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Office of the Press Secretary
19 de noviembre de 2003
DECLARACIONES DEL PRESIDENTE EN EL PALACIO WHITEHALL
Royal Banqueting House-Palacio Whitehall
Londres, Inglaterra
1:24 P.M. (Hora local)
EL PRESIDENTE: Muchísimas gracias. Secretario Straw y
Secretario Hoon; Almirante Cobbald y Dr. Chipman; distinguidos invitados:
Deseo agradecerles por la muy cálida bienvenida que nos han otorgado a mí y
a Laura. También le agradezco a los grupos que organizan este evento: El
Instituto Real de Servicios Unidos (The Royal United Services Institute), y
el Instituto Internacional para Estudios Estratégicos (International
Institute for Strategic Studies). Nos honra estar en el Reino Unido y les
traemos los buenos augurios del pueblo estadounidense.
Me señalaron que el último estadounidense célebre que visitó
Londres se quedó en una caja de vidrio que colgaba sobre el Támesis.
(Risas.) Algunos habrían estado contentos de darme hospedaje similar.
(Risas.) Le agradezco a Su Majestad la Reina por interceder. (Risas.) Nos
honra alojarnos en su casa.
Los estadounidenses que viajan a Inglaterra siempre observan más
similitudes con nuestro país que diferencias. Yo solamente he estado aqu
por un corto tiempo, pero he observado que la tradición de la libertad de
expresión - ejercida con entusiasmo. (risas) - está viva y coleando aquí en
Londres. También la tenemos en casa. Ahora tienen ese derecho en Bagdad
también. (Aplausos.)
El pueblo de Gran Bretaña también puede observar algunos rasgos
familiares en los estadounidenses. Algunas veces nos culpan por una
creencia ingenua que la libertad puede cambiar el mundo. Si eso es un
error, comenzó al leer demasiado de John Locke y Adam Smith. A los
estadounidenses se les ha llamado, de vez en cuando, moralistas que
usualmente hablan en términos del bien y el mal. Ese ardor ha sido
inspirado por ejemplos en esta isla, por la compasión infatigable de Lord
Shaftesbury, el valor justo de Wilberforce, y la determinación firme de la
Marina Real (Royal Navy) a lo largo de décadas de combatir contra la trata
de esclavos y ponerle fin.
Se dice correctamente que los estadounidenses son un pueblo
religioso. Eso se debe, en parte, a que las "Buenas Nuevas" fueron
traducidas por Tyndale, predicadas por Wesley y puestas en práctica según
el ejemplo de William Booth. Algunas veces se dice que los estadounidenses
tienen una vena puritana - ¿de dónde habrá salido eso? (Risas.) Bueno,
podemos empezar con los Puritanos.
Los estadounidenses han añadido unos cuantos rasgos propios a este
bello patrimonio: la buena influencia de nuestros inmigrantes, el espíritu
de la frontera. Sin embargo, aún queda algo de Inglaterra en cada
estadounidense. Mucho de nuestro carácter nacional proviene de ustedes, y
nos alegramos de ello.
El compañerismo que data muchas generaciones es la causa de las
creencias en común. Creemos en sociedades abiertas que viven de acuerdo a
convicciones morales. Creemos en mercados privados, humanizados por un
gobierno compasivo. Creemos en economías que remuneren el esfuerzo,
comunidades que protegen al débil, y el deber de las naciones de respetar
la dignidad y los derechos de todos. Y aprenda uno estos ideales ya sea en
el Condado de Durham o Texas Occidental, ellos infunden el respeto mutuo e
inspiran un propósito en común.
Más que una alianza de seguridad y comercio, el pueblo británico y
el estadounidense tienen una alianza de valores. Y, hoy en día, esta vieja
y probada alianza es muy fuerte. (Aplausos.)
Las más profundas creencias de nuestras naciones establecen la
dirección de nuestras políticas exteriores. Valoramos nuestros propios
derechos civiles, por lo cual defendemos los derechos humanos de otros.
Declaramos la dignidad otorgada por Dios de cada persona, y por lo tanto,
la pobreza y la opresión y la hambruna y la enfermedad, nos mueven a la
acción. Los Estados Unidos y Gran Bretaña comparten una misión en el mundo
más allá del equilibrio de poder o la simple búsqueda de intereses.
Buscamos el avance de la libertad y la paz que conlleva la libertad.
Nuestras naciones se mantienen y sacrifican juntas para alcanzar esta alta
meta en una tierra distante ahora mismo. Y Estados Unidos honra el
idealismo y la valentía de los hijos e hijas de Gran Bretaña.
El último Presidente en alojarse en el Palacio de Buckingham era,
sin lugar a dudas, un idealista. En una cena ofrecida por el Rey Jorge V,
en 1918, Woodrow Wilson hizo una promesa; con la típica atenuación
estadounidense, prometió solemnemente que el bien y la justicia se
convertirían en la fuerza predominante y controladora del mundo.
El Presidente Wilson vino a Europa con sus 14 Puntos para la Paz.
Muchos lo felicitaron por su visión; sin embargo, muchos dudaron. Tomemos,
por ejemplo, el Primer Ministro de Francia. Se quejó que el propio Dios
sólo tenía 10 mandamientos. (Risas.) Suena familiar. (Risas.)
Sin embargo, en el punto alto del idealismo de Wilson, Europa estaba
a una corta generación de Munich y Auschwitz y el bombardeo alemán de Gran
Bretaña (Blitz). En retrospectiva, vemos las razones de ser. La Liga de las
Naciones, al carecer tanto de credibilidad como de voluntad, colapsó al
primer desafío de los dictadores. Las naciones libres no reconocieron, y
mucho menos confrontaron, el mal agresivo a plena vista. Y entonces los
dictadores se ocuparon de sus asuntos, alimentando resentimientos y el
antisemitismo, trayendo la muerte a gente inocente en esta ciudad y en todo
el mundo y llenando el siglo pasado con violencia y genocidio.
Mediante la Guerra Mundial y la Guerra Fría aprendimos que el
idealismo, si ha de hacer algún bien en este mundo, requiere un propósito
en común y fortaleza nacional, valor moral y paciencia en las tareas
difíciles. Y ahora nuestra generación necesita estas cualidades.
El 11 de septiembre de 2001, terroristas dejaron su huella de
asesinatos en mi país y tomaron las vidas de 67 ciudadanos británicos. Con
el paso de los meses y los años, es el deseo natural humano el reanudar una
vida tranquila y dejar ese día atrás, como despertando de una pesadilla. La
esperanza que el peligro haya pasado es reconfortante, se entiende y es
falsa. Los atentados que siguieron - en Bali, Yakarta, Casablanca, Bombay,
Mombasa, Najaf, Jerusalén, Riyadh, Bagdad, y Estambul - no fueron sueños.
Son parte de la campaña global de las redes terroristas para intimidad y
desmoralizar a todos los que se les oponen.
Estos terroristas eligen al inocente como blanco y matan de a miles.
Y si obtienen las armas que buscan, matarían de a millones y no
terminarían. La mayor amenaza de nuestra era es armas nucleares, químicas o
biológicas en manos de los terroristas y de los dictadores que los ayudan.
El mal está a plena vista. El peligro solo aumenta con su negación. Grandes
responsabilidades nuevamente recaen en las grandes democracias.
Enfrentaremos estas amenazas con los ojos abiertos y los derrotaremos.
(Aplausos.)
La paz y la seguridad de las naciones libres ahora descansan en
tres pilares: Primero, las organizaciones internacionales deben estar a la
altura de los desafíos que enfrenta nuestro mundo, desde levantar los
estados fracasados hasta oponerse a la proliferación.
Tal como 11 Presidentes antes que yo, creo en las instituciones y
alianzas internacionales que los Estados Unidos ayudó a crear y ayuda a
dirigir. Los Estados Unidos y Gran Bretaña han trabajado arduamente para
ayudar a hacer de las Naciones Unidas lo que debería ser - un instrumento
efectivo para nuestra seguridad colectiva. En meses recientes, hemos
buscado y ganado tres resoluciones adicionales sobre Iraq - las
Resoluciones 1441, 1483 y 1511 - precisamente porque el peligro de terror
global requiere una respuesta global. Las Naciones Unidas no tiene un
defensor más convincente que el Primer Ministro de ustedes, quien a cada
vuelta ha defendido sus ideales y apelado a su autoridad. Él también
entiende que la credibilidad de las Naciones Unidas depende de su deseo de
cumplir su palabra y actuar cuando se necesita actuar.
Los Estados Unidos y Gran Bretaña han hecho y harán todo lo que está
en su poder para prevenir que las Naciones Unidas escoja solemnemente su
propia irrelevancia y procure el destino de la Liga de las Naciones. No es
suficiente enfrentar los peligros del mundo con resoluciones; debemos
enfrentar esos peligros con determinación.
En este siglo, así como en el pasado, las naciones pueden lograr
más estando juntas que separadas. Durante 54 años, Estados Unidos ha
apoyado a nuestros socios en la OTAN, la institución multilateral más
efectiva de la historia. Estamos comprometidos a esta gran alianza
democrática y creemos que debe tener la voluntad y la capacidad de actuar
más allá de Europa donde emerjan las amenazas.
Mi nación aprueba la creciente unidad de Europa, y el mundo
necesita a los Estados Unidos y la Unión Europea para dedicarse en común
propósito al progreso de la seguridad y la justicia. Los Estados Unidos
coopera con cuatro otras naciones para enfrentar los peligros que
representa Corea del Norte. Los Estados Unidos cree que la IAEA debe ser
leal a su propósito y atener a Irán a sus obligaciones.
Nuestra primera elección y nuestra práctica constante es trabajar
con otros gobiernos responsables. También entendemos que el éxito del
multilateralismo no se mide sólo por la observancia de sistemas, el buen
orden del proceso, sino por los resultados que logramos para mantener
seguras nuestras naciones.
El segundo pilar de paz y seguridad en nuestro mundo es el deseo de
las naciones libres, cuando llega el último recurso, de retener *[sic] la
agresión y el mal por la fuerza. Existen objeciones basadas en principios
sólidos al uso de la fuerza en cada generación, y le doy crédito a los
buenos motivos detrás de estas opiniones.
Sin embargo, los que están en posiciones de autoridad no son
juzgados solamente por buenas motivaciones. El pueblo nos ha dado el deber
de defenderlos. Y ese deber algunas veces requiere el control violento de
hombres violentos. En algunos casos, el uso moderado de la fuerza es todo
lo que nos protege de un mundo caótico gobernado por la fuerza.
La mayor parte del Occidente pacífico no tiene memoria personal de
ese tipo de mundo. Sin embargo, en algunos países, las memorias son
recientes: Las víctimas de la purificación étnica en los Balcanes,
aquellos que sobrevivieron a los violadores y a los escuadrones de la
muerte, tuvieron pocos escrúpulos cuando la OTAN aplicó la fuerza para
ayudar a terminar con esos crímenes. Las mujeres de Afganistán,
encarceladas en sus casas y golpeadas en las calles y ejecutadas en
espectáculos públicos, no nos reprocharon por derrotar al Talibán. Los
habitantes del infierno Baatista de Iraq, con sus palacios lujosos y sus
cámaras de tortura, con sus estatuas masivas y sus fosas comunes, no
extrañan a su fugitivo dictador. Se regocijaron ante su derrota.
En todos estos casos, la acción militar fue precedida por
iniciativas y negociaciones diplomáticas y ultimata y oportunidades finales
antes del momento final. En Iraq, al dictador se le dio la oportunidad de
justificar sus programas de armas y finalizar la pesadilla para su pueblo.
Ahora las resoluciones que desafió se han hecho respetar.
Y, ¿quién podrá decir que Iraq estaba mejor cuando Sadam Hussein se
pavoneaba y mataba, o que el mundo era más seguro cuando él tenía poder?
¿Quién duda que Afganistán sea una sociedad más justa y menos peligrosa sin
Mullah Omar como anfitrión de terroristas de todo el mundo? Y Europa
también se encuentra mucho mejor al responder Milosevic por sus crímenes en
vez de estar cometiendo más.
Se ha dicho que para aquellos que viven cerca de una estación de
policía se les hace creer en el triunfo de la violencia, de la misma manera
en que los pueblos libres podrían verse tentados a tomar por sentadas las
sociedades ordenadas que hemos llegado a conocer. La unidad pacífica de
Europa es uno de los grandes logros de la última mitad de siglo. Y dado que
los países europeos ahora resuelven sus diferencias mediante negociaciones
y consensos, algunas veces existe la suposición que el mundo entero
funciona de la misma manera. Pero nunca nos olvidemos de cómo se logró la
unidad en Europa - mediante armadas de liberación aliadas y armadas de
defensa de la OTAN. Y nunca olvidemos, más allá de las fronteras de Europa,
en un mundo en donde la opresión y la violencia son bien reales, que la
liberación es todavía una meta moral, y la libertad y la seguridad todavía
necesita defensores. (Aplausos.)
El tercer pilar de seguridad es nuestro compromiso a la expansión
mundial de la democracia, y la esperanza y el progreso que conlleva, como
la alternativa a la inestabilidad y al odio y terror. No podemos contar
únicamente con el poder militar para garantizar nuestra seguridad a largo
plazo. La paz duradera se gana a medida que la justicia y la democracia
progresan.
En sociedades democráticas y exitosas, los hombres y las mujeres no
juran lealtad a malcontentos y asesinos; vuelcan sus corazones y su labor a
construir mejores vidas. Y los gobiernos democráticos no albergan
campamentos terroristas ni atacan a sus vecinos pacíficos; honran las
aspiraciones y la dignidad de su propio pueblo. En nuestro conflicto con el
terror y la tiranía, tenemos una ventaja sin par, un poder que no se puede
resistir, y eso es el llamamiento a la libertad de toda la humanidad.
Como poderes mundiales, ambas de nuestras naciones sirven a la
causa de la libertad de muchas maneras, en muchos lugares. Al promover el
desarrollo, combatir la hambruna y el sida y otras enfermedades, cumplimos
con nuestros deberes morales, de fomentar la estabilidad y forjar una base
más firme para las instituciones democráticas. Al esforzarnos por buscar la
justicia en Birmania, en Sudán y en Zimbabwe, damos esperanza a pueblos
sufrientes y mejoramos las oportunidades de estabilidad y progreso. Al
extender el alcance del comercio promovemos la prosperidad y las prácticas
de la libertad. Y al promover la libertad en el gran Medio Oriente,
ayudamos a ponerle fin al ciclo de dictadura y radicalismo que lleva a la
miseria a millones de personas y representa un peligro para nuestro propio
pueblo.
Hay muchísimo en juego en esta región. Si el Medio Oriente sigue
siendo un lugar donde no florece la libertad, continuará siendo un lugar de
estancamiento e ira y violencia para la exportación. Y como vimos en las
ruinas de dos torres, no existe suficiente distancia en el mapa para
proteger nuestras vidas y estilo de vida. Si el gran Medio Oriente se une a
la revolución democrática que ha llegado a gran parte del mundo, las vidas
de millones en dicha región serán mejoradas y se pondrá fin a una tendencia
al conflicto y el temor a su raíz.
Los cambios históricos no sucederán tan rápidamente. Debido a
nuestro propio desarrollo democrático - el fecho que fue gradual y, a
veces, turbulento - debemos ser pacientes con otros. Y los países del Medio
Oriente tienen cierto camino por recorrer.
Los eruditos árabes hablan de un déficit de libertad que ha
separado a naciones enteras del progreso de nuestra época. Los elementos
esenciales del progreso social y material - el gobierno limitado, la
justicia conforme a la ley en condiciones de igualdad, la libertad
religiosa y económica, la participación política, la prensa libre y el
respeto de los derechos de la mujer - han sido escasos en la región. Sin
embargo, esto ha comenzado a cambiar. En la curva de la reforma de
Marruecos a Jordania a Qatar, estamos viendo elecciones y protección a la
mujer y el surgimiento del pluralismo. Muchos gobiernos están dándose
cuenta de que la teocracia y la dictadura no llevan a la grandeza nacional;
terminan en ruina nacional. Están descubriendo, como lo harán otros, que el
progreso nacional y la dignidad se logran cuando los gobiernos son justos y
los pueblos son libres.
El progreso democrático que hemos visto en el Medio Oriente no fue
impuesto desde el extranjero, ni tampoco será impuesto el mayor progreso
que esperamos ver. La libertad, por definición, debe ser escogida y
defendida por aquellos que la eligen. Nuestra parte, en calidad de naciones
libres, es aliarnos con la reforma, dondequiera que tenga lugar.
Quizá el cambio más útil que podemos hacer es modificar nuestra
manera de pensar. En el Occidente, ha habido cierto escepticismo sobre la
capacidad o incluso el deseo de autogobierno de las personas del Medio
Oriente. Se nos dice que islam, por alguna razón, va en contra de una
cultura democrática. Sin embargo, más de la mitad de los musulmanes del
mundo actualmente son ciudadanos que aportan mucho a sociedades
democráticas. Se sugiere que los pobres, en su lucha diaria, están poco
interesados en el autogobierno. Sin embargo, los pobres necesitan el poder
de la democracia en particular para defenderse de las elites corruptas.
Los pueblos del Medio Oriente comparten una civilización avanzada,
una religión de responsabilidad personal y una necesidad de libertad tan
profunda como la nuestra. No es realismo suponer que un quinto de la
humanidad no es apta para la democracia. Es pesimismo y condescendencia, y
no deberíamos ser parte de ello. (Aplausos.)
Debemos acabar con décadas de política fallida en el Medio Oriente.
Su nación y la mía, en el pasado, han estado dispuestas a regatear, a
tolerar la opresión por el bien de la estabilidad. Los vínculos antiguos a
menudo nos han llevado a pasar por alto los defectos de las elites locales.
Sin embargo, este regateo no resultó en estabilidad ni nos protegió.
Simplemente pospuso lo inevitable, mientras que los problemas se agravaban
y las ideologías se arraigaban.
Como la historia reciente ha mostrado, no podemos hacer la vista
gorda a la opresión simplemente porque la opresión no se encuentra entre
nosotros. Ya no podemos pensar que la tiranía es benévola porque es
conveniente por el momento. La tiranía nunca es benévola con sus víctimas y
nuestras grandes democracias deben oponer la tiranía dondequiera que se
encuentre. (Aplausos.)
Ahora seguimos un curso distinto, una estrategia avanzada de
libertad en el Medio Oriente. Desafiaremos consistentemente a los enemigos
de la reforma y confrontaremos a los aliados del terrorismo. Esperaremos un
estándar más alto de nuestros amigos en la región y cumpliremos con
nuestras responsabilidades en Afganistán y en Iraq al concluir la labor de
la democracia que hemos iniciado.
Hubo desacuerdos de buena fe en su país y el mío sobre el curso y el
momento de la acción militar en Iraq. A pesar de lo sucedido, ahora tenemos
solamente dos opciones: cumplir con nuestra palabra o faltar a ella. El
fracaso de la democracia en Iraq volvería a poner a su pueblo en la miseria
y entregaría el país a los terroristas que desean destruirnos. Sin embargo,
la democracia triunfará en Iraq, debido a que nuestra voluntad es firme,
nuestra palabra vale y el pueblo iraquí no renunciará a su libertad.
(Aplausos.)
Desde la liberación de Iraq, hemos visto cambios que apenas
podríamos haber imaginado hace un año. Una nueva fuerza policíaca de Iraq
protege a la gente en vez de intimidarla. Ahora se publican más de 150
diarios iraquíes que escriben lo que desean, no lo que se les ordena. Las
escuelas están abiertas, con textos libres de propaganda. Los hospitales
están operando y están bien abastecidos. Iraq tiene una nueva moneda, el
primer batallón de un ejército nuevo, gobiernos locales representativos y
un Consejo de Gobierno con un calendario dinámico para la soberanía
nacional. Este es progreso considerable. Y gran parte de él ha sucedido más
rápidamente que esfuerzos similares en Alemania y Japón después de la
Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, la violencia que actualmente vemos en Iraq es grave. Y
proviene de los Baatistas reacios y los combatientes de otros países y
terroristas a quienes les atrae la posibilidad del derramamiento de sangre
de los inocentes. Es propio del terrorismo y de la crueldad de unos cuantos
tratar de causarles dolor a muchos con pérdidas. Las Fuerzas Armadas de
ambos de nuestros países has sufrido bajas, lamentadas profundamente por
nuestros ciudadanos. Algunas familias ahora viven con el peso de un gran
pesar. No podemos aliviar su dolor. Pero dichas familias deben saber que no
están solas. Rezamos por su fuerza; rezamos por su consuelo; y nunca
olvidaremos la valentía de sus seres queridos.
Los terroristas tienen un propósito, una estrategia en su crueldad.
Consideran el surgimiento de la democracia en Iraq una amenaza poderosa a
sus ambiciones. Están correctos sobre esto. Creen que sus actos de
terrorismo contra nuestra coalición, contra los trabajadores
internacionales de ayuda y contra iraquíes inocentes harán que demos marcha
atrás y nos retiraremos. Están equivocados sobre esto. (Aplausos.)
No enviamos a cientos de miles al centro de Iraq y pagamos un
precio amargo por las bajas y liberamos a 25 millones de personas para
simplemente retirarnos ante una pandilla de secuaces y asesinos.
(Aplausos.) Ayudaremos al pueblo iraquí a establecer un país pacífico y
democrático en el centro del Medio Oriente. Y al hacerlo, defenderemos a
nuestro pueblo del peligro.
La avanzada estrategia de libertad también debe aplicarse al
conflicto árabe-israelí. Es un periodo difícil en una región del mundo que
ha visto muchos de ellos. Sin embargo, nuestra determinación sigue siendo
firme. Buscamos la justicia y la dignidad. Buscamos un Estado viable,
independiente para el pueblo palestino, que ha sido traicionado por otros
durante demasiado tiempo. (Aplausos.) Buscamos la seguridad y el
reconocimiento del Estado de Israel, que ha vivido bajo las tinieblas de la
muerte fortuita durante demasiado tiempo. (Aplausos.) Estos, en sí, son
objetivos nobles y al lograrlos también eliminaremos la oportunidad y la
excusa para el odio y la violencia en el resto del Medio Oriente.
Lograr la paz en la Tierra Santa no es sólo cuestión del trazo de
una frontera. Al resolver los detalles de la paz, debemos considerar lo
esencial, que es la necesidad de una democracia palestina viable. No
alcanzarán la paz los dirigentes palestinos que intimidan a la oposición,
que toleran y se benefician de la corrupción y mantienen sus vínculos a los
grupos terroristas. Estos son los métodos de las elites antiguas, que una y
otra vez han puesto sus propios intereses por encima de los intereses del
pueblo al que mantienen servir. El pueblo palestino que sufre desde hace
tiempo merece algo mejor. Merece verdaderos, capaces de crear y gobernar un
Estado palestino.
Después de varias adversidades y frustraciones en meses recientes,
la buena voluntad y los esfuerzos arduos pueden resultar en un Estado
palestino y un Israel protegido. Aquellos que posiblemente gobiernen una
Palestina nueva deben adoptar medios pacíficos para hacer efectivos los
derechos de su pueblo y crear las instituciones reformadas de una
democracia estable.
Israel debe detener la construcción de colonias, desmantelar los
puestos avanzados no autorizados, ponerle fin a la humillación diaria del
pueblo palestino y no perjudicar las negociaciones finales con la
colocación de muros y cercos.
Los estados árabes deben acabar con la incitación en sus propios
medios, cortar los fondos públicos y privados para el terrorismo y
establecer relaciones normales con Israel.
Los líderes en Europa deben retirar toda aprobación y apoyo a
cualquier dirigente palestino que le falle a su pueblo y traicione su
causa. Y los líderes de Europa - y todos los líderes - deben oponerse
firmemente al antisemitismo, el cual contamina los debates públicos sobre
el futuro del Medio Oriente. (Aplausos.)
Damas y caballeros, se encuentran ante nosotros objetivos
importantes que hacen a nuestra alianza del Atlántico más vital de lo que
jamás lo han sido. Promoveremos la fuerza y eficiencia de las instituciones
internacionales. Usaremos la fuerza cuando sea necesaria para la defensa de
la libertad. Y mantendremos un ideal de democracia en todas las regiones
del mundo. Sobre estos tres pilares forjaremos la paz y la seguridad de
todas las naciones libres durante una época de peligro.
Sin embargo, los vínculos entre nuestras naciones son más profundos
que la relación entre líderes. Estos vínculos perduran porque son creados
por la experiencia y las responsabilidades y la adversidad que hemos
compartido. Y en la memoria de nuestros pueblos, siempre habrá una
experiencia, un evento central cuando se selló la amistad entre Gran
Bretaña y los Estados Unidos: La llegada a Gran Bretaña de más de 1.5
millones de soldados y pilotos estadounidenses en los años de la década de
1940 fue un punto decisivo en la Segunda Guerra Mundial. Para muchos
británicos, fue el primer vistazo cercano que tuvieron de los
estadounidenses, aparte de las películas. Puede ser que algunos de ustedes
aquí presente hoy todavía se acuerden de la "invasión amistosa". Nuestros
muchachos, tomó tiempo acostumbrarse a ellos. Existía un dicho acerca de lo
que muchos de ellos estaban haciendo - además de estar "aquí y
sobrepagados". (Risas.)
En una reunión en el Norte de Londres hace algunos años, un piloto
estadounidense que se había establecido en Inglaterra después de su
servicio militar, dijo: "Bueno, todavía estoy aquí, y probablemente (sigo)
sobrepagado. Así es que dos de tres no está mal". (Risas.)
En ese tiempo de guerra, el pueblo ingles sí se acostumbró a los
estadounidenses. Acogieron a los soldados y pilotos en sus pueblos y en sus
hogares, y los llamaron "nuestros muchachos". Aproximadamente 70,000 de
esos muchachos pusieron de su parte para asegurar nuestra relación
especial. Regresaron a casa con novias inglesas.
Los estadounidenses se hicieron merecedores de una cierta imagen de
Gran Bretaña también. Vimos una isla amenazada en cada lado, un líder que
no flaqueó, y un país con un carácter de lo más firme. Y eso no ha
cambiado. El pueblo británico es el tipo de aliado que uno quiere cuando se
necesita hacer un trabajo serio. Los hombres y mujeres de este Reino son
bondadosos y tenaces y generosos y valientes. Y Estados Unidos tiene suerte
de llamar a este país nuestro amigo más cercano en el mundo.
Que Dios los bendiga a todos. (Aplausos.)
END 2:03 P.M. (Local)
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