Aspectos generales de las opciones de tratamiento
Muchos de los avances en la supervivencia de los niños y adolescentes con
leucemia mieloide aguda (LMA) se han logrado con el uso de nuevos tratamientos
que han intentado mejorar el mejor tratamiento disponible.[1] La piedra angular
del enfoque terapéutico es la quimioterapia combinada administrada
sistémicamente. Se esta trabajando en enfoques para el futuro con estratificación de grupos de riesgo y terapias biológicamente dirigidas, con el propósito de mejorar los tratamientos antileucémicos sin afectar los tejidos normales.[2] El tratamiento óptimo de la LMA exige el control de la enfermedad
de la médula ósea y la enfermedad sistémica. El tratamiento del
sistema nervioso central, usualmente con administración intratecal de los
medicamentos, es un componente de casi todos los protocolos de tratamiento pediátrico de la
LMA pero hasta el momento no se ha demostrado que contribuya directamente a mejorar la supervivencia.
Generalmente, el tratamiento se divide en dos fases: 1) inducción (cuyo propósito
es alcanzar la remisión) y 2) consolidación e intensificación posteriores a la
remisión. El tratamiento posterior a la remisión puede constar de un número
variable de cursos de quimioterapia intensiva y trasplante alógeno de médula
ósea. Por ejemplo, en el ensayo actual (CCG-2961) del Grupo de Estudio del Cáncer Infantil (CCG, por sus siglas en inglés)
se usa el tratamiento de inducción seguido de dos cursos de quimioterapia, uno de
los cuales se hace con dosis altas de citarabina.[3] Un régimen pediátrico para la LMA
formulado por el Consejo de Investigación Médica del Reino Unido utiliza tres o cuatro cursos de quimioterapia al cabo de la
quimioterapia de la inducción de remisión.[4,5]
El tratamiento de mantenimiento no forma parte de la mayoría de los protocolos
pediátricos para la LMA con la excepción de los protocolos del grupo de Berlín, Francfort y Munster (BFM). En niños con LMA que han recibido tratamientos
radicales, el tratamiento de mantenimiento no parece ser significativo.[6] El
tratamiento de la LMA suele asociarse con una mielosupresión pronunciada y
prolongada junto a otras complicaciones relacionadas. Se ha empleado el tratamiento con factores de
crecimiento hematopoyéticos (G-CSF, GM-CSF, por sus siglas en inglés) con la intención de reducir la
toxicidad derivada de la mielosupresión grave pero no repercute en
el resultado último.[7] Prácticamente todos los estudios aleatorios en adultos
del uso de factores de crecimiento hematopoyéticos (G-CSF, GM-CSF) han demostrado
una reducción significativa del tiempo que transcurre hasta la recuperación de
los neutrófilos,[8-11] pero con grados variables de reducción de la morbilidad y
poco o ningún efecto sobre la mortalidad.[7]
A causa de la intensidad del tratamiento utilizado para los niños con LMA,
es necesario que los niños con esta enfermedad sean atendidos por especialistas en oncología pediátrica y
reciban el tratamiento en centros oncológicos especializados o en hospitales
dotados con las instalaciones adecuadas de soporte (por ejemplo, para administrar
transfusiones de glóbulos rojos y plaquetas irradiadas, filtradas, o libres de
citomegalovirus; para tratar las complicaciones infecciosas y para
proporcionar un apoyo adecuado a nivel emocional y del desarrollo). En paralelo con las
crecientes tasas de supervivencia de los niños con LMA tratados se ha afianzado también el conocimiento de las secuelas a largo plazo de los diversos
tratamientos. En el caso de los niños sometidos a quimioterapia intensiva,
como antraciclinas, es fundamental la vigilancia continua de la
función cardiaca. También se indica realizar exámenes periódicos de las
funciones renal y auditiva. Además, la irradiación corporal total que precede al
trasplante de médula ósea incrementa el riesgo de falla del crecimiento,
disfunción gonadal y tiroidea y formación de cataratas.[12]
Cuando el PDQ designa a un tratamiento como "estándar" o "en evaluación clínica",
esto no debe tomarse como base para determinar si se otorgan reembolsos.
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