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  Actualizada: 19/III/02

Política Exterior de Estados Unidos en el Hemisferio Occidental

Otto J. Reich
Secretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental
Departamento de Estado de Estados Unidos
en el Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos (CSIS)
Hotel Willard Inter-Continental
12 de marzo de 2002

English version


Es agradable estar de regreso en el CSIS. Como lo dijo John Hamre, retrocederé un poco en la historia del CSIS, en realidad, hasta 1971. Yo recibía mi maestría en la Universidad de Georgetown, y el desaparecido Jim Theberge era director del programa latinoamericano en el CSIS, el cual en ese momento estaba todavía asociado a la Universidad de Georgetown. Había un concurso o una solicitud de propuestas, o como quieran ustedes llamarlo, de dos tesis doctorales en filosofía (Ph.D.) y una tesis de maestría. Y, puesto que no era un erudito, francamente no sabía si tendría mucha oportunidad. Pero alguien dijo: "Mira, tú podrías solicitar también. Presenta una propuesta de tesis de maestría y si te seleccionan consigues una beca".

Bueno, me seleccionaron. Y, francamente, creo que eso cambió considerablemente mi carrera porque pasé estudiando más tiempo. Y en el proceso tuve que renunciar un poquito al tennis. Pero, como resultado de esa y otras muchas otras vueltas en el camino, ocupo ahora este cargo y le hablo a un grupo de gente que sabe de este tema más que yo. Le agradezco al CSIS ese momento importante de mi carrera y esta invitación de hoy.

Quiero también agradecerles a varias personas que ya han sido señaladas, como George Fauriol, quien ocupó el cargo de director del Programa de Estudios Latinoamericanos en el CSIS durante mucho tiempo y quien realizó una labor tan buena. Creo que la clase de público que hay aquí hoy es un indicio de la labor de George. Quiero agradecerle a Mike Zarin, quien me ayudó con estas palabras. Si a ustedes les gusta lo que voy a decir, pueden agradecerle a Mike. Si no les gusta, es su culpa. Me ayudó a coordinar mis pensamientos, francamente, de una manera mucho más coherente y cohesiva que lo que yo podría haber hecho. Quiero reservar un poco de tiempo para las preguntas y respuestas porque, con un público como este, creo francamente que no usaría bien mi tiempo (o no usaría bien el tiempo de ustedes) si simplemente les hablara. Quiero tratar de participar en una conversación; en la medida en que tengamos tiempo.

Quiero decirles brevemente a ustedes qué siente la administración Bush por esta región. Desde los primeros días de esta Administración, el presidente Bush y el Secretario Powell les han dado alta prioridad a América Latina, al Caribe y a Canadá, a todo el Hemisferio Occidental. El Presidente, por haber sido gobernador de un estado fronterizo, y por tener una cuñada de origen mexicano, cree, por cierto, que nuestro futuro está inextricablemente vinculado al de nuestros vecinos hemisféricos. Su hermano Jeb es gobernador de otro estado fronterizo, con una frontera marítima, ha vivido dos años en Venezuela y habla español con fluidez.

El primer viaje del presidente Bush al exterior lo hizo a México. En los primeros ocho meses de su administración, el Presidente se reunió con una media docena de sus homólogos del Hemisferio. Su segundo viaje lo hizo a Canadá. Encabezó enérgicamente la participación de Estados Unidos en la Cumbre de las Américas de abril de 2001 en la ciudad de Quebec, donde sentó su convicción de que éste será el Siglo de las Américas. El presidente Bush fue anfitrión del presidente Fox en la Casa Blanca en la primera y única cena oficial ofrecida hasta ahora, porque ocurrió cinco días antes del 11 de septiembre.

Es este un presidente que se siente en su casa en este hemisferio; que se siente cómodo con sus líderes; que conoce a su pueblo, sus retos y sus oportunidades. Y el Secretario de Estado Powell comparte esa prioridad. El Presidente y el Secretario me han dado el mandato y la responsabilidad de ir en pos, con audacia y creatividad, de las más altas prioridades de esta Administración en la región. Es para mí un honor ser parte de esta gran empresa, servir a este Presidente y Secretario en la noble búsqueda de la libertad en nuestro propio Hemisferio.

Como él mismo me lo ha dicho a menudo, el Secretario Powell creó una relación perdurable con muchos de sus colegas ministros de relaciones exteriores, primero en Quebec y luego, otra vez, del modo más dramático, en ese momento extremadamente difícil e incierto después de los ataques terroristas a nuestro gran país el 11 de septiembre.

El Secretario estaba ese día en Lima, para firmar la Carta Democrática Interamericana de la OEA. Habla a menudo del increíble desbordamiento de dolor y conmiseración, de las promesas de apoyo y solidaridad, de las medidas concretas que han resultado de esos compromisos, tanto bilateral como colectivamente, a través del Tratado de Río o de varias comisiones especiales de la OEA.

Sin embargo, después del 11 de septiembre empezamos a oir en varios rincones, tanto aquí en nuestro país como en la región, algunos rumores de descontento porque el compromiso de la Administración con el Hemisferio era apenas un poco más que retórico. Estaban aquellos que expresaban gran incertidumbre acerca de cuándo la Administración volvería su atención a la región, e incluso si volvería su atención, y, de ser así, cómo lo haría.

Permítanme asegurarles que la crítica acerca de la disminución del interés era totalmente errada. En los meses que siguieron a ese trágico día de septiembre, esta Administración, desde los niveles más altos, concentró muy acertadamente su atención y energías en la tarea más inmediata: la seguridad de nuestro pueblo y nuestro territorio nacional. Era tan inevitable como apropiado que el seguir la guerra contra el terrorismo tendría que pasar al primer plano.

Por sobre todo eso, desde luego, estaba la calamidad de que el Presidente y el Secretario no contaran con el Secretario Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental que habían nombrado. Eso agregó otro reto a la búsqueda audaz y creativa de las metas del Presidente y del Secretario para la región.

Pero, a principios de este año, mientras la primera fase de la guerra al terrorismo estaba en marcha y este servidor asumió finalmente su cargo, la Administración empezó a buscar maneras de revigorizar nuestra agenda latinoamericana; a buscar maneras de recuperar el impulso que quedó frenado como resultado del 11 de septiembre.

Y, ¿por qué? Precisamente porque esta administración cree que nuestro futuro y el de nuestros vecinos están unidos y que sólo mediante una participación sostenida y colaboradora podemos fortalecer juntos la libertad, crear y difundir la prosperidad y asegurar que cada ciudadano de las Américas tenga una oportunidad de vivir en paz y seguridad.

Es difícil exagerar todo lo que tenemos en juego aquí. La estabilidad democrática, política y económica de nuestra región reduce la escala de la migración ilegal, el narcotráfico, el terrorismo y las perturbaciones económicas, y nos permite concentrar esfuerzos y recursos más grandes para explotar las oportunidades positivas, tanto cerca como lejos de nosotros. También promueve la expansión del comercio y de la inversión. Ya le vendemos más a América Latina y al Caribe que a la Unión Europea. Nuestro comercio dentro del NAFTA es mayor que el que mantenemos con la UE y Japón juntos. Le vendemos más al MERCOSUR que a China. América Latina y el Caribe son nuestro mercado de exportaciones de más rápido crecimiento.

Pero la nuestra es también una región perturbada, que experimenta una serie de retos. Es una región que sufre económicamente, al sentir los efectos de la desaceleración económica estadounidense y mundial; una baja aguda en los precios del café y otros productos básicos; desastres naturales y la disminución del turismo y de las remesas después del 11 de septiembre.

Es una región en la cual muchos ciudadanos y algunos líderes comienzan a poner en duda la sabiduría de las reformas políticas y económicas en las cuales se han embarcado durante los últimos 10 a 15 años.

Sin embargo a un nivel más fundamental, es una región que experimenta las consecuencias del mal ejercicio del gobierno y de las reformas incompletas.

En números cada vez más grandes, los latinoamericanos expresan descontento no tanto con la democracia o el modelo económico que siguen sus países, sino más bien con la calidad de su democracia y con lo que perciben como la incapacidad de los mercados libres de crear crecimiento económico y niveles de vida más altos.

Aunque la región, en términos amplios, experimenta desafíos múltiples, hay también puntos brillantes. Tras una década de reformas, el Hemisferio se ha integrado cada vez más a la economía mundial. La necesidad de comerciar y atraer inversión y capital extranjeros ayuda a disuadir a aquellos que se sienten tentados de seguir políticas antiliberales.

Esos países (Chile y El Salvador, para no nombrar sino dos) que han permanecido en el curso de las reformas, manteniendo la disciplina fiscal, liberalizando los regímenes comerciales, privatizando industrias estatales ineficientes, eliminando reglamentaciones sobre los mercados internos e invirtiendo en su propio pueblo, están enfrentando la recesión económica mejor que la mayoría. Por su parte, Uruguay y Costa Rica son islas de relativa estabilidad política, social y económica.

Aunque persistirán muchos retos a la economía de mercado y a la democracia representativa, y podrían volverse más difíciles a medida que la economía mundial siga sin poder encender correctamente sus motores, no hay a la vista modelos alternativos dignos de confianza. Nuestro reto es trabajar con los líderes latinoamericanos y sus ciudadanos para mejorar la calidad de su democracia y la capacidad de los mercados libres de cumplir con la promesa de las reformas.

El viaje del Presidente este mes a México, Perú y El Salvador es una manifestación concreta del compromiso de la Administración con la región. Será para el Presidente una gran oportunidad de destacar el enfoque multifacético de la Administración para ocuparse de los desafíos y oportunidades de la región. En unos momentos hablaré más sobre eso, pero, primero, permítanme decirles algo acerca del viaje del Presidente.

En Monterrey, México, el Presidente participará en una conferencia de las Naciones Unidas sobre "Financiación del desarrollo", de la cual es anfitrión el gobierno de México. Allí, el Presidente insistirá en el imperativo de las estrategias creativas y orientadas por el mercado para promover y sostener el desarrollo y la prosperidad económicos.

En Perú y El Salvador el Presidente tendrá muy presentes el comercio y el desarrollo, la democracia y la seguridad. En Lima, el Presidente tendrá la oportunidad de destacar el ejemplo de éxito que da el logro democrático del Perú y reiterar el compromiso de Estados Unidos con la libertad política y económica en la región.

Aunque las cuestiones bilaterales son el tema principal, el Presidente tendrá también una oportunidad invalorable de reunirse colectivamente con los presidentes de Perú, Bolivia, Colombia y Ecuador, los países de la Ley de Preferencias Arancelarias Andina. Por supuesto que el comercio estará en la mente de todos. Pero también lo estarán la seguridad, el anti-terrorismo, la lucha antinarcóticos y los crecientes desafíos que enfrentan Colombia y sus vecinos.

En San Salvador el Presidente llamará la atención al éxito de El Salvador en poner en práctica los acuerdos de paz firmados hace 10 años; a la creación de un sistema político orientado por el mercado en el cual la competencia no sólo es tolerada sino estimulada; y a la búsqueda decidida de las economías y reformas de mercado libre que le han permitido a ese país enfrentar simultáneamente las múltiples tormentas de los desastres naturales, los precios deprimidos de los productos básicos y una economía mundial en descenso.

Como en Lima, predominarán las cuestiones bilaterales, pero el comercio regional se presentará también de modo prominente. El presidente Bush se reunirá conjuntamente con sus homólogos de El Salvador, Costa Rica, Guatemala, Honduras y Nicaragua (y Panamá, debería agregar) para discutir su compromiso común de ir en busca de un Acuerdo de Libre Comercio entre Estados Unidos y América Central.

Esta visita a la región permite la oportunidad precisa que necesitamos ahora para que el Presidente y el Secretario destaquen la visión amplia de que está imbuída nuestra política y filosofía en relación con América Latina.

Nuestra política se basa en los cuatro pilares de la democracia, el desarrollo, la integridad gubernamental y la seguridad. La libertad subraya y fomenta esos pilares, todos los cuales están entrelazados y se refuerzan mutuamente.

La libertad (política, econóomica y comercial) es la hebra que atraviesa todo el tejido de nuestra política hemisférica. La democracia representativa y los mercados libres son los caminos adecuados. Gobernar bien, poner fin a la corrupción y aplicar de lleno las reformas necesarias son los puestos de control a lo largo del camino. La educación es la sólida piedra angular, a largo plazo. La seguridad es el techo bajo el cual cualquier otra cosa se hace posible.

Llegamos a la libertad a través de la democracia; a la prosperidad a través del comercio; y a la seguridad a través de un esfuerzo concertado, de múltiples capas, para combatir los flagelos del terrorismo, el narcotráfico, la criminalidad y la ilegalidad y otras amenazas trasnacionales.

La administración gubernamental responsable es esencial para alcanzar cada una de estas metas. Estados Unidos necesita destacar y promover políticas que son cruciales para el éxito de la reforma, tales como la inversión en educación primaria, la salud, los servicios sanitarios básicos y la infraestructura productiva; reducir la corrupción; fortalecer el imperio del derecho; y desarrollar regímenes modernos de impuestos, pensiones y regulatorios, así como leyes laborales y sobre derechos de propiedad. Tal reforma es esencial para que el pueblo no se vuelva contra sus gobiernos y oiga el canto de sirena del populismo durante los inevitables períodos de recesión económica.

Me gustaría volver ahora mi atención a varios de los retos actuales y destacados que enfrenta el Hemisferio. No puedo ocuparme de todos, pero permítanme mencionar sólo cuatro: Colombia, Argentina, Haití y Cuba.

En Colombia, el gobierno elegido democráticamente encara una amenaza a su supervivencia. Tres organizaciones terroristas bien armadas, financiadas independientemente, extremadamente violentas, están desportillando los cimientos del estado. Tenemos una obligación solemne de ayudar a nuestros hermanos y hermanas de Colombia en sus esfuerzos para proteger y defender su democracia y crear las condiciones en las cuales puedan atender efectivamente la miríada de retos que encara ese país.

La seguridad es una precondición que hace posible cada objetivo subsidiario que compartimos: terminar con la producción y tráfico armado de narcóticos ilícitos; fortalecer el imperio de la ley, el respeto por los derechos humanos, y la capacidad del gobierno de ejercer su autoridad legítima; reducir la corrupción, la degradación ambiental, la ilegalidad y la criminalidad; y desarrollar aún más la economía.

Hasta ahora, nuestra política se ha concentrado primordialmente en una misión antinarcóticos. Esa misión sigue siendo hoy tan importante como siempre. Pero examinamos con atención esa política mientras le echamos una mirada a otras formas de apoyo que podemos proporcionarle al gobierno de Colombia de una manera útil.

Argentina: un íntimo amigo y aliado, experimenta una crisis económica y financiera. El trastorno social es penoso y difícil. Y el riesgo de contagio político y económico, si bien ha disminuido en los meses recientes, no está totalmente bajo control. Estados Unidos está preparado para ayudar a Argentina, a través de las instituicones financieras internacionales, facilitando la aplicación de un sólido plan de recuperación económica.

Pero, permítanme recalcarlo, como lo hizo la semana pasada en Buenos Aires el Subsecretario de Estado Marc Grossman, nuestras relaciones con Argentina siguen basadas en valores y compromisos comunes con la libertad y la democracia. Como lo hemos hecho hasta ahora durante varios años, continuaremos colaborando con nuestros amigos argentinos en una amplia gama de cuestiones de interés mutuo que incluyen la situación en Colombia, el terrorismo y otras preocupaciones de seguridad, las operaciones de mantenimiento de la paz, el libre comercio, la democracia y otra gran variedad de temas.

Haití: en muchos sentidos, éste es el reto más inquietante del Hemisferio. Es un país que sufre los efectos acumulativos de 200 años de mal liderazgo, al frente de un estado predador. El régimen actualmente en el poder es sólo la manifestación más reciente de esa historia de 200 años. Romper ese ciclo es el mayor reto de Haití. Nuestra política a corto y mediano plazo se concentra en apoyar los esfuerzos de la Organización de los Estados Americanos para ayudar al gobierno y a la oposición a llegar a un acuerdo para romper el más reciente atolladero político, que ya lleva casi dos años. Buscamos constantemente maneras de alentar a ambos lados a negociar con seriedad y de buena fe. Llegar a un acuerdo es, sin embargo, sólo parte de la respuesta. Asegurar el cumplimiento de cualquier acuerdo al que se llegue será esencial. Será un factor principal del éxito.

Mitigar la miseria humanitaria es otra prioridad inmediata. Seguiremos proporcionando cantidades generosas de ayuda humanitaria a través de organizaciones no gubernamentales. A largo plazo, esperamos ayudar al pueblo haitiano a crear un ambiente político democráticamente competitivo, en el cual los derechos humanos y civiles se respeten y en el cual sea posible el crecimiento económico.

Cuba: ustedes sabían que yo no podía pronunciar un discurso sobre América Latina sin hablar de Cuba. De tantas maneras, Cuba es un caso especial. Es el único gobierno no democrático del Hemisferio. Lo gobierna un régimen que convierte la libertad en una farsa; que le impone la tiranía a su pueblo; que pone en prisión a sus propios ciudadanos por el "delito" de pensar independientemente.

Cuba no está exenta de nuestro compromiso fundamental con la libertad. El pueblo de Cuba no es diferente de ningún otro de América Latina y, en realidad, del mundo entero. Simplemente, quiere ser libre.

El presidente Bush y el secretario Powell tienen una visión positiva del futuro de Cuba. Incluye uno en el cualel pueblo de Cuba comparta las oportunidades que ofrece la libertad; uno en el cual el pueblo de Cuba pueda elegir libremente a sus líderes, pueda expresar libremente lo que piensa; pueda practicar libremente su religión y recibir una educación que no haya sido deformada por una ideología fracasada; uno en el cual el pueblo de Cuba (como el pueblo libre de todas partes) puede ir en pos de sus esperanzas y sueños de una vida mejor. Es una visión de una Cuba libre que respeta los derechos civiles y humanos de su pueblo, y es un buen vecino de los otros países de nuestro Hemisferio.

Hemos contraído un compromiso moral, político y legal (y lo cumpliremos) de promover en Cuba una transición rápida y pacífica hacia la democracia. Usaremos vigorosamente las herramientas a nuestra disposición, inclusive la ayuda al creciente movimiento dentro de Cuba en pro de la libertad, para crear los cimientos de su futura libertad.

Hay una cantidad de otros retos que Estados Unidos enfrenta en América Latina. Quiero concluir diciendo que estoy extremadamente agradecido por la oportunidad que me han dado el Presidente y el Secretario de desempeñar este cargo. El Presidente envió mi nombramiento al Senado por tercera vez hace dos semanas. Y el Secretario de Estado dijo ayer: "Aguardamos la acción del Senado". Creemos que nuestra Constitución le da a cada senador el poder de decir lo que piensa sobre un nombramiento, y se les debe conceder ese derecho.

Entre tanto, he prestado juramento (ya un par de veces) y me propongo seguir haciendo este trabajo mientras el Presidente y el Secretario quieran que lo haga. Tenemos grandes retos en el Hemisferio, pero tengo que decirles que sé que cuento con un equipo de política exterior (el Secretario de Estado, la Asesora de Seguridad Nacional, el Vicepresidente Cheney, el Presidente Bush, el Departamento de Defensa, otras agencias del gobierno) liderado por gente que tiene una experiencia increíble. Son tranquilos. Son fuertes. Y, como lo dije ayer en el Departamento de Estado, si ustedes se sentaran a participar en una reunión, como yo lo he hecho, con el Presidente o el Secretario de Estado y con jefes de estado extranjeros o ministros de relaciones exteriores, y los vieran trabajar, dormirían bien por las noches. Yo no duermo bien por las noches porque el Departamento de Estado me interrumpe debido a una u otra crisis, pero espero que ustedes lo hagan.

Muchas gracias.



Washington, D.C.
12 de marzo de 2002