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Para Su Publicación Inmediata
Oficina del Secretario de Prensa
14 de septiembre de 2001

Declaraciones del Presidente Durante la Ceremonia
del Día Nacional de Oración y Recuerdo

La Catedral Nacional
Washington, D.C.

1:00 P.M. EDT

    EL PRESIDENTE: Nos encontramos aquí en plena aflicción. Tantos han sufrido pérdidas tan grandes, y hoy expresamos el dolor de la nación. Venimos ante Dios para rezar por los desaparecidos y los muertos, y por aquellos quienes los aman.

    El martes, nuestro país fue atacado con crueldad deliberada y masiva. Hemos visto las imágenes de incendio y cenizas, y de acero doblado.

    Ahora vienen los nombres, la lista de víctimas que recién comenzamos a leer. Son los nombres de los hombres y las mujeres que comenzaron sus días en sus escritorios o en un aeropuerto, atareados con la vida. Son los nombres de las personas que enfrentaron la muerte, y en sus últimos momentos llamaron a casa a decir, sean valientes, y los amo.

    Son los nombres de los pasajeros quienes desafiaron a los asesinos, y previnieron el asesinato de otros en tierra. Son los nombres de los hombres y las mujeres que llevaban el uniforme de los Estados Unidos, y murieron es sus puestos.

    Son los nombres de los socorristas, aquellos a quienes la muerte encontró corriendo escaleras arriba y hacia las llamas para ayudar a otros. Leeremos todos estos nombres. Pausaremos ante ellos, para enterarnos de sus historias, y muchos estadounidenses sollozarán.

    A los hijos y los padres y los cónyuges y las familias y los amigos de los perdidos, ofrecemos el más profundo pésame de la nación. Y les aseguro, no se encuentran solos.

    Apenas tres días tras estos eventos, los estadounidenses aún no sienten la distancia de la historia. Pero nuestra responsabilidad ante la historia ya está clara: responder a estos ataques y liberar al mundo del mal.

    Se ha librado una guerra contra nosotros por medio del sigilo y la decepción. Esta nación es pacífica, pero feroz cuando llevada a la ira. Este conflicto se inició a la hora y bajo los términos de otros. Concluirá de una manera, a una hora de nuestra selección.

    Nuestra determinación como una nación es firme. Sin embargo, nuestras heridas como pueblo son recientes y frescas, y nos llevan a la oración. En muchas de nuestras oraciones de esta semana, hay búsqueda y honestidad. En la Catedral de San Patricio en Nueva York el martes, una mujer dijo, "Recé a Dios que nos diera una señal que Él aún se encuentra aquí". Otros rezaron por lo mismo, buscando de hospital en hospital, portando fotos de aquellos perdidos.

    Las señales de Dios no siempre son las que buscamos. Aprendemos en la tragedia que su voluntad no es siempre la nuestra. Sin embargo, las oraciones de sufrimiento privado, sean dichas en casa o en esta gran catedral, son sabidas y escuchadas, y entendidas.

    Hay oraciones que nos ayudan a subsistir durante el día, o sobrellevar la noche. Hay oraciones de amigos y extraños, que nos dan fuerza durante la travesía. Y hay oraciones que doblegan nuestra voluntad a una voluntad mayor que la propia.

    Este mundo que Él creó es un diseño moral. La aflicción y la tragedia y el odio duran sólo cierto tiempo. El bien, el recuerdo y el amor no tienen fin. Y el Señor de la vida sostiene a todos los que mueren, y a todos los que se acongojan.

    Se dice que la adversidad nos deja conocernos a nosotros mismos. Esto también es verdad en el caso de una nación. En esta prueba, hemos sido recordados, y el mundo ha visto, que nuestros hermanos estadounidenses son generosos y bondadosos, ingeniosos y valientes. Vemos nuestro carácter nacional en los socorristas que trabajan más allá del agotamiento; en las largas colas de donantes de sangre; en los miles de ciudadanos quienes han pedido trabajar y prestar servicios de cualquier manera posible.

    Y hemos visto nuestro carácter nacional en elocuentes actos de sacrificio. Dentro del World Trade Center, un hombre que pudo haberse salvado a sí mismo se quedó hasta el final al lado de su amigo cuadriplégico. Un amado sacerdote murió dándole la extremaunción a un bombero. Dos trabajadores de oficina, al encontrar una extraña discapacitada, la cargaron sesenta y ocho pisos abajo, a la seguridad. Un grupo de hombres condujo a lo largo de la noche, de Dallas a Washington, para traer transplantes de piel para las víctimas quemadas.

    En estos actos, y en muchos otros, los estadounidenses mostraron profunda dedicación unos a los otros, y un amor perdurable por nuestro país. Hoy, sentimos lo que Franklin Roosevelt llamó el cálido coraje de la unidad nacional. Esta es una unidad de todos los credos, de todos los orígenes.

    Ha reunido a partidos políticos en ambas cámaras del Congreso. Es evidente en los servicios de oración y las vigilias a la luz de la vela, en las banderas estadounidenses que se despliegan con orgullo, y que ondulan en desafío.

    Nuestra unidad es una hermandad de aflicción, y una firme determinación a prevalecer contra nuestros enemigos. Y esta unidad contra el terror se está extendiendo ahora por todo el mundo.

    Estados Unidos es una nación llena de buena fortuna, con mucho por lo cual estar agradecido. Pero no somos dispensados del sufrimiento. Durante todas las generaciones, el mundo ha producido enemigos de la libertad humana. Han atacado a los Estados Unidos porque somos el hogar y el defensor de la libertad. Y el compromiso de nuestros padres es ahora el llamado de nuestros tiempos.

    En este día nacional de oración y recuerdo, pedimos a Dios todopoderoso que vele por nuestra nación, y nos otorgue la paciencia y la determinación en todo lo que ha de venir. Oramos que Él alivie y consuele a todos aquellos quienes ahora caminan con pesar. Le agradecemos por cada una de las vidas por las cuales ahora debemos guardar luto, y por la promesa de una vida futura.

    Como se nos ha asegurado, ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni los poderes, ni el presente, ni el futuro, ni la altura, ni la profundidad, podrán separarnos del amor de Dios. Que Dios bendiga las almas de los difuntos. Que Dios consuele nuestras propias almas. Y que siempre guíe a nuestro país.

    Que Dios bendiga a los Estados Unidos.

                             END                 1:07 P.M. EDT


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