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  Actualizada: 16/V/01

El libre comercio y la esperanza hemisférica

Robert B. Zoellick
representante comercial de EE.UU.
Consejo de las Américas

Es un placer estar de nuevo en el Departamento de Estado para hablarle al Consejo de las Américas. Desde que David Rockefeller fundó el Consejo en 1965, ha sido un defensor influyente de los mercados libres y la empresa privada en todas las Américas.

En verdad, miremos a las Américas de hoy: democracia en todas las naciones menos en una, un acuerdo de libre comercio hemisférico y el triunfo de los mercados abiertos en la batalla de las ideas. Ningún individuo ni organización ha tenido tanto éxito como David Rockefeller y el Consejo de las Américas en convertir los ideales de sus fundadores en una realidad viviente.

Como persona, David le ha dado mucho a su país (y a otros también) con sus rasgos distintivos de dignidad, generosidad y persistencia. Me siento orgulloso de haber trabajado con él en una junta directiva; lo único que lamento es que haya sido en una entidad sin ánimo de lucro.

Me gustaría también agradecer a otros buenos amigos su trabajo en beneficio de Estados Unidos y de las Américas: Bill Rhodes, presidente de la junta directiva del Consejo de las Américas; el embajador Ted McNamara, su presidente, y el embajador Bill Pryce, vicepresidente y jefe de la oficina en Washington. Los saludo por sus esfuerzos y espero con interés trabajar con ustedes en los meses y años por venir.

En los últimos años, un selecto grupo de líderes de gran visión han reconocido las causas y los intereses comunes que deben unir a las Américas. Pero, una y otra vez, la visión se esfumó, los intereses divergieron o los obstáculos parecían ser demasiado grandes. Hace 175 años, Simón Bolívar reunió en Panamá un congreso de las nuevas repúblicas americanas. Pero la experiencia de la misión estadounidense a ese congreso ofreció una advertencia profética de que Estados Unidos podría dejar pasar ese momento con América Latina. Los dos delegados de Washington nunca llegaron: uno murió en el camino y el otro sólo había llegado a Ciudad de México para cuando el Congreso en Panamá ya había sido clausurado. Demasiado poco, demasiado tarde.

Este mes hace 113 años, el Secretario de Estado James Blaine trató de recuperar las oportunidades perdidas: consiguió el apoyo del Congreso de Estados Unidos para reunir la primera Conferencia Internacional Americana. Su diplomacia incorporaba un método novel pero atractivo: el día siguiente de abrir la Conferencia en 1889, Blaine llevó a los 73 delegados de excursión por ferrocarril por Estados Unidos durante 42 días y 8.000 kilómetros. ¡Imagínense ustedes al Secretario Powell tratando hoy de explicarle ese gasto a la Comisión de Asignaciones!

La idea que animaba la conferencia de Blaine era un nuevo panamericanismo, una perspectiva que reflejaba las aspiraciones de fines del siglo XIX de facilitar la cooperación política, el comercio regional y la paz en todo el Hemisferio. Era una propuesta audaz para aquella época. Estados Unidos luchaba todavía para unir el norte y el sur después de la Guerra Civil y la Reconstrucción. Y el Congreso de Estados Unidos estaba a punto de aumentar los aranceles a niveles sin precedentes.

La Conferencia duró seis meses y cuando terminó, en abril de 1890, los delegados acordaron ampliar la cooperación comercial. Pero cuando volvieron a sus países, no pudieron mantener el impulso. Como lo observó con tristeza el escritor cubano José Martí, "Las barreras de las ideas son más fuertes que las barricadas de piedra".

Las Américas no fueron la única región en fracasar en la materialización de las expectativas liberales de hace un siglo. Como lo ha destacado el presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan, el comercio, como porcentaje de la economía mundial, sólo recientemente ha vuelto al nivel de fines del siglo XIX. Las peligrosas ideas de principios del siglo XX (imperialismo, fascismo, autoritarismo, comunismo, corporativismo, aislacionismo, proteccionismo) llevaron a crueldades y tragedias: guerras, depresión y declinación económica. Durante la segunda mitad del siglo XX se recuperó el grado de apertura económica que el mundo había perdido en la primera mitad de ese siglo.

Y así hoy, en el amanecer de un nuevo siglo, tenemos una oportunidad nueva; para Estados Unidos, las Américas y el mundo. Nos corresponde defender los valores de la apertura y la libertad, reconocer los vínculos vitales entre libertad económica, libre comercio, sociedades abiertas, democracias exitosas, oportunidad individual y seguridad pacífica. Al recapturar la visión original esperanzadora y, al modernizarla basándonos en las lecciones duramente aprendidas, podemos trazar un rumbo de paz y prosperidad para las Américas y el sistema mundial, no sólo para uno o dos años, sino para décadas hacia el futuro.

Algunos quieren todavía mirar a América Latina a través de estereotipos, y sólo ven crisis, cocaína, coroneles y golpes. El Presidente Bush ve un Hemisferio de 800 millones de personas que se esfuerzan por tomar parte en un ideal americano más amplio. Así como nosotros terminamos con la gran división entre el este y el oeste librando y ganando la larga lucha crepuscular por la libertad que definió la Guerra Fría, esperamos superar la división norte-sur conectando los dos continentes mediante la libertad y la prosperidad.


El libre comercio en las Américas

En agosto del año pasado, el George Bush dijo, "Nuestra meta será llegar a acuerdos comerciales con todas las naciones de América Latina". Como los promotores de las ideas panamericanas de hace un siglo, el Presidente reconoce que el libre comercio es una idea que está ligada a otras convicciones. Como lo ha explicado, "La libertad económica crea hábitos de libertad y los hábitos de libertad crean expectativas de democracia".

El Área de Libre Comercio de las Américas ofrece un marco estructural para la administración de la estrategia hemisférica. Al conformarse, esta Área será el mayor mercado libre del mundo.

En los primeros 100 días de la Administración, hemos logrado progresar para que la idea de un ALCA se convierta en realidad. En una reunión en Buenos Aires el mes pasado, trasformamos una conversación comercial en un mandato claro para zanjar diferencias en un texto de negociación que cubre nueve capítulos y unas 250 páginas. Acordamos hacer público el texto completo del borrador. Y establecimos un calendario de negociación detallado que empieza esta semana y conduce a otro examen ministerial dentro de 18 meses.

En la Cumbre de las Américas de la Ciudad de Quebec, los 34 jefes de estado firmaron una declaración que los compromete a concluir las negociaciones del ALCA a más tardar en enero de 2005. Estados Unidos se ha comprometido a trabajar con otros para adelantar esa fecha límite.

El punto focal del libre comercio coincidió con un compromiso inequívoco de apoyar la democracia. Para una región que fue cuna de la estricta doctrina Calvo de no interferencia por parte de otros estados en los asuntos internos de un país, esta cláusula de democracia es un signo sorprendente de una nueva visión política en el Hemisferio.

Mientras persigue, a través del ALCA, el libre comercio regional, la Administración Bush negocia también un acuerdo de libre comercio con Chile. En una visita a Santiago el mes pasado, me reuní con el Presidente Lagos y otros altos funcionarios gubernamentales y legislativos, así como con representantes empresariales, laborales y grupos ambientalistas. Yo quería que Chile supiera que la Administración Bush procede con seriedad acerca del acuerdo de libre comercio; punto que el Presidente Bush y el Presidente Lagos recalcaron cuando anunciaron su meta de completar las negociaciones a más tardar a fines de este año.

El acuerdo de libre comercio estadounidense-chileno enviará también una señal a las naciones de América Latina y al resto del mundo: Estados Unidos recompensará a quienes se desempeñen bien. Chile, por ejemplo, ha estado a la vanguardia de las naciones latinoamericanas en cuanto a la liberalización comercial, mientras le daba al mundo un ejemplo de un pueblo libre que recupera su democracia y hace la transición a una economía madura, desarrollada.

Líderes de muchas otras naciones nos han dicho ahora que quieren buscar acuerdos de libre comercio con Estados Unidos. Consideraremos seriamente cada una de estas propuestas, mientras nos concentramos en el ALCA. Al movernos en múltiples frentes, podemos crear una competencia de liberalización que promoverá los mercados abiertos en nuestro Hemisferio y en todo el mundo.


El ejemplo del NAFTA

El libre comercio hemisférico se basará en el éxito impresionante del NAFTA. Durante siete años, sólo los críticos del NAFTA han venido argumentando en su contra equivocadamente. Ese momento ha pasado. El NAFTA ha ayudado a crear una nueva comunidad de prosperidad, democracia y esperanza en América del Norte.

Comencemos con lo que el NAFTA y el comercio abierto han significado para la familia estadounidense promedio. Estos son cálculos conservadores: el NAFTA y la Ronda Uruguay han tenido como resultado ingresos más altos y precios más bajos en mercancías, beneficios que llegan a entre US$1.300 y US$2.000 anuales para una familia de cuatro personas. Eso es verdadero dinero para agricultores, enfermeras, maestros, policías y trabajadores de oficina, no beneficios económicos para ejecutivos empresariales. Las barreras comerciales perjudican a las familias. Cuando se restringe el comercio, los padres y madres que trabajan con empeño destinan la mayor parte de su salario a pagar los costos más elevados de alimentos, ropa y electrodomésticos que se aplican a través de los impuestos al comercio.

Estos hechos en relación con las familias se reflejan también en beneficios para las naciones. Cuando el Congreso aprobó el NAFTA en 1993, el comercio entre Estados Unidos y México totalizaba US$81.000 millones. El año pasado, nuestro comercio alcanzó los US$247.000 millones, cerca de medio millón de dólares por minuto. Las exportaciones estadounidenses a nuestros socios del NAFTA aumentaron 104% entre 1993 y 2000; el comercio de Estados Unidos con el resto del mundo creció sólo a la mitad de esa velocidad. Estados Unidos exporta ahora aproximadamente la misma cantidad de bienes y servicios a Canadá (US$179.000 millones) que a Europa (US%187.000 millones).

En los cinco años después de la entrada en vigencia del NAFTA, el empleo creció un 22% en México y generó 2'200.000 empleos. En Canadá, el empleo creció un 10% y generó 1'300.000 de empleos. Y en Estados Unidos, el empleo creció más del 7% y generó alrededor de 13 millones de empleos.

El NAFTA ayudó también a minimizar el daño a largo plazo de la crisis del peso mexicano entre 1994 y 1995. Luego de la crisis del peso en 1982, México necesitó siete años para poder hacer préstamos otra vez en los mercados financieros internacionales; con el NAFTA, necesitó apenas siete meses. Esto recuperación acelerada benefició también a Estados Unidos. Luego de la crisis de 1982, a las exportaciones estadounidenses a México les costó siete años alcanzar los niveles anteriores a la crisis. Luego de la crisis de 1994 a 1995, les costó 17 meses. Aun con la crisis financiera, el PIB per cápita de México aumentó 8,3% entre 1993 y 1999.

Más aún, el NAFTA fue siempre mucho más que comercio. Fue una clave de la trasformación política de un México que se moderniza. No es una coincidencia que después de la entrada en vigencia del NAFTA, México, eligiera al primer presidente de las filas de la oposición desde la Revolución. En los últimos cinco años han proliferado en México los organismos no-gubernamentales y la prensa verdaderamente independiente.

El crecimiento económico y la apertura política serán también precursores de las mejoras ambientales. El Instituto de Economía Internacional ha informado que, sin el NAFTA, el Gobierno mexicano habría tenido menos incentivos para aprobar legislación ambiental o mejorar las iniciativas para aplicarla. Lejos de acicatear una "carrera hacia abajo", el NAFTA ha hecho que las normas ambientales aumenten en México y les ha dado nuevos poderes a las instituciones de vigilancia y protección ambiental.


Objetivos hemisféricos e intereses estadounidenses

El éxito del NAFTA subraya la importancia de expandir el libre comercio por todo el Hemisferio. Hoy Estados Unidos exporta más a México que a Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia combinados. A medida que América Latina crece, Estados Unidos se beneficia.

Mi convicción de que la continua vitalidad de Estados Unidos está ligada al éxito de sus vecinos hemisféricos, la sustenta una lógica estratégica más amplia. En el siglo XIX, muchos países fuertes querían vecinos débiles para dominarlos. En el siglo XXI, los países fuertes de beneficiarán de vecinos democráticos saludables, prósperos y confiados. Los vecinos que sufren perturbaciones exportan problemas como la inmigración ilegal, el daño ambiental, el crimen, los narcóticos y la violencia. Los vecinos saludables crean regiones más fuertes mediante la integración económica y la cooperación política.

Si las Américas son fuertes, Estados Unidos estará en mejores condiciones de ir en pos de sus objetivos en todo el mundo. Pero si nuestro Hemisferio se perturba, viviremos preocupados en nuestro país y en inferioridad de condiciones en el extranjero.

Con todo el progreso logrado en América Latina en la última década, en toda la región muchos gobiernos elegidos luchan todavía por mostrarles resultados a sus ciudadanos. Son demasiados los que no satisfacen sus necesidades básicas de salud y seguridad. Sólo uno de cada tres niños latinoamericanos asiste a la escuela secundaria. Y, en algunos países, la corrupción erosiona la fe cívica y socava la confianza en el sistema económico.

La liberalización del comercio ofrece beneficios económicos tangibles y ayuda política igualmente importante. Provee incentivos y recompensas a los gobiernos que emprenden reformas económicas difíciles. Envía también a los inversionistas potenciales una señal valiosa, una señal de confianza, de que las naciones de América Latina han acordado observar las reglas comunes que rigen el comercio, para crear un verdadero mercado hemisférico. Los acuerdos comerciales como el NAFTA y el ALCA promueven el buen gobierno al crear obligaciones de trasparencia en el gobierno y de adhesión al imperio del derecho.

Hay en el comercio un componente de seguridad. El Presidente Pastrana, de Colombia, ha dicho que una manera de oponerse a los traficantes de drogas en su país sería que el Congreso de Estados Unidos renovara la Ley de Preferencias Arancelarias Andina, que vence en diciembre. La renovación, dice, estimularía la creación de empleos y disminuiría el atractivo del comercio de drogas.

De modo similar, el comercio fomenta la cooperación política. En los años 80, Brasil y Argentina desarrollaban potenciales nucleares. Ambos países abandonaron esas ambiciones a medida que establecían vínculos económicos más estrechos con Estados Unidos y Europa. De hecho, hemos visto en toda América Latina que la creciente integración económica ha conducido a una disminución de las viejas sospechas y tensiones regionales, ya sea entre Chile y Argentina o entre Perú y Ecuador.

El comercio estimula también a la educación. A medida que la gente inicia empresas y las compañías extranjeras invierten su capital, aumentan las normas educativas para cubrir las demandas de la nueva economía. Esa economía demanda alfabetización, mano de obra diestra y habilidades en contabilidad, ingeniería y tecnología. El crecimiento, a su vez, les da a las sociedades los medios para ayudar a la siguiente generación a alcanzar una prosperidad todavía mayor.

Podemos dar ciertos pasos para demostrar que el comercio apoya las normas laborales y la protección ambiental. Pero la clave, en particular en los países en vías de desarrollo, es el crecimiento económico. Y la mejor manera de crear apoyo duradero en favor de ambiente y de mejores normas laborales es permitirles a los grupos que los apoyan echar raíces. Si los países en vías de desarrollo consideran que estos problemas son un precio que tienen que pagar y que les imponen los países ricos, estas causas no conseguirán apoyo amplio.

Todos estos temas tienen especial relevancia en relación con el país más grande de América Latina: Brasil. En los últimos 10 o 15 años ha demostrado un progreso extraordinario, pasando de la crisis de la deuda, la hiperinflación y una economía aislada, a un sistema de mercado creciente, más abierto, con inflación controlada. El Presidente Cardoso y el ministro Lafer han demostrado gran valentía al llevar a Brasil hasta estas nuevas realidades económicas.

Por supuesto, depende de Brasil decidir si quiere actuar en el escenario mundial como un líder en la conformación de las nuevas realidades mundiales, políticas y económicas del siglo XXI, o si prefiere concentrarse en seguir siendo la fuerza principal en un mercado regional. Veo señales que indican que Brasil quiere ser un actor a nivel mundial. Una encuesta reciente de la firma consultora AT Kearney entre las principales mil compañías del mundo, encontró que Brasil es el tercer destino mundial de la inversión directa, por su atractivo. A partir del otoño de 2002, Brasil y Estados Unidos encabezarán el proceso de negociación del ALCA, y pronto emprenderemos un proceso bilateral de consultas sobre comercio e inversión.

Pero el reto que enfrenta Brasil es el reto que enfrentan cada una de nuestras naciones: librar la batalla de las ideas, defender la idea de que el comercio beneficia a todos nuestros ciudadanos y aprovechar esta oportunidad.


Los retos dentro de Estados Unidos

Estados Unidos debe trabajar internamente para abrir el camino hacia una nueva era de libertad, prosperidad y seguridad hemisféricas. En particular, el Presidente necesita que el Congreso apruebe la autorización para promoción comercial de Estados Unidos a más tardar a fines de este año, para que podamos avanzar con nuestras negociaciones comerciales. En ausencia de esa autorización, otros países se mostrarán renuentes a cerrar acuerdos complejos y políticamente delicados.

En ausencia del proceso de la autorización para promoción comercial, la rama ejecutiva se verá obligada por ley, a consultar detalladamente con miembros del Congreso a cada paso mientras se negocia un acuerdo. Nos proponemos tratar con el mayor respeto este proceso de consulta. Pero una vez que se complete ese largo y exhaustivo proceso de consultas y las trabajosas negociaciones con nuestros socios comerciales hayan terminado en un acuerdo, nuestros socios comerciales tienen derecho de saber que el Congreso votará para rechazar o aprobar el acuerdo, que no será necesario comenzar un proceso de negociación totalmente nuevo que deshará todos los compromisos y concesiones recíprocas que se han negociado.

En ausencia de la autorización para promoción comercial, otros países habrán seguido adelante con acuerdos comerciales, mientras Estados Unidos se habrá quedado estancado. La Unión Europea tiene acuerdos de libre comercio o de aduanas con 27 países, y 20 de estos acuerdos se han firmado desde 1990. Más aún, la Unión Europea sigue adelante con otros 15 acuerdos. De los 130 acuerdos de libre comercio que están en vigor en todo el mundo, Estados Unidos es parte de sólo dos de ellos.

Mientras la política comercial de Estados Unidos se ha movido a la deriva, nuestros socios del NAFTA han ido avanzando. No podemos culpar de esto a nadie más que a nosotros mismos. Y debemos pagar por nuestra demora. Por ejemplo, Chile tiene ahora acuerdos de libre comercio con Canadá, México, Ecuador y los países del Mercado Común Centroamericano. Como resultado de esta actividad comercial, las empresas estadounidenses van perdiendo su porción del mercado. Los productores estadounidenses de trigo y papas, por ejemplo, ahora pierden mercados en Chile ante las exportaciones canadienses.

Estados Unidos necesita volver a incorporarse al juego comercial. Bajo el liderazgo del Presidente Bush, Estados Unidos vuelve al sitio comercial adecuado: al centro, no en los costados.

Hoy, cuando contemplo a las Américas, veo un propósito impulsador: una convicción en la democracia y la libertad, y un nuevo descubrimiento de la visión que motivó a aquellos que convocaron al primer Congreso Panamericano hace más de 100 años.

Nuestra meta debe ser la de crear una comunidad hemisférica desde la base, que se acomode al mundo descentralizado pero globalizado y unido por sistemas de comunicación. Esta nueva comunidad de democracias haría hincapié en el sector privado, las organizaciones no-gubernamentales, los mercados y la capacidad de los grupos privados de organizarse y superar los problemas. Debe quedar anclada en un conjunto común de valores esenciales.

Todos somos parte de un Hemisferio nuevo e incluyente. Esta esperanza hemisférica creará un segundo siglo americano; pero esta vez será un siglo para todas las Américas.



Washington, D.C.
7 de mayo de 2001