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  Actualizada: 24/IX/01

Mensaje del Presidente Bush
a una sesión conjunta del Congreso de EE.UU.
y a la nación

Versión en inglés

La Casa Blanca
Oficina del Secretario de Prensa
20 de septiembre de 2001


Señor Presidente de la Cámara de Representantes, señor Presidente interino del Senado, miembros del Congreso y conciudadanos:

Normalmente, los presidentes acuden a este recinto para informar sobre el estado de la Unión. Esta noche, no se necesita ese informe. Ya ha sido presentado por el pueblo estadounidense.

Lo hemos visto en el valor de los pasajeros que atacaron a los terroristas para salvar a otros en tierra, pasajeros como un hombre excepcional llamado Todd Beamer. Les ruego que me ayuden a dar la bienvenida a su esposa, Lisa Beamer, que se encuentra aquí esta noche.

Hemos visto el estado de nuestra Unión en la resistencia de los socorristas, quienes trabajaron hasta superar el punto de agotamiento. Hemos visto el despliegue de banderas, las velas, encendidas, la donación de sangre, las oraciones ofrecidas en inglés, hebreo y árabe. Hemos visto la dignidad de un pueblo capaz de amar y generoso, que hizo suya la aflicción de extraños.

Queridos conciudadanos, durante los últimos nueve días, el mundo entero ha visto el estado de nuestra Unión, y ese estado es fuerte.

Esta noche somos un país que ha despertado ante el peligro y ante el llamado a defender la libertad. Nuestro dolor se ha convertido en ira, y la ira en firmeza. Ya sea que traigamos a nuestros enemigos ante la justicia, o que llevemos la justicia a nuestros enemigos, se hará justicia.

Agradezco al Congreso su liderazgo en un momento tan importante. Todo Estados Unidos se conmovió la noche de la tragedia al ver a Republicanos y Demócratas, unidos en la escalinata de este Capitolio, cantando "Dios bendiga a América". Y ustedes hicieron más que cantar. Ustedes actuaron, asignando US40.000 millones para reconstruir nuestras comunidades y enfrentar las necesidades de nuestras fuerzas militares.

Señor Hastert, Presidente de la Cámara, y señor Gephardt, líder de la oposición en la Cámara, señor Daschle, líder de la mayoría en el Senado, y senador Lott, agradezco su amistad, su liderazgo y su servicio a nuestro país.

Y en nombre del pueblo de Estados Unidos, agradezco al mundo por su efusivo apoyo. Estados Unidos nunca olvidará el sonido de nuestro himno nacional tocado en el Palacio de Buckingham, y en las calles de París, y en la Puerta de Brandenburgo de Berlín. No olvidaremos los niños surcoreanos reunidos frente a nuestra embajada en Seúl, ni las oraciones de pésame ofrecidas en una mezquita en El Cairo. No olvidaremos los momentos de silencio y los días de duelo en Australia y Africa y América Latina.

Tampoco olvidaremos a los ciudadanos de otros 80 países que murieron junto a los nuestros. Docenas de pakistaníes. Más de 130 israelíes. Más de 250 ciudadanos de India. Hombres y mujeres de El Salvador, Irán, México y Japón. Y cientos de ciudadanos británicos. Estados Unidos no tiene amigo mejor que Gran Bretaña. Una vez más, estamos unidos en una gran causa. El Primer Ministro británico cruzó un océano para demostrar su propósito común con Estados Unidos, y esta noche damos la bienvenida a Tony Blair.

El 11 de septiembre los enemigos de nuestra libertad cometieron un acto de guerra contra nuestro país. Los estadounidenses sabemos lo que es la guerra, pero durante los últimos 136 años fueron guerras en el extranjero, excepto un domingo en 1941. Los estadounidenses hemos conocido las víctimas de guerras, pero no en el centro de una gran ciudad, en una mañana apacible. Los estadounidenses hemos sufrido ataques por sorpresa, pero nunca contra miles de civiles. Todo esto nos fue infligido en un solo día, y en la noche éramos un mundo diferente, un mundo en el cual la libertad misma está siendo atacada.

Los estadounidenses tienen muchas preguntas esta noche. Se preguntan: ¿Quién atacó a nuestro país?

Todas las pruebas que hemos reunido apuntan a una serie de organizaciones terroristas informalmente afiliadas conocidas como al Qaeda. Son los mismos asesinos acusados de bombardear las embajadas de Estados Unidos en Tanzania y Kenia, y los responsables del ataque dinamitero contra el U.S.S. Cole.

Al Qaeda es para el terror lo que la mafia es para el crimen. Pero su objetivo no es amasar dinero; su objetivo es rehacer el mundo, e imponer sus creencias radicales a pueblos en todas partes del mundo.

Los terroristas practican una forma marginal de extremismo islámico que ha sido rechazado por los eruditos musulmanes y por una vasta mayoría de clérigos musulmanes, un movimiento marginal que pervierte las enseñanzas pacíficas del Islam. La directiva de los terroristas les ordena matar cristianos y judíos, matar a todos los estadounidenses y no diferenciar entre militares y civiles, incluso mujeres y niños. Este grupo y su líder, una persona llamada Usama ben Laden, están conectados con muchas otras organizaciones en diferentes países, incluso la Yijad Islámica Egipcia y el Movimiento Islámico de Uzbekistán.

Hay miles de estos terroristas en más de 60 países. Se los recluta en sus propios países y en los alrededores, y se los lleva a campamentos en lugares como Afganistán, donde son entrenados en las tácticas del terror. Se los lleva de regreso a sus países o se los manda a que se oculten en países en todas partes del mundo para maquinar maldad y destrucción.

El liderazgo de al Qaeda ejerce gran influencia en Afganistán y sostiene al régimen Talibán, el cual controla la mayor parte de ese país. En Afganistán vemos la perspectiva que al Qaeda tiene del mundo. El pueblo de Afganistán ha sido brutalizado, muchos sufren hambre y muchos han huido. A las mujeres no se les permite asistir a la escuela. Se puede ser encarcelado por poseer un aparato de televisión. La religión sólo se puede practicar como la dictan sus líderes. Un hombre puede ser encarcelado en Afganistán si su barba no es suficientemente larga.

Estados Unidos respeta al pueblo de Afganistán, después de todo, nosotros somos en estos momentos su mayor fuente de ayuda humanitaria, pero condenamos al régimen Talibán. No solamente reprime a su propio pueblo, amenaza también a pueblos en otras partes al patrocinar y dar refugio y abastecer a terroristas. Al instigar y secundar el asesinato, el régimen Talibán comete asesinato. Esta noche, Estados Unidos de América exige lo siguiente del Talibán:

    Entreguen a las autoridades de Estados Unidos todos los líderes de al Qaeda que se ocultan en su país.

    Pongan en libertad a todos los ciudadanos extranjeros, incluso a los ciudadanos estadounidenses, quienes han sido encarcelados injustamente.

    Protejan a los periodistas, diplomáticos y socorristas extranjeros que se encuentran en su país.

    Cierren de inmediato y permanentemente todos los campamentos de entrenamiento de terroristas en Afganistán.

    Y entreguen a las autoridades apropiadas a todos los terroristas y a toda persona en su estructura de apoyo.

    Den a Estados Unidos pleno acceso a los campamentos de entrenamiento de terroristas, para que podamos asegurarnos de que ya no operan.

Estas exigencias no se negociarán ni se discutirán. El Talibán debe actuar, y actuar inmediatamente. O entrega a los terroristas o compartirá su destino.

Deseo hablarles también esta noche directamente a los musulmanes de todo el mundo: nosotros respetamos su fe. Muchos miles de estadounidenss la practican libremente, y muchos millones más la practican en países que Estados Unidos cuenta entre sus amigos. Sus nseñanzas son buenas y pacíficas, y aquellos que cometen maldad en el nombre de Alá blasfeman el nombre de Alá. Los terroristas son traidores a su propia fe, en efecto, tratan de secuestrar al mismo Islam. El enemigo de Estados Unidos no son nuestros muchos amigos musulmanes; ni nuestros muchos amigos árabes. Nuestro enemigo es una red radical de terroristas, y cada gobierno que los respalda.

Nuestra guerra contra el terrorismo empieza con al Qaeda, pero no termina allí. No terminará hasta que hayamos encontrado, detenido y derrotado a cada grupo terrorista de alcance mundial.

Los estadounidenses se preguntan: ¿Por qué nos odian?

Ellos odian aquello que nosotros consideramos correcto aquí en este recinto, un gobierno elegido democráticamente; sus líderes se nombran ellos mismos. Ellos odian nuestras libertades, nuestra libertad de religión, nuestra libertad de expresión, nuestra libertad de votar y de reunirnos y de estar en desacuerdo unos con otros. Desean derrocar los gobiernos existentes en muchos países musulmanes, como Egipto, Arabia Saudita o Jordania. Desean expulsar a Israel del Medio Oriente. Desean expulsar a cristianos y judíos de vastas regiones de Asia y Africa.

Estos terroristas no solamente matan para terminar vidas, sino para alterar y terminar un sistema de vida. Con cada atrocidad que cometen, confían en que Estados Unidos se torne temeroso, se retire del mundo y abandone a nuestros amigos. Se oponen a nosotros porque nos interponemos en su camino.

Sus pretensiones de piedad no nos engañan. Hemos visto su tipo antes. Son los herederos de todas las ideologías asesinas del siglo XX. Al sacrificar vidas humanas para servir sus perspectivas radicales, al abandonar todos los valores excepto la ambición de poder, siguen el camino del fascismo, el nazismo y el totalitarismo. Y seguirán todo ese camino, hasta donde termina: en la tumba sin nombre de la historia de mentiras descartadas.

Los estadounidenses se preguntan: ¿Cómo libraremos y ganaremos esta guerra?

Usaremos todos los recursos a nuestra disposición, todos los medios diplomáticos, todos los medios de nuestros servicios de inteligencia, todos los instrumentos de aplicación de la ley, toda nuestra influencia financiera y todas las armas de guerra necesarias, para destruir y derrotar la red del terrorismo mundial.

Esta guerra no se parecerá a la guerra contra Irak, hace una década, con su liberación decisiva de territorio y su conclusión rápida. No se parecerá a la guerra aérea sobre Kosovo de hace dos años, donde no se utilizaron fuerzas terrestres y no se perdió un solo estadounidense en combate. Nuestra respuesta consistirá en mucho más que una represalia instantánea y ataques aislados. Los estadounidenses no deben esperar que se trate de una sola batalla, sino de una campaña prolongada, diferente de cualquiera otra que hayamos visto. La misma puede incluir ataques espectaculares, vistos en la televisión, y operaciones encubiertas, secretas hasta en su éxito.

Privaremos a los terroristas de financiación, los volveremos unos contra otros, los empujaremos de un lugar a otro, hasta que no les quede refugio ni descanso. Y perseguiremos a los países que proporcionen ayuda y refugio al terrorismo. Cada país, en cada región, deberá decidir ahora: o está con nosotros, o está con los terroristas.

Desde hoy, cualquier país que continúe dando refugio o apoyo al terrorismo será considerado por Estados Unidos un régimen hostil.

Nuestra nación ha sido avisada: no somos inmunes al ataque. Para proteger a los estadounidenses, tomaremos medidas defensivas contra el terrorismo. Docenas de departamentos y agencias federales, como también gobiernos estatales y locales, tienen hoy responsabilidades que afectan la seguridad del territorio nacional. Estos esfuerzos deben ser coordinados al nivel más alto. De modo que esta noche anuncio la creación de un cargo a nivel ministerial directamente bajo mi dirección, la Oficina de Seguridad del Territorio Nacional. Y también quiero anunciar esta noche que he escogido a un distinguido estadounidense para liderar ese esfuerzo, para fortalecer la seguridad nacional: un veterano militar, gobernador efectivo, un verdadero patriota y amigo de confianza, Tom Ridge, del estado de Pennsylvania. El liderará, dirigirá y coordinará una estrategia nacional total para proteger a nuestro país del terrorismo y responder a cualquier ataque que pueda venir.

Estas medidas son esenciales. Pero la única manera de derrotar al terrorismo como amenaza a nuestro sistema de vida es detenerlo, eliminarlo y destruirlo donde crezca.

Muchos se involucrarán en este esfuerzo, desde los agentes de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) hasta los reservistas que he llamado al servicio activo. Todos ellos merecen nuestro agradecimiento, y por todos ellos elevamos nuestras plegarias. Y esta noche, a poca distancia del averiado Pentágono, tengo un mensaje para nuestros militares: estén preparados. He pedido a las fuerzas armadas que estén alertas, y hay una razón. Se acerca el momento en que Estados Unidos actuará y ustedes nos harán sentir orgullosos.

Sin embargo, ésta no es únicamente la lucha de Estados Unidos. Lo que está en juego no es simplemente la libertad de Estados Unidos. Ésta es la lucha del mundo. Ésta es la lucha de la civilización. Ésta es la lucha de todos quienes creen en el progreso y el pluralismo, la tolerancia y la libertad.

Les pedimos a todas las naciones que se nos unan. Pediremos y necesitaremos la ayuda de fuerzas de policía, servicios de inteligencia y sistemas bancarios por todo el mundo. Estados Unidos agradece el que muchas naciones y muchas organizaciones internacionales hayan respondido ya, con comprensión y apoyo. Naciones desde América Latina hasta Asia, Africa, Europa, el mundo islámico. Tal vez la Carta de la OTAN es la que mejor refleja la actitud del mundo: un ataque a uno es un ataque a todos.

El mundo civilizado se adhiere a Estados Unidos de América. Comprende que si este terrorismo queda impune, después se verán afectadas sus propias ciudades, sus propios ciudadanos. El terrorismo sin respuesta, no sólo puede tumbar edificios, puede amenazar la estabilidad de gobiernos legítimos.

Y, ¿saben qué? No lo permitiremos.

Los estadounidenses se preguntan: ¿Qué se espera de nosotros?

Les pido a ustedes que vivan sus vidas y abracen a sus hijos. Sé que muchos ciudadanos sienten temor esta noche, y les pido a ustedes que mantengan la calma y la firmeza, incluso frente a la amenaza continua. Les pido que mantengan los valores estadounidenses, y que recuerden por qué tantos han venido a vivir aquí.

Ésta es una lucha por nuestros principios, y nuestra primera responsabilidad es vivir de acuerdo con ellos. Nadie debe ser escogido para darle un trato injusto o decirle palabras hirientes debido a sus antecedentes étnicos o su fe religiosa.

Les pido que continúen apoyando a las víctimas de esta tragedia con sus contribuciones. Aquellos que quieran dar pueden recurrir a una fuente central de información, para encontrar los nombres de grupos que proporcionan ayuda directa en Nueva York, Pennsylvania y Virginia.

Los miles de agentes de la FBI que trabajan ahora en esta investigación pueden necesitar la cooperación de ustedes, y les pido que la den.

Les pido a ustedes paciencia ante las demoras e inconvenientes que pueden acompañar a una seguridad más estricta, y paciencia ante lo que será una larga lucha.

Les pido su contínua participación y confianza en la economía estadounidense. Los terroristas atacaron un símbolo de la prosperidad estadounidense. No tocaron su fuente. Estados Unidos de América tiene éxito debido al empeño en el trabajo, la creatividad y el espíritu empresarial de nuestro pueblo. Éstos constituían la verdadera fortaleza de nuestra economía antes del 11 de septiembre, y son nuestra fortaleza hoy.

Finalmente, sigan, por favor, rezando por las víctimas del terrorismo y sus familias, por los nuestras fuerzas armadas y por nuestra gran nación. Las oraciones nos han consolado en el dolor y nos ayudarán a fortalecernos para el camino que tenemos por delante.

Esta noche quiero agradecer a mis compatriotas por lo que ya han hecho y por lo que harán. Y, damas y caballeros del Congreso, les agradezco a ustedes, sus representantes, por lo que ya han hecho y por lo que haremos juntos. Esta noche encaramos nuevos y súbitos retos a nivel nacional. Nos uniremos para mejorar la seguridad aérea, para aumentar radicalmente la cantidad de guardas aéreos en los vuelos nacionales y para tomar nuevas medidas para impedir los secuestros de aviones. Nos uniremos para promover la estabilidad de nuestras aerolíneas y mantenerlas volando mediante asistencia directa, durante esta emergencia.

Nos uniremos para darle a quienes admistran la ley herramientas adicionales necesarias para seguirle la pista al terrorismo aquí en nuestro país. Nos uniremos para fortalecer nuestras capacidades de inteligencia para enterarnos de los planes de los terroristas antes de que actúen, y encontrarlos antes de que ataquen.

Nos uniremos para tomar medidas activas que fortalezcan la economía estadounidense y pongan a trabajar a la gente otra vez. Esta noche les damos la bienvenida aquí a dos líderes que encarnan el espíritu extraordinario de todos los neoyorkinos: el gobernador George Pataki y el alcalde Rudy Giuliani. Como símbolo de la firmeza de Estados Unidos de América, mi administración colaborará con el Congreso, y con estos dos líderes, para demostrarle al mundo que podemos reconstruir la ciudad de Nueva York.

Después de todo lo que acaba de suceder, de todas las vidas perdidas y de todas las posibilidades y esperanzas que murieron con ellas, es natural preguntarse si el futuro de Estados Unidos es de temor. Algunos hablan de una era del terror. Yo sé que vienen luchas y peligros por encarar. Pero este país definirá nuestra época, no será definido por ella. Mientras Estados Unidos sea firme y fuerte, ésta no será una era de terror; ésta será una era de libertad, aquí y en todo el mundo.

Se nos ha hecho un gran daño. Hemos sufrido una gran pérdida. Y en nuestra dolor e ira hemos encontrado nuestra misión y nuestra oportunidad. La libertad y el temor están en guerra. El avance de la libertad humana, el gran logro de nuestra época y la gran esperanza de todas las épocas, depende ahora de nosotros. Nuestra nación, esta generación, despejará para nuestro pueblo y nuestro futuro esa oscura amenaza de violencia. Uniremos al mundo en pro de esta causa, mediante nuestros esfuerzos y nuestro valor. No nos cansaremos, no vacilaremos y no fracasaremos.

Espero que en los meses y años por venir, la vida regresará casi a la normalidad. Volveremos a nuestras vidas y rutinas, y eso está bien. Hasta el dolor disminuye con el tiempo y la buena voluntad. Pero nuestra firmeza no debe desaparecer. Cada uno de nosotros recordará lo que pasó ese día, y a quiénes les pasó. Recordaremos el momento cuando recibimos la noticia, dónde estábamos y qué hacíamos. Algunos recordarán una imagen del fuego o un relato o un rescate. Algunos llevarán consigo el recuerdo de un rostro y una voz que se han ido para siempre. Y yo llevaré ésto. Es la placa de policía de un hombre llamado George Howard, quien murió en las Torres Gemelas, tratando de salvar a otros. Me la dio su mamá, Arlene, como recuerdo orgulloso de su hijo. Este es mi recordatorio de las vidas que terminaron, y de una tarea que no termina.

No olvidaré esta herida a mi país, ni a aquellos que la infligieron. No cederé, no descansaré, no cederé en esta lucha por la libertad y la seguridad del pueblo estadounidense.

El curso que seguirá este conflicto no se conoce, pero su resultado es seguro. La libertad y el miedo, la justicia y la crueldad, han estado siempre en guerra entre sí, y sabemos que Dios no es neutral entre ellos.

Conciudadanos, enfrentaremos la violencia con la justicia paciente, seguros de la rectitud de nuestra causa y confiados en las victorias futuras. En todo lo que tenemos por delante, que Dios nos dé sabiduría y que vele por Estados Unidos de América.

Gracias.



Washington, D.C.
September 20, 2001