Espanol
Servicio noticioso desde Washington

15 de enero de 2004

Nominación de candidatos a la presidencia en E.U.

(Del folleto "Elecciones 2004 en los Estados Unidos")

(comienza el texto)

La Nominación Presidencial y la Democracia Estadounidense
Por Stephen J. Wayne

El sistema para la nominación de candidatos a la presidencia de los Estados Unidos parece complejo, incluso caótico, y lo es. Siempre, desde la década de 1970, cuando los partidos Demócrata y Republicano empezaron a reformar las reglas para la selección de sus candidatos a la presidencia y la vicepresidencia, el sistema ha estado en constante flujo y los candidatos que logran el éxito son los que entienden tal complejidad y son capaces de manipularla y sortearla. Sin embargo, después de todo, eso es lo que hace todo político creativo: aprender el juego de la política y practicarlo con dinamismo y habilidad.

Los partidos y sus nominaciones: La historia<p>

A diferencia del sistema de colegio electoral para elegir al presidente, los procedimientos para la nominación de candidatos a la presidencia no se especifican en la Constitución de los Estados Unidos. Cuando ésta fue redactada y ratificada, a fines del siglo XVIII, no había partidos políticos. Éstos se desarrollaron cuando el gobierno inició sus funciones y como consecuencia de las políticas que aplicó el primer presidente del país, George Washington.

A partir de 1796, los miembros del Congreso nacional que se identificaban con alguno de los partidos políticos de la época se reunían en plan informal para decidir quiénes serían sus candidatos a la presidencia y la vicepresidencia. Este sistema para la selección de candidatos, conocido como "Comicios Reales", continuó por casi 30 años y se desintegró en 1824, víctima de la descentralización del poder dentro de los partidos políticos a causa de la expansión del país hacia el oeste.

Las convenciones nacionales de nominación sustituyeron a los Comicios Reales. En 1831, un partido pequeño y marginal, el Antimasónico, se reunió en una taberna de la ciudad de Baltimore, Maryland, para escoger candidatos y una plataforma o programa político (la declaración de los principios y políticas que un partido político o un candidato suscribe) para contender por el poder. Al año siguiente, los demócratas se reunieron en el mismo salón para seleccionar a sus candidatos. Desde entonces, los partidos grandes y la mayoría de los pequeños han realizado convenciones nacionales de nominación a las cuales concurren delegados estatales para escoger a sus candidatos a la presidencia y la vicepresidencia y para ponerse de acuerdo en torno a sus políticas.

En los siglos XIX y XX, las convenciones de nominación estaban bajo el control de líderes partidistas estatales que usaban su influencia en la selección de los delegados de su respectivo estado y para asegurarse de que éstos votaran "correctamente" en la convención. A la postre, el predominio de esos líderes partidistas llegó a ser un problema para los partidos. Las personas a quienes no les agradaba tener "jefes" fijos que les ordenaran a qué candidato debían escoger, respaldaron las reformas que permitieron a los miembros del partido en los estados celebrar elecciones "primarias" para seleccionar a sus delegados a la convención. Se convocaría a esas elecciones antes de la elección general. En 1916, más de la mitad de los estados realizaban elecciones presidenciales primarias.

Sin embargo, el movimiento para alentar a más simpatizantes de los partidos a tomar parte en el proceso de selección presidencial de estas instituciones fue efímero. Tras del final de la Primera Guerra Mundial, los líderes de partidos que veían en las primarias una amenaza a su poder convencieron a las legislaturas estatales de abolirlas, aduciendo que eran onerosas y que el número de personas que participaba en ellas era relativamente pequeño. Además, algunos posibles candidatos se negaban a participar en las primarias porque ya contaban con el apoyo de los líderes del partido en el estado y no se querían arriesgar a perderlo en una votación popular. Además, en algunos estados, el voto por el candidato presidencial era sólo una recomendación, pues los delegados a la convención se seleccionaban de otra manera. En 1936, sólo una docena de estados seguían celebrando primarias presidenciales.

Pero las presiones democratizadoras volvieron a surgir después de la Segunda Guerra Mundial, alentadas por los avances de la tecnología de las comunicaciones. El advenimiento de la televisión trajo consigo un medio por el cual la gente podía ver y oír las campañas políticas desde su propia casa. Ahora los candidatos podían usar el escaparate de la televisión para mostrar su carisma popular y su potencial para ser elegidos. Como candidatos, Dwight Eisenhower, John Kennedy y Richard Nixon participaron en múltiples primarias estatales, con notable costo y esfuerzo, para demostrar a su partido que un general, un católico y un candidato presidencial que fue derrotado podían ganar una elección general. Y los tres tuvieron éxito. Cada uno de ellos logró más tarde la nominación de su partido y fue elegido presidente.

Además, la guerra de Vietnam, que empezó a mediados de los años 60 y siguió hasta los 70, creó divisiones internas en el Partido Demócrata que, a su vez, generaron presiones para ahondar la reforma. El catalizador fue el proceso de nominación demócrata de 1968. Un movimiento antibélico dividió al Partido Demócrata y dio lugar a violentas manifestaciones en las calles de Chicago, ciudad donde se llevó a cabo la convención del partido en ese año. A pesar de la agitación que acompañó esa reunión, el partido seleccionó al vicepresidente Hubert Humphrey, quien había dicho que no participaría en ninguna primaria demócrata y, por lo tanto, se convirtió en el blanco de las protestas contra la guerra.

En un intento de unificar a un partido dividido, la convención demócrata, después de nominar a Humphrey, accedió a designar un comité que reexaminara el proceso de nominación presidencial del partido, con el doble propósito de alentar una mayor participación partidista en la elección del candidato demócrata y lograr una representación más equitativa del partido en su convención de nominación. Las reformas adoptadas por ese partido iniciaron un proceso por el cual ambos partidos han democratizado sus métodos para seleccionar a sus candidatos.

El sistema actual de elecciones primarias y comicios

Las principales reformas instituidas por los demócratas han alentado el uso de elecciones primarias en la mayoría de los estados que elaboran las leyes electorales para sus residentes. Según su estructura actual, la primaria es una elección entre los simpatizantes de un partido a fin de escoger a los candidatos del mismo que contenderán en la elección general. Según las leyes de cada estado, los votantes pueden emitir sus votos por los candidatos presidenciales del partido, o pueden hacerlo de modo indirecto, votando por los delegados de la convención que se "comprometen" a apoyar a esos candidatos.

La única opción adicional que los estados pueden tener en el sistema actual es realizar un proceso de comicios y convención en varias etapas, en el cual los partidarios que vivan en un área geográfica relativamente pequeña -una demarcación local- se reúnan y voten por delegados que se comprometan a respaldar a candidatos específicos. A su vez, esos delegados representan a su demarcación en una convención de condado, en la cual se elige a los delegados que irán a la convención estatal. Y los delegados a la convención estatal seleccionan a los delegados que representarán al estado en la convención nacional. Aun cuando este sistema se desarrolla en varios meses, las preferencias por determinados candidatos se definen, en esencia, desde la primera ronda de votación.

El tamaño real de la delegación que cada estado enviará a la convención nacional se calcula por medio de una fórmula establecida por el partido, en la cual se toman en cuenta factores tales como la población del estado, el apoyo que ha brindado en el pasado a los candidatos nacionales del partido y el número de funcionarios elegidos y dirigentes del partido que ocupan en la actualidad algún cargo público. La fórmula de asignación que usan los demócratas se traduce en convenciones nacionales a las que concurre casi el doble de delegados que a las convenciones de los republicanos.

La Constitución de los Estados Unidos confiere autoridad a los estados para la creación de sus propias leyes electorales, bajo las reglas y condiciones que el Congreso pudiera establecer. Aun cuando los estados son libres de determinar las fechas en que se realizarán sus elecciones primarias y sus comicios, también tienen un incentivo para llevar a cabo sus contiendas de nominación de acuerdo con las reglas del partido, ya que la Corte Suprema de la nación ha dispuesto que los partidos tienen derecho de crear y aplicar sus propias reglas para los que asisten a las convenciones nacionales. De este modo, los estados que permiten la selección de delegados a la convención del partido sin respetar las reglas que éste impone pueden ver que sus delegados son impugnados al llegar a las convenciones nacionales del partido o que éste decide reducir el tamaño de su delegación por haber violado sus reglas.

Hoy en día, más del 80 por ciento de los delegados que asisten a las convenciones nacionales de su partido son seleccionados en elecciones primarias abiertas en las que pueden participar todos los demócratas o los republicanos que se identifiquen como tales.

El Partido Demócrata ha impuesto una serie de reglas nacionales a todas sus filiales en los estados, pero el Partido Republicano no lo ha hecho. En efecto, las reglas de los demócratas disponen que los estados realicen sus certámenes para la nominación presidencial entre el primer martes de febrero y el segundo martes de junio del año en que tenga lugar la elección presidencial. A los estados más pequeños, Iowa y Nueva Hampshire, se les conceden exenciones oficiales que les permiten votar en una fecha anticipada, tomando en cuenta su tradición de ser los que realizan los primeros comicios y la primera elección primaria, respectivamente. Para dar más fuerza a la representación de las minorías que pueden estar concentradas en ciertas comunidades del estado, los demócratas exigen también que el 75 por ciento de los delegados de un estado sean elegidos en distritos no mayores que un distrito del Congreso. Además, el número de delegados que se comprometen a apoyar a candidatos específicos se calcula en proporción al voto que ellos o sus candidatos reciban. Los demócratas tienen también otros delegados -líderes del partido y funcionarios elegidos- que no están obligados a apoyar a un candidato en particular, aun cuando éste haya ganado las primarias en su respectivo estado. Por último, los demócratas requieren que las delegaciones estatales estén divididas por igual entre hombres y mujeres.

A pesar de las diferencias en las reglas de sus partidos -los republicanos consultan con sus afiliados estatales y los demócratas no-, se destacan dos tendencias importantes:

- Va en aumento el número de estados que adelantan sus primarias y sus comicios al inicio del proceso electoral, con miras a tener más influencia en la selección de los candidatos, alentar a éstos a atender las necesidades e intereses del estado, y hacer que gasten en éste parte del dinero de sus campañas. A esto se le llama "madrugar".

- En una práctica conocida como "regionalización", los estados han cooperado unos con otros para realizar sus primarias y sus comicios en la misma fecha a fin de maximizar su influencia en la región.

Estas dos tendencias han obligado a los candidatos a iniciar sus campañas más temprano para tener un bastión en los estados que realizan las contiendas iniciales. Así mismo, los candidatos han tenido que depender cada día más de los medios de comunicación, sobre todo la radio y la televisión, y del apoyo de los dirigentes del partido en los estados para que los ayuden a llevar su mensaje a los votantes en todos los estados que pueden llevar a cabo sus primarias el mismo día.

La práctica de madrugar y la regionalización del proceso de nominación primaria presidencial han beneficiado a los candidatos que gozan de reconocimiento nacional, como los presidentes en funciones, los gobernadores de grandes estados y los senadores y representantes federales que tienen acceso a los fondos, a los medios informativos y al apoyo de organizaciones.

Consideremos, por ejemplo, los antecedentes que condujeron a la nominación presidencial demócrata de 2004. Ocho candidatos demócratas habían reunido cerca de 25 millones de dólares y habían gastado 7 millones el 31 de marzo de 2003, más de 10 meses antes de los primeros comicios o la elección primaria inicial programada. Entre esos candidatos, los que ocupaban escaños en el Congreso reunieron más fondos, contrataron los mejores consultores políticos y empezaron a forjar las mayores organizaciones de campaña. La brevedad del tiempo disponible perjudica a quienes necesitan usar las primarias y los comicios como escalones para ganar la nominación, como ocurrió con Jimmy Carter en 1976 y John McCain en 2000.

Los constantes cambios introducidos en el proceso de nominación afectan a todos los candidatos. Ni siquiera el presidentes en funciones puede estar seguro de que obtendrá de nuevo la nominación. En 1992, George H. W. Bush sufrió embarazosas derrotas en las primarias, a manos del respetado presentador de televisión y columnista periodístico conservador Pat Buchanan. En cambio, en 1996, Bill Clinton recaudó grandes sumas de dinero con tanta anticipación que desalentó a cualquier opositor político de su propio partido que hubiera querido desafiarlo. Clinton empleó ese dinero con buena estrategia y montó una campaña electoral, orientada a los medios de comunicación, que abarcó desde el inicio de los comicios y las primarias hasta la elección nacional.

Nominaciones de los partidos y democracia

Está claro que las reformas del proceso de nominación presidencial han ampliado la base de participación del público. En 1968, antes que se hicieran los cambios recientes en el proceso, sólo 12 millones de personas votaron en las primarias, cerca del 11 por ciento de la población en edad de votar. En 2000 participaron cerca de 35 millones, casi el 15 por ciento del electorado. En los preparativos de la elección presidencial de 2000, más de 20 millones votaron en contiendas entre George W. Bush y sus opositores republicanos, y casi 15 millones lo hicieron en las contiendas demócratas entre el vicepresidente Al Gore y su principal opositor, el ex senador Bill Bradley.

Además de acrecentar la participación del público, el proceso de nominación moderno ha ampliado la representación de los grupos que forman cada una de las coaliciones electorales del partido. Aun cuando la representación demográfica -en el sentido de raza y género- se ha expandido entre los delegados de los partidos a las convenciones de nominación, no ha ocurrido lo mismo con la representación ideológica. La razón de esto es que quienes tienen más altas tasas de participación en el proceso de nominación tienden a ser activistas del partido con tendencias más ideológicas que el miembro ordinario del partido. Así, los delegados a las convenciones republicanas tienden a ser más conservadores, y los delegados demócratas más liberales, que sus respectivos electorados.

Como antes dijimos, las reformas han debilitado también el poder de los líderes del partido en los estados y han sido un incentivo para que quien desea ganar la nominación de su partido haga exhortativas a un público muy diverso. Esas exhortativas han reforzado el vínculo entre los candidatos y el núcleo básico de sus partidarios, y han alentado a quienes obtienen cargos públicos a dar cumplimiento a sus promesas de campaña. En su primer año en el cargo, George W. Bush orientó sus energías al logro de las principales metas políticas de su campaña, es decir, reducción de impuestos, reforma educativa y mejor preparación militar, esas iniciativas de acción orientadas a su base política conservadora.

Aunque muchas de las reformas introducidas en la nominación han ayudado a la democratización de ese proceso, todavía hay anomalías. Los que participan en las elecciones primarias suelen tener mejor educación, ingresos más altos y mayor edad que el votante republicano o demócrata término medio. Además, como siempre, la gente que aporta dinero para los candidatos o para sus causas suele pertenecer a estratos socioeconómicos más altos. El resultado inevitable de esto es que la opinión de esas personas tiene una influencia más poderosa en el resultado de la elección.

Por último, el proceso de nominación público y contencioso genera facciones dentro de los partidos. Cuanto más competitiva sea la lucha por la nominación, tanto más probable será que esas divisiones lleguen al punto en que sea preciso superarlas de inmediato para que el partido pueda montar con éxito la campaña presidencial de su candidato.

El impacto de las convenciones políticas

Otra consecuencia de los cambios introducidos en el proceso de nominación presidencial ha sido la disminución de la importancia de la convención nacional de nominación de los partidos. Hoy, el nominado presidencial es seleccionado en efecto por los votantes en una etapa bastante temprana del proceso de nominación. A su vez, el nominado anuncia a quién prefiere como candidato a la vicepresidencia, antes que se reúna la convención. El candidato ganador controla también la formación de la plataforma del partido. Entonces, ¿por qué tiene el pueblo estadounidense que pasar cierto tiempo ante el televisor, presenciando las convenciones de nominación?

La verdad del asunto es que mucha gente no las presencia. La audiencia de esas convenciones se ha reducido en los últimos años, lo mismo que el número de horas que las principales cadenas difusoras dedican a transmitir las sesiones en el horario preferente. Encuestas realizadas por organizaciones de investigación en el verano de 2000, cuando los dos partidos celebraron sus convenciones de nominación, revelaron que cerca de la mitad de la audiencia de televisión no sintonizó ninguna de ellas.

A pesar de que la proporción de espectadores ha disminuido, las convenciones siguen siendo objeto de atención en los programas de noticias y en los periódicos. Las mismas encuestas mostraron que, en 2000, el interés del público aumentó durante las convenciones y después de ellas, así como el conocimiento de los candidatos y sus políticas. Así, las convenciones sirvieron para informar a los votantes, ganar su apoyo y generar entusiasmo entre los partidarios por los nominados de sus respectivos partidos, además de enfocar la atención del país en la siguiente elección general.

El proceso de nominación presidencial no es perfecto, pero en las últimas décadas ha fomentado la participación, mejoró la representación demográfica y fortaleció el vínculo entre el partidario término medio y los candidatos. Tal como es ahora, el proceso concede ventaja a los candidatos que son más conocidos, recaudan más dinero, tienen organizaciones de campaña más eficaces y generan más entusiasmo entre los votantes desde el inicio de la temporada de elecciones primarias presidenciales.

Stephen J. Wayne es profesor de administración pública en la Universidad Georgetown en Washington, D.C., y autor del libro The Road to the White House 2004 (Thomson/Wadsworth, 2004).

(termina el texto)

(Distribuido por la Oficina de Programas de Información Internacional del Departamento de Estado de Estados Unidos. Sitio en la Web: http://usinfo.state.gov/espanol)



SUBSCRIBASE A:  WF Noticias para recibir, por correo electrónico, la actualizción diaria del Servicio Noticioso desde Washington.

Página Principal