agosto 15, 2002
Nuevo tipo de vacuna contra la malaria es eficaz en ratones
Una nueva vacuna contra la principal toxina producida por los
parásitos que causan la malaria puede aliviar algunos de los
efectos más peligrosos de la enfermedad en ratones. Si se puede
adaptar tal vacuna para que sea usada en seres humanos, ésta
podría proporcionar la protección necesaria contra una
enfermedad que mata a dos millones de personas por año en todo
el mundo.
La malaria afecta aproximadamente a entre el cinco y el diez por
ciento de la población mundial. Existe una gran demanda de
drogas nuevas para combatir la malaria porque los parásitos que
diseminan la enfermedad se están haciendo rápidamente
resistentes a las drogas contra la malaria estándares, como la
cloroquina y la mefloquina. Aunque las vacunas han sido propuestas como
alternativa a la drogoterapia contra la malaria, ninguna ha resultado
eficaz para combatir la enfermedad. Una de las claves para desarrollar
una vacuna exitosa depende de la identificación de la
molécula acertada que puede estimular una inmunorrespuesta
contra el patógeno invasor.
“Estamos buscando una molécula económica y sintética que se pueda conjugar a una proteína portadora que esté aprobada para el uso en seres humanos.”
Louis Schofield
Actualmente, investigadores conducidos por Louis Schofield, becario
de investigación internacional del Instituto Médico
Howard Hughes, en el Instituto de Investigación Médica
Walter y Eliza Hall en Melbourne, Australia, han identificado una
toxina, el glicosilfosfatidilinositol (GPI, por sus siglas en
inglés), que contribuye a la virulencia de la malaria en
ratones, y muy probablemente en seres humanos. Los científicos
publicaron su trabajo sobre el GPI en el número del 15 de agosto
de 2002, de la revista Nature.
“En 1886, Camillo Golgi propuso que la malaria producía
una toxina que parecía estar asociada a las fiebres
periódicas e intensas causadas por la infección”,
dijo Schofield. “En 1993, publicamos resultados sobre las
propiedades del GPI, mostrando que era una toxina que produce una
respuesta inflamatoria potente en cultivos de células y en
ratones. Ese trabajo sirvió para proponer que el GPI era la
toxina sobre la que Golgi había teorizado hace más de
cien años. Nuestro trabajo también nos llevó a
creer que el GPI constituía un excelente blanco de ataque para
una vacuna”.
El GPI es un glicolípido, molécula que consiste en
azúcar y grasa y que es un componente de las membranas
celulares. Schofield y sus colegas encontraron que una cadena de
glicanos, que es un componente básico del GPI, era necesaria
para que la molécula actuara como una toxina. Pensaron que este
glicano sería un buen candidato para ser usado en una
vacuna.
Los colaboradores de Schofield, Peter H. Seeberger y Michael C.
Hewitt, en el departamento de química del Instituto de
Tecnología de Massachusetts sintetizaron una forma pura de la
molécula glicano del GPI. “La elegante síntesis de
Seeberger proveyó por primera vez de un medio para encarar el
problema”, dijo Schofield.
Para crear un compuesto que estimule una inmunorrespuesta, Schofield
y sus colegas acoplaron el glicano sintético a grandes
moléculas portadoras que activan el reconocimiento del sistema
inmune. En pruebas iniciales, los investigadores encontraron que la
vacuna contra GPI provocaba en ratones una respuesta compuesta de
anticuerpos. Sus resultados sugirieron que el GPI del parásito
de la malaria era lo suficientemente distinto de las propias
moléculas de GPI de ratón, como para ser reconocido como
extraño.
Los investigadores también probaron los efectos de los
anticuerpos de los ratones inmunizados con la vacuna GPI en cultivos de
células inmunitarias, llamadas macrófagos. Descubrieron
que los macrófagos tratados con anticuerpos contra GPI
presentaban reacciones inmunes altamente reducidas cuando eran
expuestos a extractos del parásito de la malaria. Estos
experimentos demostraron que el mismo GPI es una toxina palúdica
capaz de producir inflamación.
Al estudiar la eficacia de la vacuna contra GPI, los investigadores
encontraron que la vacuna aliviaba tres complicaciones de la
enfermedad: acidosis sanguínea, edema pulmonar y síndrome
cerebral, en el cual el parásito causa la obstrucción de
las arterias cerebrales. “Estos resultados demuestran no
sólo la eficacia de la vacuna contra GPI en el mejor modelo
animal disponible de la enfermedad, sino también que GPI es
clave en la iniciación de todos estos efectos, a pesar de que no
existían motivos para creer que estarían conectados de
forma causal”, dijo Schofield.
Según Schofield, los resultados proporcionan evidencia
adicional de que el GPI es un buen candidato para ser usado en una
vacuna. “Encontramos efectos a lo largo de un rango de procesos
lo suficientemente amplio, por lo que tengo la seguridad de que el GPI
contribuye a la enfermedad en seres humanos”, dijo. “Sin
embargo, todavía tenemos que ser cautelosos sobre la
predicción de que podemos producir una vacuna contra GPI en
seres humanos”.
Durante los próximos años, Schofield y sus colegas
crearán una variedad de vacunas contra GPI y las
estudiarán en otros modelos animales de malaria. “Este
artículo representa solamente una prueba del precepto”,
dijo Schofield. “No representa un régimen optimizado a
ningún nivel, ni en términos de la síntesis de la
molécula GPI ni de la proteína portadora”.
Schofield enfatizó que dado que el GPI es una molécula
esencial en todos los parásitos de la malaria, una vacuna contra
GPI eficiente que pueda ser usada en seres humanos podría
resultar ser permanentemente eficaz”. Estamos buscando una
molécula económica y sintética que se pueda
conjugar a una proteína portadora que esté aprobada para
el uso en seres humanos”, dijo. “Y esta vacuna se
podría administrar a niños para que produzcan anticuerpos
muy específicos para el GPI parasítico y que no
reaccionen de forma cruzada con el GPI humano”.
El impacto clínico de tal vacuna podría ser enorme,
dijo Schofield, ya que protegería a los niños durante los
primeros años de vida, al darles tiempo para desarrollar
inmunidad adquirida contra el parásito. “El noventa por
ciento de las fatalidades por malaria se da en niños
pequeños, y lo que se espera a largo plazo es que tal vacuna
pueda convertirse en parte de la inmunización estándar de
la niñez”, dijo.
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