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  Actualizada: 18/VI/04

El Ministro Consejero Milton Drucker ante el Colegio de Abogados

Palabras preparadas; sujetas a cambios al presentarlas.

Doctor Alfonso Clavijo González, presidente del Club de Abogados; doctor Ernesto Jiménez Díaz, presidente de la Academia Colombiana de la Abogacía; señor Michel Pinard, Primer Consejero de la Embajada de Francia; socios del Club de Abogados; miembros de la Academia Colombiana de la Abogacía; señoras y señores:

Quiero empezar por agradecer al Colegio de Abogados esta oportunidad de dirigirme a ustedes. El Colegio de Abogados y sus miembros desempeñan un papel clave a medida que Colombia considera los aspectos más importantes del acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. La Embajada desea cooperar con ustedes en sus deliberaciones. Y la cooperación nunca ha sido más necesaria.

El 18 y 19 de mayo, negociadores de Colombia, Ecuador y Perú comenzaron las negociaciones con Estados Unidos, que llevarán a un acuerdo de libre comercio. Por eso esta es una época especialmente propicia para hablar de comercio y de intereses comerciales. Creo que Colombia está ante una oportunidad histórica.

Examinemos cómo llegamos hasta aquí. Colombia es un país que ha tenido muchos obstáculos por su geografía. Las montañas y su posición cerca de la línea ecuatorial le han concedido una diversidad única en climas, flora y fauna. Pero esas mismas montañas han dividido al país en pedazos, impidiéndole lograr todo el potencial de su variado terreno y de su dinámico pueblo.

Además, la historia económica de Colombia antes de su independencia fue una historia de explotación de las personas y de los recursos existentes. Los primeros europeos invirtieron muy poco al llegar. Esa combinación de geografía y de explotación dejó a Colombia por muchos años en una mala posición para capitalizar sus recursos. Desde la Segunda Guerra Mundial la historia ha sido distinta. El dinámico espíritu empresarial colombiano ha aprovechado los activos del país. El crecimiento de varias décadas ha trasformado a Colombia de una sociedad rural subdesarrollada en la primera parte del siglo veinte, a un mercado emergente que se sitúa en la economía mundial del siglo veintiuno como un actor importante.

Eso es sólo el principio. La tecnología es más grande que las montañas. Las revoluciones tanto en la tecnología del transporte como en la de las telecomunicaciones están venciendo a las montañas.

Colombia se está convirtiendo en una nación unida, como nunca antes había sido posible. Los avances en la aviación, en el transporte refrigerado, en los métodos de transporte y en la eficiencia de los motores han reducido dramáticamente el costo de trasladar una amplia gama de productos. Estos avances han unido a ciudades y pueblos como nunca antes. El presidente Uribe está demostrando claramente, con sus visitas por todo el territorio, que el gobierno se preocupa por todo el país y, lo que es más importante, que el gobierno puede ser efectivo en todo el país. En el Ministerio de Defensa, por primera vez, los radares les pueden avisar a los controladores aéreos respecto de aeronaves que sobrevuelan cualquier sitio del territorio nacional. Otra señal de la efectividad de esta política ha sido el dramático aumento en el uso del transporte por carretera en todo el país.

La capacidad de llegar fácilmente a cualquier sitio, a un precio módico, es la mejor ayuda para integrar al país. En mi propio país construimos el ferrocarril transcontinental para resolver el problema de llegar de costa a costa, pero la cruel geografía colombiana no permitió tal solución. Sin embargo, la tecnología moderna ha solucionado el problema.

Las telecomunicaciones son otro importante aspecto de la nueva capacidad para unir a Colombia. No debemos menospreciar el poder de la internet y de la tecnología inalámbrica para reducir las distancias físicas, culturales y educativas. Ya no necesitamos cables de cobre que atraviesen grandes pantanos o enormes montañas. Construimos una torre de radio y seguimos nuestro camino. Personas en Chocó pueden comunicarse con otras en Nariño o en Arauca de forma fácil, y lo que es más importante, barata. El gobierno en Bogotá ya puede saber lo que está sucediendo minuto a minuto en cualquier parte del territorio nacional.

La tecnología inalámbrica les permite a pueblos que hasta ahora no habían sido parte activa de la economía nacional, el acceso a lo que está sucediendo en los mercados del café en Nueva York o en Londres, o a los precios de la madera en Los Ángeles o en Rotterdam.

Estas dos revoluciones (en el transporte y en las telecomunicaciones) han acercado a Colombia más que nunca a Estados Unidos. Ahora somos vecinos virtuales y los empresarios colombianos están aprovechando esa vecindad.

Las barreras físicas no son los únicos desafíos que Colombia enfrenta. Quedan las barreras de clase y de ingresos. El acceso al crédito, las oportunidades educativas, la salud y la justicia todavía no se han diseminado de forma equitativa a todas las regiones ni a todos los grupos. Aun en esto, Colombia está cambiando. Las Casas de Justicia, construidas por el gobierno colombiano con la asistencia de mi gobierno, están proporcionando una amplia gama de servicios gubernamentales donde nunca los había habido.

De hecho, recientemente una nueva Casa de Justicia fue inaugurada en Quibdó, Choco, para un total de 37 por todo el país. Las Casas de Justicia llevan servicios legales y sociales a muchas personas que anteriormente no tenían acceso a ellos.

La sociedad civil colombiana está haciendo un gran esfuerzo por su parte y con el gobierno, para producir la sensación de valores y beneficios compartidos a través de la totalidad de su sociedad multi-racial. Colombianos de todos los niveles económicos y clases sociales están colaborando para mejorar el funcionamiento del país.

Una nota discordante es la situación de inseguridad que continúa amenazando a la nueva Colombia. Los narcoterroristas, seducidos por el dinero fácil de la droga, continúan enfrentándose al gobierno para mantener a Colombia en el pasado. Las organizaciones armadas al margen de la ley quieren mantener la vieja Colombia de caudillos en cada una de sus regiones. Parecen estar buscando un país paria, aislado, que produce veneno para venderle al mundo; un país donde la justicia no funcione y donde reine el caos. Afortunadamente, la gran mayoría de los colombianos ven más allá de esta perspectiva anticuada, hacia una democracia pluralista e integrada con el mundo.

Está naciendo una nueva Colombia. Unida como nunca antes, renaciente, confiada, y, como siempre en Colombia, valiente. Esta Colombia está lista para asumir los riesgos del progreso y es capaz de tomar grandes pasos hacia adelante. Es una Colombia que, para aprovechar al máximo sus oportunidades, no aceptará un segundo puesto en el mundo.

En ese contexto Estados Unidos busca lazos más estrechos con Colombia como socio principal en nuestra perspectiva del mundo económico moderno. Lo hacemos al negociar un acuerdo de libre comercio con Colombia. Las negociaciones no serán fáciles, pero han empezado bien.

Habrá mucho trabajo para ambos países, pero nos anima la perspectiva compartida de un mundo en el cual las personas con buenas ideas, talento y ambición pueden progresar, y en el cual podemos beneficiarnos de nuestros recursos, talentos y capacidades individuales: un mundo en el cual las diferentes culturas pueden florecer y fortalecerse entre sí.

Como cualquier cosa buena, los beneficios de un acuerdo de libre comercio exigirán que la nueva Colombia aproveche las oportunidades. El aumento de los ingresos requiere nuevas inversiones. El nuevo empleo requiere nuevas inversiones en la industria y la agricultura colombianas. Sin embargo, se ha demostrado que los inversionistas, tanto colombianos como extranjeros, no invertirán si las condiciones no son favorables. Ellos necesitan un ambiente legal imparcial y predecible. La legislación debe ser estable; debe evolucionar a través del tiempo para ajustarse a las nuevas circunstancias. Nadie jugará fútbol si el equipo oponente puede cambiar las reglas cuando le sea conveniente. Y el juego debe evolucionar a medida que los jugadores adquieren nuevos talentos y equipo deportivo.

Los contratos tienen que respetarse a todos los niveles, tanto en el sector gubernamental como en el sector privado. La legislación no puede ser aplicada de manera retroactiva. Si los resultados del partido de fútbol se pueden cambiar algunas semanas después de que éste termine, los jugadores no saldrán a la cancha.

La legislación sobre bancarrota debe lograr un equilibrio entre las necesidades de los acreedores y las de los deudores. No puede favorecer a las empresas grandes por encima de las pequeñas ni a lo nacional por encima de lo extranjero.

Todas las empresas, sin excepción, ya sean nacionales o extranjeras, tienen que ser tratadas de manera equitativa. Si un equipo de fútbol colombiano planea visitar otro país pero averigua que los árbitros de ese país discriminarán contra su equipo, no viajará. Los empresarios son iguales. La discriminación contra las empresas extranjeras hace que se queden en sus países de origen o que inviertan en otra parte.

Finalmente, los contratos en los cuales las partes especifican el uso del arbitraje tienen que ser considerados como la última palabra. Los laudos arbitrales no pueden ser objeto de revisión en los tribunales a no ser que las partes hayan acordado tal cosa desde el principio. Nadie estará de acuerdo con la solución de conflictos si la otra parte tiene la opción de no pagar si pierde. Ningún equipo de fútbol jugará si el otro equipo no tiene que aceptar las decisiones del árbitro simplemente porque no le gustan.

No puedo decirles que todos se beneficiarán inmediatamente del libre comercio con Estados Unidos. Muchas empresas estadounidenses tendrán que adaptarse a la fuerte competencia de la nueva, renaciente Colombia. Algunas decidirán que no pueden sobrevivir a la competencia y tendrán que usar su capital para otras cosas. Ese es el precio de una economía dinámica y creciente. Lo mismo sucederá en Colombia. Algunas empresas, que no tendrán resultados económicos óptimos en un mundo competitivo, necesitarán cambiar a una producción más eficiente o usar su capital para otras cosas. Algunos sectores sufrirán más que otros. ¿Qué se puede hacer? ¿Debemos quedarnos viéndolos sufrir? No lo creo.

El gobierno puede desempeñar un papel ayudándole al sector privado a adaptarse, mientras esa asistencia no trate de mantener a los sectores ineficientes, sino de ayudar a que crezcan nuevas empresas en los sectores eficientes de la economía. Precisamente por eso, las conversaciones sobre la creación de capacidad comercial forman parte de las negociaciones. Las partes negociadoras y los bancos regionales y multilaterales de desarrollo utilizarán ese foro para desarrollar nuevas estrategias de préstamos que ayuden en esa transición. Los empresarios colombianos ya han probado que son recursivos y adaptables. A veces, ciertos sectores necesitarán ayuda en esa transición.

Se puede hacer mucho para que los servicios gubernamentales sean más eficientes y accesibles, alentando el rápido crecimiento empresarial. Como ya mencioné, la solución de los conflictos contractuales tiene que ser eficiente y concluyente. Los empresarios deben tener acceso a los mercados de capital para préstamos y participación en acciones. Los bancos tienen que formar parte de un sistema regulador que les permita hacer préstamos a empresas nuevas. Se debe estimular a quien corra riesgos.

La corrupción es como un parásito que debilita la economía; corroe el empleo y el crecimiento. Esta plaga debe ser localizada y destruida, con fuerte antídoto si es necesario. Las empresas tienen que aceptar el desafío de la trasparencia; tienen que pagar impuestos y abrir sus libros a los inversionistas y a los prestamistas.

Todos tienen que pagar impuestos en una economía moderna. Cuando sólo las grandes empresas pagan impuestos, ellas efectivamente están subsidiando a los demás, generalmente a los sectores menos eficientes de la economía. El gobierno no debería usar el dinero de los contribuyentes para apoyar a los sectores débiles a expensas de los sectores más modernos y de tecnología más avanzada. Una economía moderna no aguanta eso.

Si se toman esos pasos en el contexto de un acuerdo de libre comercio, los Andes que antes dividían a Colombia y ayudaban a mantenerla pobre, se convertirán en un bello símbolo de los obstáculos vencidos, a medida que la nueva Colombia se convierte en socio principal de Estados Unidos y de otros países del Hemisferio en un mundo más próspero.

Pero creo que el gobierno de la nueva Colombia, su comunidad legal y su dinámico sector privado están a la altura del desafío. Sólo llevo cinco meses en Colombia y cuando en Estados Unidos me preguntan cómo me siento aquí, mi respuesta es una palabra: "orgulloso". Estoy orgulloso de mis nuevos amigos y de lo que están haciendo para trasformar su país. También estoy orgulloso de formar parte del equipo de la Embajada en Bogotá, dirigido por el Embajador Wood, el cual está cumpliendo nuestro compromiso de ayudar a la nueva Colombia en su transición hacia el estado de país desarrollado, libre y prosperando en su propia cultura tan diversa.

Gracias.



Bogotá, D.C.
17 de junio de 2004