fallecida, reajustarse al ambiente en donde la persona fallecida ya no
está y formar nuevas relaciones. El liberarse de los lazos con la persona
fallecida, implica que uno debe modificar la energía emocional invertida en la
persona que hemos perdido. Esto no quiere decir de ninguna manera que hayamos
dejado de amar u olvidado al ser desaparecido, sino que el doliente es ahora
capaz de dirigirse a otros en busca de una satisfacción emocional. Durante el
proceso de reajuste el doliente tendrá que modificar sus funciones, identidad,
y habilidades para ajustarse a un mundo donde el fallecido ya no está. Al
modificar la energía emocional, la energía que una vez se concentraba en la
persona fallecida, ahora se concentra en otras personas o actividades.
Estas actividades requieren mucha energía física y emocional, y es común ver
personas que experimentan una fatiga abrumadora. Esta experiencia no es
solamente por la persona que falleció, sino también por todos los planes,
ideas y fantasía que no se llevaron a cabo ya sea con la persona desaparecida,
o con la relación entre ambos. La muerte despierta con frecuencia evocaciones
de pérdidas o separaciones del pasado. Un autor [6] describe tres fases del
proceso de luto:
- La necesidad de recuperar a la persona perdida.
- Desorganización y desesperación.
- Reorganización.
Estas fases surgen de la
teoría del apego en la conducta humana, la cual postula que los seres humanos
necesitan apegarse a otros para mejorar su supervivencia y reducir el riesgo
de daño.
Bibliografía
- Casarett D, Kutner JS, Abrahm J, et al.: Life after death: a practical approach to grief and bereavement. Ann Intern Med 134 (3): 208-15, 2001.
[PUBMED Abstract]
- Rando TA: Grief, Dying and Death: Clinical Interventions for Caregivers. Champaign: Research Press Company, 1984.
- Corr CA, Nabe CM, Corr DM: Death and Dying, Life and Living. 2nd ed. Pacific Grove, Calif: Brooks/Cole Publishing Company, 1997.
- DeSpelder LA, Strickland AL: The Last Dance: Encountering Death and Dying. 2nd ed. Palo Alto, Calif: Mayfield Publishing Company, 1987.
- Lindemann E: Symptomatology and management of acute grief. 1944. Am J Psychiatry 151 (6 Suppl): 155-60, 1994.
[PUBMED Abstract]
- Bowlby J: Processes of mourning. Int J Psychoanal 42: 317-40, 1961.
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