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  Actualizada: 08/V/01

Palabras del Presidente Bush ante el Consejo de las Américas

La Casa Blanca Oficina del Secretario de Prensa
Departamento de Estado
7 de mayo de 2001
2:33 p.m. hora de verano del Este

Muchas gracias a todos. Tomen asiento. Gracias, señor Rhodes, es para mí un honor; y gracias, señor, por recibirme aquí. Es un honor estar aquí con el senador Chuck Hagel. Es un hombre que tiene una gran perspectiva del mundo. Es también un magnífico senador de Estados Unidos. Gracias por estar aquí, senador. Es bueno ver embajadores de las naciones de nuestro Hemisferio. Señor Rockefeller, muchas gracias por su apoyo al comercio en nuestro Hemisferio.

Es un honor estar aquí con la mejor selección que yo podría posiblemente haber hecho para ser Secretario de Estado, y es Colin Powell. Está haciendo un trabajo realmente bueno al defender a nuestro país de una manera humilde y firme. Cuando todo se haya dicho y hecho, su permanencia (en el cargo) va a significar que el mundo es más pacífico y más próspero.

Le agradezco mucho a Peter Romero, del Departamento de Estado, quien ha estado trabajando hombro con hombro con nosotros en la Casa Blanca. Agradezco también a Thomas McNamara y Bill Pryce. Y gracias a todos por venir y gracias por permitirme hablar sobre un tema tan querido y cercano a mi corazón.

El Consejo de las Américas se formó hace 36 años, en una América diferente. Y, por cierto, en un mundo diferente. En 1965, el comercio y la inversión internacionales le importaban mucho menos a la economía de Estados Unidos. Comerciábamos mayormente con los países de Europa. De modo interesante, en ese momento México era nuestro quinto socio comercial en orden de importancia. Hoy, es el segundo socio comercial, después de Canadá.

En 1965, eran tan pocos los estadounidenses con ascendencia de América Latina que el Censo ni siquiera se molestaba en tabularlos. Hoy, unos 35 millones de estadounidenses son de origen hispánico. En 1965, regímenes militares y autoritarios regían demasiados países de las Américas. Hoy, con una excepción triste y solitaria, todas las naciones de nuestro Hemisferio tienen un gobierno elegido.

Una cumbre reciente en Quebec simbolizó la nueva realidad en nuestro Hemisferio, una unidad de valores compartidos, cultura compartida y comercio compartido. Y juntos logramos buen progreso en esa cumbre, el comienzo de una relación realmente fuerte y fructífera en todo el Hemisferio.

En la década del 80 y a principios de la del 90 nuestra nación negoció muchos acuerdos comerciales importantes: el Acuerdo de Libre Comercio Estados Unidos-Canadá; el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte, y la Ronda Uruguay de Conversaciones Comerciales Multilaterales. Desde entonces, han quedado paralizados los esfuerzos, mientras se dejaba vencer la autorización de vía rápida de Estados Unidos. La inactividad del Gobierno estadounidense significó costos reales para el pueblo estadounidense. Estados Unidos tiene pocos amigos mejores que, por ejemplo, la República de Chile; pero las mercancías canadienses que se venden en Chile pagan un arancel más bajo que las mercancías estadounidenses, porque Estados Unidos ha dejado inconclusas sus conversaciones comerciales con Chile.

En todo el mundo se negocian acuerdos de libre comercio, y no somos parte de ellos. Y esto tiene que cambiar. Los estadounidenses son los inventores preeminentes de nueva tecnología en el mundo, y los mayores inversionistas del mundo. Somos los productores de alimentos más eficientes del mundo, y la principal fuente de información y entretenimiento del mundo. A nuestros agricultores y a nuestros inventores, a nuestros artistas y a los ahorristas comunes y corrientes, el comercio abierto rinde dividendos en forma de ingresos más altos y rendimientos más altos.

Nos beneficiamos también del libre comercio de maneras menos tangibles. Los estadounidenses quieren vivir en un planeta más limpio; queremos que se respeten las normas laborales y que los niños estén protegidos de la explotación. Los estadounidenses quieren que los derechos humanos y la libertad individual mejoren. El libre comercio adelanta estos valores estadounidenses, estos valores universales.

Al fracasar en presentar el caso a favor del comercio, hemos permitido que en este país aparezca un nuevo tipo de proteccionismo. Habla de los trabajadores, mientras se opone a una importante fuente de nuevos empleos. Habla del ambiente, mientras se opone a las políticas creadoras de riqueza que pagarán por el aire y el agua puros en los países en vías de desarrollo. Habla de los pobres, cuando ofrece ideas que dejarían en la pobreza a muchos de los pobres.

El libre comercio no es solamente una oportunidad económica, es un imperativo moral. El comercio crea empleos para los desempleados. Cuando negociamos a favor de mercados abiertos, ofrecemos nuevas esperanzas para los pobres del mundo. Y cuando promovemos el libre comercio, promovemos la libertad política. Las sociedades que se abren al comercio a través de sus fronteras se abrirán a la democracia dentro de sus fronteras, no siempre de inmediato, y no siempre fácilmente, pero en el momento preciso.

Miren a nuestros amigos, México, y las reformas políticas que allí se efectúan. Miren a Taiwán. Miren a Corea del Sur. Y algún día muy pronto, espero que algún presidente estadounidense pueda terminar esa lista al agregar, miren a China. Creo en el comercio libre con China, porque creo que la libertad puede triunfar en China.

Posteriormente esta semana, enviaré al Congreso el resumen de mi agenda comercial. Mi Administración quiere cooperar con el Congreso y escuchar lo que sus miembros tengan que decir. Nos impresionan especialmente las nuevas ideas creativas de muchos miembros del Congreso sobre cómo adelantar las cuestiones de protección ambiental y protección de los trabajadores, de manera que abran el comercio, en lugar de cerrarlo. Reconocen que una política que sirva para todos los casos no dará resultado. Saben que necesitamos una caja de herramientas bien dotada, con herramientas que sirvan para los diversos problemas, y yo estoy de acuerdo.

Y una herramienta que necesito es la renovación de la autorización de vía rápida de Estados Unidos. Urjo al Congreso que restablezca la autoridad de nuestra nación para negociar acuerdos comerciales. Y usaré esa autoridad para crear libertad en el mundo, progreso en nuestro Hemisferio y una prosperidad duradera en Estados Unidos.

Debemos aprobar el Acuerdo de Libre Comercio con Jordania, uno de nuestros mejores amigos en el Mediano Oriente. Debemos completar nuestro Acuerdo de Libre Comercio con Singapur. Debemos seguir adelante con otros acuerdos bilaterales y regionales. Y ha llegado el momento de una nueva ronda comercial mundial.

Soy optimista en cuanto al comercio. Soy también realista en cuanto al comercio. Aplicaré nuestras leyes contra las prácticas comerciales injustas. Y quiero considerar cómo podemos mejorar nuestro programa de ayuda de ajuste comercial cuando tenga que ser autorizado nuevamente el año próximo. Pero debemos comprender que los costos de transición al libre comercio se empequeñecen ante sus beneficios, que no solamente se miden en dólares y centavos, sino en libertad humana, dignidad humana, derechos humanos y progreso humano.

Debemos hacer que esos beneficios se hagan realidad para toda la gente de nuestro Hemisferio. Y esa es la tarea que nos espera. La acepto con entusiasmo. Y cuento con la ayuda del Consejo de las Américas para llevar cordura al Congreso de Estados Unidos. Que Dios los bendiga



Washington, D.C.
7 de mayo de 2001