Embajada de los Estados Unidos de América  |  Bogotá, Colombia Buscar:
 
La Embajada | Temas bilaterales | Prensa | Recursos electrónicos | Preguntas frecuentes | Sobre EE.UU. | Consular | Contáctenos
TEMAS BILATERALES
Abuso de drogas
Ambiente
Comercio internacional
Corrupción
Democracia
Derechos humanos
Desarrollo alternativo
Extradición
Lavado de dinero
Narcotráfico
Plan Colombia
Propiedad intelectual
Terrorismo

Página principal


  Actualizada: 27/VIII/02

Tierra hay una sola

Colin L. Powell
Secretario de Estado de EE.UU.

Este artículo original del secretario de Estado Colin Powell, apareció en una edición especial del 12 de agosto de 2002 de la Revista del Programa Ambiental de las Naciones Unidas Nuestro Planeta. Es del dominio público; no hay restricciones a su reimpresión.


La Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible se lleva a cabo apenas 20 meses después de que le diéramos la bienvenida al nuevo siglo. A pesar de los relatos e imágenes de aflicciones que leemos en nuestros periódicos y vemos en nuestras pantallas de televisión, esta es una época de grandes oportunidades para expandir la paz, la prosperidad y la libertad. La propagación de la democracia y las economías de mercado, combinada con los avances de la tecnología, nos permiten soñar con un día en el cual, por primera vez en la historia, la mayoría de la humanidad estará libre de la devastación de la tiranía y de la pobreza.

Vivimos en un siglo de promesas. Nuestra responsabilidad es ahora convertirlo en un siglo de esperanzas satisfechas, un siglo de desarrollo sostenido y sostenible que enriquezca a nuestra gentes sin empobrecer a nuestro planeta. Cuando hablamos de desarrollo sostenible, hablamos de los medios de desencadenar el potencial humano mediante los vínculos entrelazados del desarrollo económico basado en políticas económicas sólidas, el desarrollo social basado en la inversión en la salud y la educación, y la administración ambiental responsable. El desarrollo sostenible es para Estados Unidos, y para mí personalmente, una cuestión moral y humanitaria apremiante.

Pero el desarrollo sostenible es también un imperativo de seguridad. La pobreza, la degración ambiental y la desesperación son destructores de gente, de sociedades, de naciones. Esta trinidad non sancta puede desestabilizar países, incluso regiones enteras. Hace una década, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Ambiente y el Desarrollo que tuvo lugar en Río de Janeiro, Brasil, 172 países aprobaron un plan de acción de gran alcance para lograr el desarrollo sostenible en todo el mundo. Si bien ha habido altibajos, y el progreso no ha sido parejo, hemos visto mejoras reales.

Por ejemplo, a lo largo de última década la proporción de gente que en los países en vías de desarrollo lucha por sobrevivir con menos de un dólar diario, ha bajado del 29% al 24%. La mortalidad entre los bebés ha declinado más del 10%, y la mortalidad entre los niños menores de cinco años es cerca de 20% menor.

Los países que han abierto sus economías han funcionado mejor que aquellos que siguieron cerrados. Un estudio del Banco Mundial encontró que en el curso de la década de los 90, los 24 países en vías de desarrollo que aumentaron su comercio e inversión mundiales aumentaron también su ingreso per cápita mucho más que aquellos que no lo hicieron; en realidad, seis puntos porcentuales más. En esos países, la cantidad de gente que vive con menos un dólar diario disminuyó 120 millones entre 1993 y 1998. Hemos visto también la conclusión y aplicación de acuerdos ambientales importantes, tales como los que reducen las sustancias dañinas para el aire que respiramos y los que controlan la expansión de los desiertos.

Pero si bien hemos avanzado a lo largo del camino hacia la esperanza, tenemos mucho que recorrer en un mundo donde una persona de cada cinco sufre todavía pobreza extrema, donde las probabilidades de que un bebé llegue a la edad adulta dependen todavía del lugar donde nació, y donde la tala ilegal devasta todavía los bosques.


Trazar el mapa del camino hacia adelante

En los últimos nueve meses, una serie de importantes conferencias y negociaciones ha ayudado a trazar el mapa del camino hacia adelante. Las negociaciones de la Ronda de Desarrollo de Doha, de la Organización Mundial del Comercio, la conferencia de revisión de la Cumbre Alimentaria Mundial en Roma y la Cumbre del G-8 en Canadá, todas ellas forjaron un acuerdo más firme acerca del camino que conduce al desarrollo. El "Consenso de Monterrey", aprobado por los líderes y ministros de 171 países en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Financiación del Desarrollo, fue una afirmación histórica de la necesidad de movilizar todas las fuentes de financiación del desarrollo, lo cual proclamó también el carácter esencial de las "políticas sólidas, el buen ejercicio del gobierno a todos los niveles y el imperio del derecho" en relación con el desarrollo sostenible. Como lo ha dicho acertadamente Hernando de Soto "la arquitectura oculta del desarrollo sostenible (es) el derecho". La próxima parada en este largo camino es la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible que se reunirá en Johannesburgo.

Estados Unidos hará oír en Johannesburgo tres mensajes muy importantes. En primer lugar y por sobre todo, nos hemos comprometido a apoyar el desarrollo sostenible. El Presidente Bush, en su discurso del 14 de marzo en el Banco Interamericano de Desarrollo, no dejó ninguna duda al respecto cuando declaró, en nombre del pueblo estadounidense que "el adelanto del desarrollo es un compromiso esencial de la política exterior estadounidense".

Llevaremos también el mensaje de que el desarrollo sostenible debe empezar por casa, con políticas sólidas y buen ejercicio del gobierno. Tanto la asistencia oficial como el capital privado son más efectivos cuando se dirigen a gobiernos que rigen con justicia, invierten en su pueblo y estimulan la libertad económica.

La asistencia oficial es importante. Esa es la razón por la cual el Presidente Bush anunció que la administración buscará la aprobación congresual para aumentar en un 50% durante los próximos tres años la asistencia esencial que Estados Unidos de América presta al desarrollo, lo cual tendría como resultado un aumento de US$5 millardos por encima de los niveles actuales. Estos fondos adicionales irán a una nueva Cuenta del Desafío del Milenio, la cual financiará iniciativas para ayudar a las naciones en vías de desarrollo firmemente comprometidas con el buen ejercicio del gobierno, la salud y la educación de su pueblo y las buenas políticas económicas que promueven el espíritu empresarial.

Pero, con todo lo importante que es la asistencia oficial para mejorar la vida de la gente, el comercio y los flujos de capital privado son aún más significativos. El comercio hace ver pequeña a la asistencia. Estados Unidos de América, por sí solo, compra cada año mercancías de los países en vías de desarrollo por valor de US$450 millardos, unas ocho veces la cantidad que los países en vías de desarrollo reciben en asistencia de todas las fuentes.

La asistencia oficial para el desarrollo es también apenas una fracción de los flujos de capital privado. En 1999, por ejemplo, el sector privado fue responsable del 82% de los cerca de US$300 millardos en flujos de recursos de largo plazo a los países en vías de desarrollo. Atraer ese dinero no es fácil. El capital es cobarde. Huye de la corrupción y de las malas políticas, del conflicto y de la imposibilidad de predecir los acontecimientos. Huye de la ignorancia, la enfermedad y el analfabetismo. El capital va donde es bienvenido y donde los inversionistas pueden confiar en que los recursos que han arriesgado ofrezcan algún rendimiento. Va a los países donde las mujeres pueden trabajar, los niños pueden leer y los empresarios pueden acariciar sueños.

Aprovechar las oportunidades

Pero las buenas políticas no son suficiente por sí solas. La gente debe poder aprovechar las oportunidades. De ahí que el tercer mensaje que llevaremos a Johannesburgo es que los gobiernos, la sociedad civil y el sector privado deben trabajar en asociación para movilizar los recursos del desarrollo que desencadenan la productividad humana, reducen la pobreza, promueven los ambientes saludables y fomentan el crecimiento sostenible.

Ya estamos desplegando el poder de las asociaciones. Por ejemplo, Estados Unidos y Suráfrica han iniciado la Asociación de los Bosques de la Cuenca del Congo. Esta asociación innovadora con organizaciones no gubernamentales (ONG), industria y otros gobiernos, ayudará a volver más lenta e incluso a detener la deforestación en la cuenca del Congo. No sólo creará parques nacionales donde antes no había ninguno, sino que también asegurará los medios de vida de aquellos que viven en el bosque y en sus alrededores, y fortalecerá la capacidad de los gobiernos para aplicar sus leyes de conservación forestal.

La Nueva Fundación de Nigeria es una asociación única en su género que vincula las compañías petroleras, las ONG y las comunidades locales en cuestiones que van desde la informática hasta la agricultura. La Alianza del Agua para los Pobres une los recursos y el liderazgo de la Fundación Conrad N. Hilton a la sociedad civil y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), a fin de proporcionarles agua potable a 400.000 pobladores rurales de Africa occidental.

Apoyamos también la Iniciativa del Acceso, en la cual el Instituto de Recursos Mundiales se ha asociado con más de 25 organizaciones de la sociedad civil en nueve países para evaluar cuán bien los gobiernos proporcionan acceso a la información, permiten la participación del público y proporcionan justicia a sus ciudadanos. La perspectiva de Estados Unidos de América en Johannesburgo consiste en basarse en estos tres mensajes: compromiso, buenas políticas y asociaciones; invitando a las naciones desarrolladas y en vías de desarrollo a unirse a nosotros para abrir nuestras economías y sociedades al crecimiento, porque el crecimiento es la clave para sacar a la gente de la pobreza. Invitaremos también a las naciones desarrolladas y en vías de desarrollo a que se unan a nosotros para ofrecer libertad, seguridad y esperanza a las generaciones presentes y futuras, mientras le proporcionan la oportunidad de vivir una vida sana y productiva a la generación actual.

Y, al reconocer que tenemos un solo hogar, que es la tierra, invitaremos a las naciones desarrolladas y en vías de desarrollo a unírsenos como buenos administradores de nuestros recursos naturales y nuestro ambiente.

Con tal fin, trabajaremos inicialmente para emprender acciones concretas en siete áreas esenciales para el desarrollo sostenible: salud, energía, agua, agricultura sostenible y desarrollo rural, educación, océanos y administración de costas, y bosques. Trabajaremos para unir a los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil en asociaciones para fortalecer las instituciones democráticas de gobierno, abrir los mercados y usar más efectivamente todos los recursos del desarrollo.

Ya estamos haciendo mucho en estos aspectos. Por ejemplo, Estados Unidos le ha proporcionado US$500 millones al Fondo Mundial para Combatir el VIH/SIDA, la tuberculosis y el paludismo; comenzó una iniciativa de US$500 millones para Prevención del VIH/SIDA de Madres a Hijos en Africa y el Caribe; ha duplicado los fondos de la Iniciativa de Educación Africana destinados a entrenamiento y becas; y ha aumentado en un 25% la financiación de los programas de ayuda al desarrollo agrícola.

En nuestra solicitud presupuestal para el año fiscal 2003 hemos pedido US$4,500 millardos para gastos relacionados con el clima, un aumento de US$700 millones sobre la cantidad de este año. Esta solicitud incluye financiación para ciencia básica, investigación y desarrollo de tecnología, incentivos empresariales y agrícolas y actividades internacionales. El Presidente Bush ha asumido también el liderato en la creación de una nueva norma internacional para aumentar el uso de donaciones destinadas a los países pobres, en lugar de préstamos; especialmente en forma de ayuda procedente de los bancos multilaterales de desarrollo. Esta estrategia, endosada por los líderes de los países industrializados en la reciente Cumbre del G-8, complementará las iniciativas existentes para ayudar a aliviar la aplastante carga de la deuda que encaran los países pobres fuertemente endeudados.

Combinar recursos

Pero en todos estos aspectos podemos y debemos hacer más. Necesitamos que los gobiernos, las empresas y las organizaciones de la sociedad civil, individualmente y en asociaciones, trabajen en apoyo de la satisfacción de estas necesidades humanas apremiantes. Esa es la razón por la que establecimos la Alianza del Desarrollo Mundial, para combinar los recursos de los gobiernos, las empresas y la sociedad civil a fin de que trabajen en la puesta en práctica de los programas de desarrollo sostenible. El desarrollo sostenible es una maratón, no una carrera de velocidad. No se deriva de un solo evento, como la Cumbre de Johannesburgo, con todo lo importante que ésta es, sino de un esfuerzo mundial sostenido de muchos actores durante un largo período de tiempo. El desarrollo sostenible requiere instituciones, políticas, gente y asociaciones efectivas para hacer que nuestro esfuerzo común llegue más allá de Johannesburgo y siga lejos en el futuro.

Estados Unidos se ha comprometido a construir un mundo en el cual los niños puedan crecer sin hambre, enfermedad ni analfabetismo. Un mundo en el cual todos los hombres y mujeres puedan alcanzar su potencial humano sin discriminación racial o sexual. Un mundo en el cual todos puedan disfrutar la riqueza de un planeta variado y saludable. Y un mundo de esperanzas materializadas para todos los hijos de Dios.



Washington, D.C.
12 de agosto de 2002