Música -- Los sonidos norteamericanos esenciales

Por Tim Smith

Thin green line


Photo of Norah Jones
La cantante Norah Jones y álbum "Come Away with Me" recibió ocho Premios Grammy en 2003
(Robert Mora, © 2002 Getty Images)

Los primeros años del siglo XXI no han dado indicaciones claras de la dirección que tomará la música de Estados Unidos en el futuro, pero de algunas de sus señales en uno y otro sentido es posible inferir varias conclusiones auspiciosas.

A pesar de los informes sobre su supuesto fallecimiento, el género musical clásico sigue vivito y coleando. Los compositores estadounidenses siguen creando experiencias musicales que satisfacen tanto a intérpretes como a oyentes. El sonido de muchas orquestas es ahora mejor que nunca antes, muchas compañías de ópera disfrutan de un público cada vez más numeroso, con un incremento particularmente notable en la muy solicitada audiencia de jóvenes entre los 18 y 24 años. La música popular -- desde la vanguardia, hasta el "mainstream" y el "retro" -- sigue ampliando su esfera de influencia estilística en un mundo que aún no ha perdido el apetito por lo último en sonidos y artistas estadounidenses.

El advenimiento de la tecnología cibernética

Los avances tecnológicos siguen ejerciendo influencia en todo el espectro musical estadounidense de una forma mayormente positiva. El compositor Tod Machover ha sido el pionero de los llamados "hiperinstrumentos" que, generados por computadora, aumentan electrónicamente las propiedades del instrumento tradicional y multiplican las opciones del artista para controlar el tono, el ritmo y todos los elementos que hacen la música. Los oyentes no sólo pueden bajar o "download" de la Internet los últimos éxitos musicales, sino que también les es posible disfrutar de conciertos en vivo de música clásica y presentaciones de ópera. Las organizaciones musicales han actuado sin demora para inaugurar su sitio en la Web, con el fin de poner a disposición de patrocinadores regulares y potenciales nuevas oportunidades para conocer más a fondo las obras que se interpretan y de asistir en línea a cursos de música, y no sólo para acceder al sitio para comprar las entradas para las funciones.

El componente de la educación musical sigue ampliando su alcance. El sitio interactivo para niños que tiene la Sinfónica de San Francisco en la Web proporciona información fácil e imaginativa al usuario sobre conceptos básicos musicales. El nuevo sitio en la Web de la Orquesta Sinfónica de Boston crea oportunidades sin precedente que entran más de lleno en el proceso creativo, pues los usuarios de la Internet pueden variar la instrumentación y hasta las notas de piezas clásicas reconocidas.

La Sinfónica Nuevo Mundo, orquesta con sede en Florida para la formación práctica de egresados de conservatorios de música, figura entre las primeras que han desarrollado más aplicaciones de la tecnología cibernética. Gracias a la Internet2, la última generación de la Internet, los alumnos de una clase de dirección de orquesta del Instituto Peabody de Baltimore pueden observar en vivo un ensayo de la Sinfónica Nuevo Mundo en Miami Beach, e incluso intercambiar ideas con su director musical, Michael Tilson Thomas. Y quedan en el tintero más usos para esta tecnología. El Instituto de Música de Cleveland pronto se conectará con la orquesta mediante la Internet2 para impartir en línea lecciones privadas de música y con maestros particulares en ambas localidades. Varias escuelas de música podrán pronto beneficiarse del aprendizaje al instante mediante la realidad virtual no importa la distancia que les separe en millas. Para mantenerse en la vanguardia de todo los adelantos tecnológicos, la Sinfónica Nuevo Mundo construye ahora una instalación con todas las técnicas más avanzadas y diseñada por el arquitecto Frank Gehry. Se trata, verdaderamente, de un bravo nuevo mundo.

Sin embargo, también es fácil encontrarle defectos a la tecnología. Debido a que se puede bajar música de la Internet, la venta de discos ha experimentado un marcado descenso. La industria discográfica, tan importante para la distribución de la música, se resiente como nunca antes, lo que es ciertamente una tendencia preocupante para el nuevo siglo. La situación es mucho peor para la música clásica, ya que hay menos sellos discográficos dispuestos a dedicar recursos al repertorio o a los artistas clásicos. Muchas organizaciones intentan mantenerse a flote o llegan a hundirse por el peso de las deudas, especialmente luego de los ataques terroristas del 11 de septiembre y por la inestable situación económica que atraviesa el país. Los fondos de cuantiosas donaciones, de cuyos intereses se generaba el ingreso para las orquestas y compañías de ópera, han disminuido considerablemente a causa del descenso del valor de las inversiones en el mercado. Muchos sistemas públicos de educación siguen ignorando la educación musical, una deficiencia que impide la formación de audiencias futuras. Además, el descenso en el número y en la calidad de las emisoras radiales de música clásica en todo el país contribuye a empeorar la situación.

No obstante, hay aspectos alentadores en la vida musical estadounidense, así como una fuerte resistencia a todos estos inconvenientes. Por ejemplo, al perder la oportunidad de grabar con su anterior sello discográfico, la Sinfónica de San Francisco ha respondido con la producción de sus propias grabaciones con un alto valor técnico y artístico. Una de ellas mereció el premio Grammy 2003 para la mejor interpretación por una orquesta. Por otra parte, y para contrarrestar la falta de educación musical en los planteles escolares, se ha creado una iniciativa al nivel de la base llamado "Support Music" (Apoya la música), establecida en marzo de 2003 por una coalición formada por una entidad de casi un siglo de existencia y 90.000 miembros llamada la Asociación Nacional de Educación Musical, y la Asociación Internacional de Productos Musicales (representante de 8.000 compañías).

Con apoyo considerable en el Congreso, recursos de la Internet, y cuantiosos e impresionantes datos estadísticos que demuestran que los estudiantes expuestos a la educación o la apreciación musical obtienen calificaciones más altas en las pruebas de aptitud verbal y, especialmente, en matemáticas, la iniciativa se ha dado a la tarea de proporcionar, a padres y a maestros, los instrumentos y los recursos que demuestran la efectividad de un programa fortalecido de educación musical en todas las comunidades. Y justo cuando a los grupos de música y a las fundaciones filantrópicas les resulta más difícil la comisión de obras nuevas, surge el anuncio del proyecto Magnum Opus, que realizará la distinguida organización "Meet the Composer" (Conozca al compositor), con el fin de impulsar la ayuda de patrocinadores particulares. Un inversionista con capital de especulación de San Francisco y violinista aficionado ha saltado a la palestra para poner en marcha esta iniciativa que ha comisionado obras, a un costo de $375.000, por lo que pronto tendremos tres orquestas ejecutando las nuevas partituras de tres compositores.

Artista clásicos en vitrina

Para una prueba más palpable de cómo los estadounidenses apoyan las artes musicales, considérese la próxima apertura en sucesión continua de las nuevas instalaciones para las artes escénicas. La sala de conciertos Walt Disney, con un precio de $274 millones, e inconfundibles líneas curvas y serpenteantes diseñadas por Frank Gehry, dará a la Filarmónica de Los Angeles una muy añorada sede en el otoño de 2003. El Centro de Música Strathmore, realizado a un costo de $89 millones y en un elegante diseño de William Rawn y Asociados, dará un considerable impulso a las actividades culturales en los suburbios del norte de la ciudad de Washington, DC, y será la segunda casa de la Orquesta Sinfónica de Baltimore en 2004. En Miami, el Centro de Artes Escénicas, un complejo con varias salas de teatro e imponente diseño de Cesar Pelli, a un costo de $370 millones, proporcionará una sala de conciertos y residencia para la Filarmónica de Florida y para la Sinfónica Nuevo Mundo, así como para muchos artistas visitantes, y una muy necesaria sala para la compañía Florida Grand Opera en 2005. El siguiente año, la Sinfónica de Nashville se alojará en la Sala Schermerhorn, construida a un costo de $120 millones y diseñada por David M. Schwartz en un estilo neoclásico en el que predominará el uso poco usual de la luz natural.

Cada vez que se reúne dinero y se genera entusiasmo para construir un nuevo centro de artes escénicas, se fortalecen mucho los cimientos de la música en Estados Unidos. Y hay mucho que estos centros y todos los que ya existen pueden poner en vitrina. Los artistas clásicos de Estados Unidos han sido durante mucho tiempo reconocidos por su notable virtuosidad y fuerza expresiva, y la calidad sigue en aumento. Sólo hay que mirar al estrado. Nunca antes habían blandido la batuta tantos directores estadounidenses de tan extraordinario genio en las orquestas del país: Michael Tilson Thomas ha convertido la Sinfónica de San Franciso en modelo para la programación musical audaz, Leonard Slatkin ha hecho lo mismo durante su permanencia en la Orquesta Nacional Sinfónica de Washington, D.C., Robert Spano comunica su energía a la Orquesta Sinfónica de Atlanta, Lorin Maazel imprime su sello distintivo en la Filarmónica de Nueva York y James Levine, hombre de mente inquisitiva, dirigirá la Orquesta Sinfónica de Boston en 2004. Otros directores musicales estadounidenses de talento excepcional como Marin Alsop, David Robertson, James Conlon y Kent Nagano se suman al tesoro musical del país.

Lo mismo se puede decir de la joven generación de intérpretes. Consideremos a la joven violinista Hilary Hahn y al pianista Lang Lang, que brillan desde el escenario no sólo por su técnica excepcional sino por sus muy sentidas interpretaciones. Desde el Cuarteto Emerson hasta el Cuarteto Ying, hasta el siempre provocador Cuarteto Kronos, los conjuntos estadounidenses de música de cámara también mantienen un alto nivel de calidad. Por otra parte, los vocalistas estadounidenses contribuyen a lo que en un futuro se conocerá como otra época dorada del bel canto. Tomemos por ejemplo a las brillantes sopranos Renee Fleming, Deborah Voigt y Dawn Upshaw, la aterciopelada voz de la mezzo soprano Denyce Graves, al espléndido barítono Mark Delavan y al destacado contratenor de corte revolucionario, David Daniels.

SEMBLANZA: Compositor Elliot Goldenthal


Photo of Elliott Goldenthal
Elliott Goldenthal
(Julian Broad)

La mayor parte de los compositores norteamericanos de música culta ha seguido durante décadas una tradición de no cruzar fronteras -- no crear a la vez composiciones clásicas y música de fondo para películas, ballet y representaciones teatrales. George Gershwin, Aaron Copland, Bernard Herrmann, John Corigliano y Philip Glass se cuentan entre las pocas excepciones -- compositores cuya obra abarca las artes interpretativas.

Agréguese a esa lista a Elliot Goldenthal, que a los 48 años ha sido una fuerza importante no sólo en la composición de piezas sinfónicas para sala de concierto, sino también como creador de música de fondo para películas. Al trabajar tanto para filmes independientes como para producciones de reparto estelar, producciones reservadas para los estudios, con grandes presupuestos, Goldenthal aporta a estas composiciones el mismo estilo individualista que puso en su ballet de 1997 basado en el Otelo de Shakespeare y su formidable Fire Water Paper: A Vietnam Oratorio, obra compuesta en 1996 para coro, orquesta y el cello solista Yo-Yo Ma.

Goldenthal, qye estudió con Copland y Corigliano, es un compositor tan ecléctico como el que más entre los que están hoy en escena. Su música ha saludado el 70mo. cumpleaños de Leonard Bernstein (Shadow Play Scherzo) y el 75to. aniversario de un legendario estadio de beisbol neoyorkino (Pastime Variations).

La obra de Goldenthal en el cine cubre un espacio igualmente ancho. En su partitura para Michael Collins, un estudio sobre el revolucionario irlandés, Goldenthal usó gaitas irlandesas y simples silbatos, al igual que exhuberantes sonidos orquestales, para crear un ambiente romántico. En A Time To Kill, basado en una novela de John Grisham, el compositor enfrentó a un "spiritual" afronorteamericano tradicional con ominosas armonías de cuerdas para describir, musicalmente, un incidente racistas de hace décadas en el sur de Estados Unidos.

La partitura de Titus, una de las muchas obras en colaboración de Goldenthal con la directora de cine y teatro Julie Taymor, empieza melodramáticamente, luego cambia a solos de saxofón, temas de jaz y otras combinaciones no tradicionales antes de culminar en un final elegíaco. Como lo hizo notar un crítico, la partitura explota "las diferencias entre la música sinfónica, "swing", tibetana, electrónica y "surf"," de la manera como la misma película ofrece diversas imágenes de Roma.

La más reciente composición de Goldenthal es la partitura cálida, Intima que creó para Frida, el proyecto de Taymor en 2002 sobre la vida de la artista mexicana Frida Kahlo. De acuerdo con la pasión y el romanticismo del tema de la película, la música, compuesta para un conjunto pequeño (guitarra, acordeón, marimba y piano), incorpora música folklórica tradicional mexicana y tiene como remate un vals movido interpretado una vez en guitarra y otra vez en piano.

Goldenthal recibido numerosos homenajes culturales por sus contribuciones a la sala de conciertos, el escenario del ballet, el teatro y el cine. Más recientemente, su trabajo en Frida fue reconocido con un Premio de la Academia de Hollywood a la mejor partitura para cine de 2002.

Rock

Por otra parte, los cantantes más conocidos de Estados Unidos son aquellos que cantan al son de un ritmo diferente, al sonido del rock que revolucionó la música a principios de la década del 50 y que no da muestras ni de tomárselo con más calma ni de desaparecer. No hay un rincón del mundo donde no se haya dejado de sentir la energía de esta contribución esencialmente estadounidense al arte musical. Los sonidos étnicos provenientes de varias culturas, generalmente conocida como "música del mundo", se han ido afirmando cada vez más en el mercado internacional a lo largo de los años, pero los tipos más influyentes de música popular se originan todavía en Estados Unidos, tal como ha venido sucediendo desde la era del "ragtime" hace más de un siglo.

Hay dos géneros que, en particular, han dominado de manera extraordinaria en las dos últimas décadas o más, el rap y su pariente cercano, el hip-hop. Nacidos en las barriadas pobres de las zonas urbanas, mezclan la bravuconería con las expresiones contra el orden establecido. El rap reemplaza las melodías cantadas por la recitación en rima de un solista acompañado de un compás insistente y arrastres rítmicos. El hip-hop utiliza muchas de estas mismas características, pero es un fenómeno animado por el baile más que por la comunicación de un mensaje. Ambos estilos son de raíces afroamericanas, pero han sido rápidamente acogidos por los artistas de raza blanca, de modo que, hoy día, se oye en todas partes y en todo tipo de entorno. Los raperos salen en los anuncios publicitarios por televisión, actúan en películas y hasta expresan los sentimientos de los grupos de música espiritual cristiana de la actualidad.

Últimamente, el hip-hop parece estar asumiendo nuevas formas y tomando nuevos giros. Uno de los resultados evidentes es que la letra de sus canciones refleja posturas menos afectadas y más realistas. Incluso Eminen, el chico malo de este estilo de música que al principio de su carrera profirió insultos contra casi todo el mundo, ha puesto freno a su cólera e introducido un sentido de humor sarcástico. El sonido inigualable de su música, con su ritmo "funky" ideado por Dr. Dre, es ejemplo del impulso renovador que orienta el movimiento hip-hop actual. Las actuaciones de The Roots y de Outkast se colocan entre las que contribuyen a infundir nueva vida a este sonido más placentero para el público oyente.

El sonido potente y amplificado por medios electrónicos del estilo conocido como Aheavy metal es asimismo una fuerza persistente, pues ha durado varias décadas después de su primera explosión sobre los escenarios. Aquí también se constatan hoy cambios sutiles. Un caso revelador es Audioslave, un conjunto innovador formado por integrantes de dos de los dos grupos más importantes del siglo pasado -- Rage Against the Machine, la banda de Arant-rock más abiertamente política de fines de los años 90, y Soundgarden, de Seattle y principal proponente del estilo "grunge" (el nombre que se le da a un estilo musical muy enérgico que expresa la ira de una juventud alienada). Con Audioslave, la descarga de cólera ha dado paso a un rock puro, lleno de adornos instrumentales ingeniosos que probablemente excitará a toda una nueva generación de fanáticos. Las declaraciones políticas son todavía evidentes en el rock, como ha sucedido casi desde sus comienzos, y algunos de los mensajes que llegan a nuestros oídos se hacen mediante nuevas invenciones, como es evidente en la banda musical de rock progresista llamada "System of Down". Los músicos combinan una letra de tendencia izquierdista con una melodía de mucho gancho, gritos, acordes frenéticos en la guitarra y hasta algunos ritmos de la música oriental.

Pop

En el panorama de la música pop se destaca la presencia permanente de la música Atechno de los clubes nocturnos (música de ritmo muy marcado y bailable generada por los disc jockeys (pinchadiscos) que giran el plato del tocadiscos) y nuevas manifestaciones de las Abandas de garaje (los grupos The Vines y The Strokes figuran en la actualidad como ejemplos de esta música tradicionalmente desenfrenada y sin orientación fija). La música pop que está dentro de la corriente principal del país o mainstream proporciona la mayor parte del entretenimiento, y en estos tiempos dominan las ondas radiales las vocalistas femeninas como Sheryl Crow (que recuerda el estilo de "California rock" del antiguo conjunto The Eagles) y Lucinda Williams (una potente fusión de blues, country y rock). Algo que los fanáticos ven cada vez menos es el fenómeno de las Abandas de chicos o conjuntos integrados por jóvenes que cantaban melodías inocuas con armonías cuidadosamente sincronizadas acompañadas de pasos muy ágiles de baile. Estas actuaciones parecían ser la moda imparable en los años 90, pero ahora dan la impresión de estar desapareciendo rápidamente.

Tal como evidencia la abundancia de emisoras que tocan "los grandes éxitos de los años 80 y 90, y de hoy", los estilos más antiguos de pop siguen formando parte del tejido musical estadounidense. El sonido de una era pasada del rock nunca se ha olvidado, y el grupo Sugar Ray incorpora tantos elementos de estilos del "rock vintage" o clásico que el resultado es simultáneamente nostálgico y refrescante. La recién llegada Norah Jones, que arrasó con los premios Grammy 2003, es una cantante con un estilo íntimo que establece un vínculo directo con intérpretes como Phoebe Snow y otras de décadas anteriores, y demuestra la larga vida de un rock de ritmo más suave, y de letra evocadora y expresiva. John Mayer ha demostrado la durabilidad de uno de los tesoros de la música pop estadounidense de los 60 y 70, el cantautor sensible. Otra prueba de la permanencia y versatilidad de la música pop de Estados Unidos se ve en la combinación poco usual, pero ganadora, del veterano intérprete de canciones melodiosas, Tony Bennet, y la artista pop-country, k.d. lang.

Broadway y Hollywood

Otra prueba de la vitalidad de la música de antes es la enorme popularidad de la comedia musical Hairspray en Broadway, con canciones contagiosas que recrean el sonido y el sabor del panorama estadounidense en los años 60. La comedia musical sigue siendo uno de los tesoros culturales más preciados de Estados Unidos. Éxitos tales como Rent, The Producers y Chicago (que obtuvo en su versión para la pantalla grande el premio de la Academia a la mejor película del 2002) mantienen la venerable tradición de los espectáculos que complacen al público de Broadway. Y Stephen Sondheim, el innovador compositor de obras geniales como Company y A Little Night Music, sigue siendo punto de referencia para la creatividad. Su más reciente musical titulado Bounce, sobre dos simpáticos hermanos empresarios de principios del siglo 20 en Estados Unidos, hará su debut en los escenarios este año (luego de muchas revisiones).

Photo of Wayne Shorter
El saxofonista Wayne Shorte toca en el Festival de Jazz de Montreux, Suiza, en julio de 2002
(AP/Wide World Photos)

Aparte de Broadway, los compositores estadounidenses también siguen dominando la escena en Hollywood. Las partituras experta y brillantemente concebidas y ambientadas por compositores veteranos como John Williams y Elmer Bernstein, junto con el trabajo de otros jóvenes y talentosos compositores, producen un éxito rotundo tras otro. La más antigua contribución de Estados Unidos a la música, el jazz, ocupa hoy un nicho más reducido del interés del público, pero no ha perdido su vigor enérgico. Sólo hay que escuchar el fraseo refinado de la cantante Diana Krall, o la voz, la interpretación en piano y los arreglos musicales de Peter Cincotti, o los "riffs" del saxofón de Wayne Shorter para darse cuenta de que el gran legado del jazz ha cobrado nueva vida.

Tonalidad y atonalidad

En el terreno de la música pop estadounidense suele aparecer una nueva sensación cada varios años, algo que es notablemente novedoso e inventivo. Al momento de redactar este artículo, los oyentes están a la espera de la próxima sensación. Lo mismo sucede en el plano de lo clásico, que no ha sido sacudido vigorosamente desde que el minimalismo hizo su entrada a principios de los años 70. En ese momento, uno que otro experto anunció que la moda minimalista sería de poca duración. Philip Glass, el compositor que más enervó los oídos conservadores con su reducido número de acordes y sus ritmos, tendría que haber sido el primero en desaparecer. Sin embargo, sigue con fuerza y todavía produce música (como la compuesta para la aclamada película The Hours) con un sonido muy similar a la música que ha venido haciendo siempre.

Sin embargo, hay diferencias palpables entre la producción musical de Glass y otros importantes minimalistas como John Adams y Steve Reich. Todos ellos han perfeccionado gradualmente sus técnicas y ampliado sus horizones. El minimalismo se ha desarrollado en un estilo con una esfera tan amplia de melodías y armonías, y con tanta intensidad expresiva (ejemplo de ello es la conmovedora pieza de Adams, la Transmigración de las Almas, ganadora de un premio Pulitzer y compuesta en homenaje a las víctimas del 11 de septiembre) que ahora se escucha como adjunto del estilo más frecuente en la música clásica contemporánea, que es el neorromanticismo.

La atonalidad austera y la compleja abstracción que antes eran las vacas sagradas de los círculos académicos tienen todavía sus adeptos, pero es poco probable que vuelvan a ejercer la influencia que tuvieron sobre los compositores estadounidenses hace 40 ó 50 años. La fuerza predominante es la tonalidad, a menudo lírica y de comunicación directa. Las partituras orquestadas con gran intensidad y a veces emotividad de Aaron Jay Kernis son ejemplo de este movimiento en auge, que no teme a revelar sus raíces en el pasado. Sin embargo, no se trata de una reposición estilística. Lo mejor de los neorrománticos de la actualidad aprovecha al máximo las influencias liberadoras de la revolución de la atonalidad, e investiga la expansión ilimitada de la melodía y de la armonía.

La generación anterior de compositores estadounidenses accesibles, como Ned Rorem, John Corigliano, William Bolcom, John Harbison y Ellen Taaffe Zwilich, siguen produciendo importantes obras según la música del siglo 20 cede el paso a la del siglo 21. Estos artistas ahora se consideran más como pioneros o profetas ahora que la tonalidad ha reclamado su puesto en la vanguardia. Por otra parte, contribuyen a reafirmar lo mucho que todavía queda por explotar de los recursos tonales toda una serie de jóvenes compositores, entre ellos Michael Hersch, cuya música de bellos aires misteriosos recalan en lo íntimo de la audiencia, y Kevin Puts, cuyas partituras ambientadas con inflexiones minimalistas hacen lo mismo. Como suele suceder siempre que se trate de la música estadounidense, es peligroso hacer generalizaciones. La tonalidad puede reinar de nuevo, pero no es un régimen absoluto. Queda todavía una cantidad excepcional de diversas expresiones y de extraordinarias voces muy individuales. Entre ellas se incluye a Jennifer Higdon, cuyas obras brillantemente orquestadas nos hablan en un lenguaje elocuente y a menudo complejo, y Tan Dun, quien aporta los exóticos sabores de su China natal al entorno occidental, y construye un cautivador mundo sonoro muy único y muy suyo.

El actual estado de la música estadounidense

Según el siglo avanza, se van presentando retos de muchos tipos, pero lo más probable es que la comunidad de músicos le hará frente, apoyados por una nutrida reserva de talento, dedicación e imaginación. Cuando se toma en cuenta el número de orquestas, compañías de ópera, directores, solistas y orquestas de cámara, la innovación de los compositores y toda la variedad de intérpretes pop que día a día hacen sentir su presencia, es evidente que el estado actual, y el corazón, de la música estadounidense es fuerte y vigoroso.

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Tim Smith es crítico de música clásica para el Baltimore Sun. Es también autor de The NPR Curious Listener's Guide to Classical Music (La Guía de la Radio Nacional Pública para el Oyente Curioso de Música Clásica) y colabora regularmente en la revista Opera News.
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CONVERSACION CON DAVID GOCKLEY

La Gran Opera de Houston

Photo of David Gockley
David Gockley
(Courtesy Houston Grand Opera)

Durante más de una generación, David Gockley ha disfrutado de atención y respeto considerables como director general de la Gran Opera de Houston (Texas). En esa capacidad, ha dirigido la comisión de nuevas obras y ha dado a conocer nuevo talento interpretativo y creativo.

PREGUNTA: Durante las últimas dos décadas, ¿cuáles cree usted que fueron los acontecimientos más significativos en la música seria en los Estados Unidos?

RESPUESTA: La música nueva es más cordial para los oyentes, para el público de hoy, en oposición a ser cordial para el académico. Hay mayores probabilidades de que el público acepte la música de ópera de nuestro tiempo, y no que la considere una dosis de aceite de ricino. Hay una conexión mayor con la idea del siglo XVIII y XIX de que la ópera es un entretenimiento de la clase media que no está confinada, intelectualmente, a los académicos y aficionados, tal como lo fue durante una gran parte del siglo XX.

A partir de la década de 1920, la música clásica o de arte se apartó de las grandes tradiciones, y tomó un camino que yo llamaría, en términos evolucionarios, un callejón sin salida. Me refiero a la música que resultó ser más bien un proceso intelectual que un intento de cautivar al público con una experiencia inmediata.

Hoy, los compositores no temen ser populares, y las compañías de ópera -- más que las orquestas -- los acogen bien.

La relación que existe entre la Opera Lírica de Chicago y el compositor William Bolcom es indicativa de esta tendencia. La Opera Lírica ha contratado a Bolcom tres veces y ha invertido la totalidad de sus abundantes recursos en la realización de sus obras. Vemos también que estas obras son interpretadas por otras compañías de ópera -- A View from the Bridge, de Bolcom, en la Opera Metropolitana y Little Women, de Mark Adamo, en la Opera de la Ciudad de Nueva York. De manera que todo está más abierto ahora, en todas partes.

Cuando entré en esta profesión hace treinta años, todos sabíamos que el propósito de producir estrenos mundiales era llamar la atención y lograr que se publicara una crítica en el New York Times. Por lo tanto, una ópera tendría un estreno mundial y luego quedaba olvidada. Ahora no es así.

PREGUNTA: ¿Cuál es el mayor reto en su terreno, desde su propia perspectiva?

RESPUESTA: Diría que es la realidad de saber que hay tantas diferentes opciones de entretenimiento mucho menos costosas -- incluso quedarse en la casa a escuchar grabaciones o ver un DVD o 120 canales en la televisión. Estos nuevos medios amenazan con echar a la ópera y la sinfonía fuera de la pantalla de radar de la conciencia pública. Hay muchos, muchísimos cantantes nuevos realmente, realmente buenos. Pero, de alguna manera, no encuentran la oportunidad de convertirse en personajes célebres tal como lo hicieron Luciano Pavarotti o Beverly Sills en el pasado. La atención de los medios se enfoca en cosas que tienen un mayor común denominador entre el público.

Hay otra dificultad -- el cambio demográfico en las ciudades norteamericanas que tiende a marginar a las grandes civilizaciones occidentales. La ópera y la música seria no llegan a los nuevos grupos de inmigrantes en las ciudades de los Estados Unidos. Lograr esto llevará generaciones. Mientras tanto, la música debe sobrevivir de alguna manera.

PREGUNTA: ¿Hay alguna nueva tradición musical que nos llega desde el exterior? Y, de ser así, ¿cuáles son las influencias creadoras?

RESPUESTA: En la ópera, las influencias creadoras de importancia son los directores de escena que vuelven a interpretar el repertorio existente de los siglos XVII, XVIII y XIX en formas nuevas y, algunas veces, radicales -- frecuentemente con gran disgusto del público tradicional. En cierta manera, los directores han logrado atraer a un público nuevo, más joven, un público más interesado en el arte visual. La gran prueba de la "ópera de los directores" será la nueva administración de la Opera de San Francisco -- especialmente su directora general Pamela Rosenberg. Aunque original de California, Pamela ha desempeñado su carrera profesional hasta este momento en ciudades como Amsterdam, Francfort y Stuttgart, donde absorbió una sensibilidad modernista. Su repertorio y sus producciones serán un reto para el público básicamente tradicional de San Francisco.

En lo que respecta a compositores, la gente parece quedarse en donde está -- con algunas excepciones -- como Tan Dun. Pero siguen viniendo directores del extranjero, así como algunos directores norteamericanos continúan siendo populares en el extranjero.

PREGUNTA: Cuando piensa en los compositores gigantes del pasado -- Leonard Berstein, Samuel Barber, Aaron Copland y otros -- ¿existe una nueva generación de luminarias en la música?

RESPUESTA: Creo que habría que llamar al compositor John Adams un "compositor gigante". Su música ha abarcado el género orquestal y operático. Nadie más viene a la mente en la tradición de un Copland o un Bernstein.

PREGUNTA: ¿Cómo, en estos tiempos de deterioro económico, continúa usted trabajando?

RESPUESTA: Somos más conservadores en nuestra programación. Somos increíblemente escrupulosos en lo que respecta a nuestros costos. Aprovechamos toda oportunidad para hacer las cosas en forma más eficiente.

PREGUNTA: Especule, por un momento, sobre cómo será diferente su terreno en los próximos diez años.

RESPUESTA: Me encantaría profetizar una nueva edad de oro. Los retos mencionados antes -- la competencia de los otros medios y los cambios demográficos -- empeorarán con el alto costo de la ópera y la sinfonía. La ópera por lo menos tiene el elemento visual, que debemos aprovechar hasta donde sea posible. No veo que vaya más allá de un estado evolucionario. Creo que seguirá habiendo ópera de calidad en los principales centros urbanos norteamericanos y en festivales como el de la Opera de Santa Fe. Habrá intentos continuos de atraer y cultivar públicos nuevos. El nivel de capacitación de los artistas norteamericanos, el aspecto teatral de la ópera y las nuevas obras con temas o influencias norteamericanos harán que la ópera siga siendo viable.

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La entrevista con David Gockley la realizó Michael J. Bandler.
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Para ver nuestra Galería de Fotos en "música", favor de ir a
http://usinfo.state.gov/journals/itsv/0403/ijse/gallery.htm
(en inglés)

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