Eso no sucede en las democracias.
En las democracias, las cuestiones de la paz y la guerra u
otras amenazas a la seguridad nacional son los asuntos más
importantes que la sociedad enfrenta y, por lo tanto, tienen que
ser decididos por el pueblo, actuando a través de sus
representantes elegidos. Las fuerzas militares democráticas
sirven a su país, en lugar de dirigirlo. Los dirigentes
militares asesoran a los funcionarios elegidos y dan cumplimiento
a sus decisiones. Sólo quienes han sido elegidos por el
pueblo cuentan con autoridad para decidir el destino de una
nación y son responsables de hacerlo.
Así, la idea del control civil y su autoridad sobre los
militares es fundamental para la democracia.
Los civiles tienen que dirigir a los militares de su
país y decidir las cuestiones de defensa nacional, no porque
siempre sean más sabios que los militares profesionales,
sino porque son los representantes del pueblo y, como tales, se les
ha asignado la responsabilidad de tomar esas decisiones y rendir
cuentas al respecto.
En una democracia, los militares existen para proteger al
país y las libertades de la población. Ellos ni
representan ni apoyan puntos de vista políticos o grupos
étnicos y sociales; enfocan su lealtad en los ideales
más generales de la nación, al estado de derecho y al
principio de la democracia misma.
El control civil garantiza que los valores, instituciones y
políticas de un país han sido escogidos con libertad
por el pueblo y no por los militares. El propósito de
éstos es defender a la sociedad, no definir su curso.
Cualquier gobierno democrático valora la pericia y el
consejo de los profesionales militares cuando toman decisiones de
políticas sobre defensa y seguridad nacional. Los
funcionarios civiles recurren a los militares para obtener
asesoría experta en esos temas y para poner en
práctica las decisiones del gobierno. Pero sólo el
liderazgo civil elegido debe tomar las decisiones finales en
materia de políticas que los militares implementan
después en su esfera de acción.
Por supuesto, los personajes militares pueden participar con
plenitud y en plan de igualdad en la vida política de su
país, como cualquier otro ciudadano, pero sólo como
votantes individuales. Los militares deben retirarse del servicio
militar antes de participar en la política; los servicios
armados se tienen que mantener al margen de la política. Los
militares son los servidores neutrales del estado y los guardianes
de la sociedad.
A fin de cuentas, el control civil sobre los militares
garantiza que los asuntos de defensa y seguridad nacional no
comprometerán los valores democráticos básicos
del gobierno de la mayoría, los derechos de la
minoría y la libertad de expresión, la libertad
religiosa y el proceso judicial imparcial. La responsabilidad de
todos los dirigentes políticos consiste en ejercer el
control civil y la responsabilidad de los militares es obedecer las
órdenes legítimas de las autoridades civiles.