La enfermedad inflamatoria
pélvica (EIP, también conocida por sus siglas en
inglés como PID) es el término general que se utiliza
para referirse a infecciones que se presentan en el útero
(matriz), las trompas de Falopio (los tubos que conducen los óvulos
desde los ovarios hasta el útero) y otros órganos
reproductivos. Es una complicación frecuente y grave de
ciertas enfermedades de transmisión sexual (ETS), especialmente
la clamidia y la gonorrea. La EIP puede dañar las trompas
de Falopio y los tejidos del útero, los ovarios y las áreas
circundantes. La EIP que no recibe tratamiento puede provocar consecuencias
graves que incluyen infertilidad, embarazo ectópico (embarazo
implantado en una trompa de Falopio o en otro lugar fuera de la
matriz), formación de absceso y dolor pélvico crónico.
Se estima que cada
año más de 1 millón de mujeres sufren un episodio
de EIP aguda en los Estados Unidos. Más de 100,000 mujeres
quedan infértiles cada año a consecuencia de una
EIP y una gran proporción de los embarazos ectópicos
que se presentan cada año son el resultado de una EIP. Más
de 150 mujeres mueren anualmente de EIP o por complicaciones de
la enfermedad.
La EIP se presenta
cuando las bacterias pasan de la vagina o el cuello uterino (la
abertura al útero) de la mujer a sus órganos reproductivos.
Muchos tipos diferentes de organismos pueden causar la EIP, pero
muchos casos están asociados a la gonorrea y la clamidia,
dos enfermedades bacterianas de transmisión sexual muy frecuentes.
Haber tenido un episodio de EIP aumenta el riesgo de que se presente
otro episodio debido a que los órganos reproductivos pueden
haber sufrido daños la primera vez que se presentó la
infección.
Las mujeres sexualmente activas que están en edad de procrear
son las que están expuestas a un mayor riesgo, y las mujeres
que tienen menos de 25 años de edad tienen mayor probabilidad
de contraer EIP que las mujeres mayores de 25 años. Esto se
debe a que el cuello uterino de las adolescentes y mujeres jóvenes
no está completamente desarrollado, lo que aumenta su susceptibilidad
de contraer enfermedades de transmisión sexual relacionadas
con la EIP.
Entre más parejas sexuales tenga una mujer, mayor es el riesgo
que tiene de contraer la EIP. Asimismo, una mujer cuya pareja sexual
tenga más de una pareja sexual enfrenta un mayor riesgo de
contraer la EIP debido a que potencialmente está expuesta
a más agentes infecciosos.
Las mujeres que usan duchas vaginales tienen un riesgo más
alto de contraer EIP que las mujeres que no las utilizan. Investigaciones
han mostrado que las duchas cambian en forma dañina la composición
de la flora vaginal (organismos que viven en la vagina) y pueden
empujar las bacterias desde la vagina hacia los órganos reproductivos.
Las mujeres que utilizan dispositivos intrauterinos (DIU) pueden
tener un riesgo levemente mayor de contraer EIP cerca del
momento de la inserción del dispositivo que las mujeres que utilizan
otros anticonceptivos o las mujeres que no los utilizan. Sin embargo,
el riesgo se reduce significativamente si a una mujer se le hacen
pruebas de detección de enfermedades de transmisión
sexual, y en caso de ser necesario, se le administra el tratamiento
indicado antes de la inserción del DIU.
Los síntomas
de la EIP pueden no existir del todo o llegar a ser graves. Cuando
la EIP es causada por una infección clamidial, la mujer
puede experimentar síntomas leves o no tener síntomas
y al mismo tiempo estar sufriendo daños graves en los órganos
reproductivos. Debido a que los síntomas son tan poco claros,
la EIP no es detectada por las mujeres ni los proveedores de atención
médica en casi dos tercios de los casos. Las mujeres que
presentan síntomas de EIP sufren, por lo general, de dolor
de vientre. Otros signos y síntomas incluyen fiebre, flujo
vaginal poco usual que puede tener mal olor, relación sexual
dolorosa, dolor al orinar, menstruación irregular y dolor
en la parte superior derecha del abdomen (poco frecuente).
Un tratamiento
pronto y adecuado puede ayudar a prevenir las complicaciones causadas
por la EIP. Si la EIP no recibe tratamiento, puede causar daño
permanente a los órganos reproductivos femeninos. Las bacterias
causantes de la infección pueden invadir silenciosamente
las trompas de Falopio y hacer que el tejido normal se convierta
en tejido cicatricial. Este tejido bloquea o interrumpe el movimiento
normal de los óvulos hacia el útero. Si las trompas
de Falopio están totalmente bloqueadas por el tejido cicatricial,
el esperma no puede fertilizar un óvulo y la mujer queda
infértil. La infertilidad también puede presentarse
cuando las trompas de Falopio están bloqueadas parcialmente
o ligeramente dañadas. Aproximadamente una de cada ocho
mujeres con EIP queda infértil, y si la mujer tiene episodios
múltiples de EIP, aumentan las posibilidades de infertilidad.
Asimismo, una trompa de Falopio parcialmente bloqueada o levemente
dañada puede hacer que un óvulo fecundado permanezca
en la trompa de Falopio. Si el óvulo fecundado empieza a crecer
en la trompa como si estuviera en el útero, ocurre lo que
se llama embarazo ectópico. A medida que crece, el embarazo
ectópico puede romper la trompa de Falopio y causar gran dolor,
hemorragia interna y hasta la muerte.
La cicatrización en las trompas de Falopio y en otras estructuras
pélvicas puede causar también dolor pélvico
crónico (un dolor que dura meses y hasta años). Las
mujeres que sufren episodios repetidos de EIP tienen más probabilidades
de sufrir infertilidad, embarazo ectópico o dolor pélvico
crónico.
La EIP es difícil
de diagnosticar porque los síntomas son a menudo imperceptibles
y leves. Muchos episodios de EIP no son detectados porque la mujer
o el proveedor de atención médica no reconocen las
implicaciones de estos síntomas leves o no específicos.
Debido a que no hay pruebas precisas para detectar la EIP, el diagnóstico
se basa, por lo general, en hallazgos clínicos. Si se presentan
síntomas como dolor de vientre, el proveedor de atención
médica debería realizar un examen físico para
determinar la naturaleza y la ubicación del dolor y ver
si hay fiebre, flujo vaginal o cervical anormal y si hay evidencia
de gonorrea o infección clamidial. Si los hallazgos indican
que hay EIP, es necesario el tratamiento.
El proveedor de atención médica también puede
ordenar pruebas para identificar el organismo causante de la infección
(p.ej. infección clamidial o gonorreica) o para distinguir
entre EIP y otros problemas con síntomas similares. La ecografía
pélvica es un procedimiento útil para diagnosticar
la EIP. Este examen permite visualizar el área de la pelvis
para ver si las trompas de Falopio están agrandadas o si hay
un absceso. En ciertos casos, puede ser necesaria una laparoscopia
para confirmar el diagnóstico. La laparoscopia es un procedimiento
quirúrgico menor mediante el cual un tubo delgado y flexible
con una luz al final (laparoscopio) se inserta en el vientre mediante
una pequeña incisión. Este procedimiento le permite
al médico ver los órganos pélvicos internos
y obtener muestras para estudios de laboratorio, si es necesario.
La EIP se puede
curar con varios tipos de antibióticos. Un proveedor de
atención médica es quien determinará y recetará la
mejor terapia. Sin embargo, el tratamiento con antibióticos
no corrige los daños que ya han ocurrido en los órganos
reproductivos. Si una mujer tiene dolor pélvico y otros
síntomas de EIP, es de vital importancia que busque atención
de inmediato. Un tratamiento a tiempo con antibióticos puede
prevenir daños graves a los órganos reproductivos.
Entre más tiempo se demore la mujer en recibir tratamiento
contra la EIP, mayor será la probabilidad de quedar infértil
o de tener un embarazo ectópico en el futuro a consecuencia
del daño que sufrieron las trompas de Falopio.
Debido a la dificultad que existe para identificar los organismos
que están infectando los órganos reproductivos internos
y al hecho de que más de un organismo puede ser el causante
de un episodio de EIP, esta enfermedad se trata, por lo general,
con al menos dos antibióticos eficaces contra una amplía
gama de agentes infecciosos. Estos antibióticos pueden ser
administrados por vía oral o por inyección. Los síntomas
pueden desaparecer antes de que se cure la infección. La mujer
debe tomarse todos los antibióticos que le han sido recetados
aunque ya no tenga síntomas. Esto ayudará a prevenir
que la infección se vuelva a presentar. Las mujeres que están
recibiendo tratamiento contra la EIP deben ser reexaminadas por su
proveedor de atención médica dos a tres días
después de iniciado el tratamiento para asegurarse de que
los antibióticos son eficaces y están curando la infección.
Asimismo, la pareja o parejas sexuales de la mujer deben recibir
tratamiento para disminuir el riesgo de reinfección, a pesar
de que la pareja no tenga síntomas. Aunque las parejas sexuales
no tengan síntomas, todavía podrían estar infectadas
con los organismos que causan la EIP.
Se puede recomendar que una mujer sea hospitalizada para recibir
tratamiento contra la EIP si (1) está gravemente enferma (p.ej.
tiene nausea, vómito y fiebre alta); (2) está embarazada;
(3) no responde o no puede tomar los medicamentos por vía
oral y necesita que los antibióticos se administren por vía
intravenosa; o (4) tiene un absceso en la trompa de Falopio o en
el ovario (absceso tubo-ovárico). Si los síntomas persisten
o si el absceso no desaparece, es posible que se necesite cirugía.
Complicaciones de la EIP, como el dolor pélvico crónico
y la cicatrización, son difíciles de tratar, pero en
ciertas ocasiones mejoran con la cirugía.
Las enfermedades
de transmisión sexual (principalmente la clamidia o la gonorrea
que no han sido tratadas) son la principal causa prevenible de la
EIP. Las mujeres pueden protegerse contra la EIP tomando medidas
para prevenir las enfermedades de transmisión sexual o, si
contraen una EPS, tratándose la enfermedad a tiempo.
La manera más segura de evitar el contagio de enfermedades de
transmisión sexual es absteniéndose del contacto sexual
o tener una relación duradera, mutuamente monógama, con
una pareja a quien se le han hecho pruebas y se sabe que no está infectada.
Los condones de látex en los hombres, cuando se usan de manera
habitual y correcta, pueden reducir el riesgo de transmisión
de la clamidia y de la gonorrea.
Los CDC recomiendan que todas las mujeres sexualmente activas de
25 años de edad o menos y las mujeres de más edad con factores
de riesgo de infecciones clamidiales (quienes tienen una nueva pareja
sexual o múltiples parejas sexuales) se hagan pruebas para detectar
la enfermedad una vez al año. El proveedor de atención
médica debería siempre hacer una evaluación de
riesgos, la cual podría indicar la necesidad de realizar pruebas
de detección con mayor frecuencia en ciertas mujeres.
Todo síntoma genital, como una úlcera poco usual, flujo
con olor, sensación de ardor al orinar o sangrado entre ciclos
menstruales, podría significar que la mujer tiene una enfermedad
de transmisión sexual. Si la mujer tiene alguno de estos síntomas,
debe suspender las relaciones sexuales y consultar a un proveedor de
atención médica de inmediato. El tratamiento temprano
de las enfermedades de transmisión sexual puede prevenir la
EIP. Las mujeres a las que se les informó que tienen una enfermedad
de transmisión sexual y están recibiendo tratamiento
deben notificárselo a todas sus parejas sexuales recientes,
para que éstas vayan a un proveedor de atención médica
y se hagan las pruebas para saber si tienen una ETS. No se debe reiniciar
la actividad sexual hasta que todas las parejas sexuales hayan sido
examinadas y, si ha sido necesario, hayan recibido tratamiento.
División
para la Prevención de ETS (DSTDP, por sus siglas en inglés)
Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades
www.cdc.gov/std
Para
preguntas personales sobre salud y solicitud de información
acerca de las ETS:
Líneas
nacionales gratuitas de información de los CDC sobre ETS
y SIDA
(800) 227-8922 ó (800) 342-2437
En español: (800) 344-7432
TTY para sordos y personas con limitaciones auditivas: (800) 243-7889
Recursos:
Red
nacional de información sobre la prevención de
los CDC (CDC National Prevention Information Network, NPIN)
P.O. P.O. Box 6003
Rockville, MD 20849-6003
1-800-458-5231
1-888-282-7681 Fax
1-800-243-7012 TTY
Correo electrónico: info@cdcnpin.org
www.cdcnpin.org
Asociación
Americana de Salud Social
(American Social Health Association, ASHA)
P.O. Box 13827
Research Triangle Park, NC 27709-3827
1-800-783-9877
www.ashastd.org
Preguntas sobre ETS: std-hivnet@ashastd.org
Fuentes:
American College of Obstetricians and Gynecologists (ACOG). Pelvic Inflammatory Disease. ACOG Patient Education Pamphlet, 1999.
Centers
for Disease Control and Prevention. Sexually transmitted diseases
treatment guidelines 2002. MMWR 2002;51(no. RR-6).
Westrom, L and Eschenbach,
D. Chapter 58 In: K. Holmes, P. Mardh, P. Sparling et al (eds). Sexually
Transmitted Diseases, 3rd Edition. New York: McGraw-Hill, 1999, 783-809.
|