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  Actualizada: 21/VII/03

Nuestro credo: libre comercio y competitividad

Robert B. Zoellick, Representante Comercial de Estados Unidos

Traducción extraoficial de una artículo publicado el 10 de julio de 2003 en el diario The Washington Journal.
Es del dominio público; no hay restricciones para su reimpresión.


A comienzos de septiembre próximo, representantes de los 146 países que integran la Organización Mundial de Comercio (OMC) se reunirán en Cancún para decidir el curso de las negociaciones mundiales de comercio. Actualmente, parece que la reunión destacará más las divergencias que los acuerdos. Un observador preocupado, Jagdish Bhagwati, profesor de la Universidad de Columbia y miembro del Consejo de Relaciones Exteriores, escribió hace poco en estas mismas páginas que Estados Unidos debe responder a ese riesgo prescindiendo de los esfuerzos realizados previamente para abrir los mercados. Esto debilitaría nuestra posición ante la OMC y sería renunciar a los beneficios que se obtendrían del avance del libre comercio en múltiples frentes.

El renovado vigor de la Administración Bush para estimular el libre comercio al nivel mundial, regional, y con países individuales ha generado un impulso que fortalece la influencia de Estados Unidos. Es un poco curioso leer las críticas que se hacen a este gobierno por negociar demasiados acuerdos para promover el crecimiento económico, el desarrollo y el estado de derecho.

La estrategia del Presidente Bush ya ha dado resultados. Tras un período de ocho años, el Congreso reinstauró la autorización para la promoción comercial para el ejecutivo, demostrando su compromiso mancomunado con las nuevas negociaciones mundiales de comercio. De manera simultánea, Estados Unidos ayudó a lanzar estas negociaciones en Doha, en 2001, revirtiendo la debacle previa de Seattle. Y, después de más de 15 años de negociaciones, completamos los esfuerzos que estaban estancados para llevar a China y Taiwán a la OMC, abriendo posibilidades para las empresas y agricultores estadounidenses.

Para Estados Unidos, así como para la Unión Europea, es esencial impulsar la agenda comercial y de desarrollo de Doha. Esa es la razón por la cual Estados Unidos ha desafiado a nuestros socios de la OMC a ver esta negociación como una oportunidad única, que se presenta una sola vez por generación. Hemos propuesto eliminar todos los aranceles sobre productos manufacturados para el año 2015. Para el sector agrícola, Estados Unidos ha propuesto eliminar los subsidios a las exportaciones, reduciendo US$100 millardos de los subsidios internos, que distorsionan la producción y el comercio, y reduciendo radicalmente los aranceles a cifras no superiores al 25%, lo que disminuiría el promedio de EE.UU. a un 5%. Estados Unidos también ha presionado para que se abran los mercados de servicios que, según los cáculos del Banco Mundial, podrían agregar US$900 millardos al año, tan solo a las economías en vías de desarrollo.

Ahora que la Unión Europea ha decidido modificar su política agrícola comunitaria, los exhortamos a plasmar sus cambios internos en propuestas internacionales audaces. También nos interesa que Japón asuma un papel de liderazgo, ya que ha recibido tantos beneficios del sistema comercial internacional. Para lograr un resultado exitoso, todos los miembros de la OMC deben poseer un sentido de responsabilidad mutua con el que reconozcan la necesidad de proporcionar un trato especial a los más pobres y vulnerables. Algunos argumentan que no es necesario que los países en vías de desarrollo reduzcan sus barreras comerciales, aún cuando el 70% de los aranceles pagados por los países en vías de desarrollo están dirigidos a otros países en similares condiciones. Aún así, las barreras de los países en vías de desarrollo protegen a unos pocos privilegiados con los precios pagados por consumidores pobres. La influencia de la OMC se verá menguada si apoya una nueva "teoría de la dependencia" para el comercio, que culpe a los países desarrollados sin que siquiera se intente una remoción gradual de las barreras comerciales de las economías en vías de desarrollo.

Entonces, ¿qué debe hacer Estados Unidos si otras naciones deciden escoger el proteccionismo en vez del libre comercio? Con los procedimientos de la OMC, una nación puede bloquear el progreso. Permitir que un sólo país tenga la capacidad de vetar los esfuerzos de Estados Unidos para impulsar el libre comercio mundial sería un error grave. Nuestra estrategia se basa en un concepto que cualquier profesor de economía puede apreciar: la competitividad. Si algunos países se esconden detrás de la falsa seguridad del proteccionismo, entonces Estados Unidos trabajará con aquellos que creen que la verdadera fortaleza económica se alcanza con la apertura. La estrategia es simple, Estados Unidos estimula la competencia en la liberalización. A raíz de las consecuencias desastrosas del proteccionismo en los años 30, el Secretario de Estado estadounidense Cordell Hull utilizó esta lógica para reducir los aranceles e impulsar el establecimiento de normas de comercio mundiales al negociar 32 acuerdos bilaterales.

Esa es la razón por la cual Estados Unidos ha impulsado una cartera de acuerdos de libre comercio, haciendo al mismo tiempo todo lo posible para que las negociaciones de la OMC resulten exitosas. Nuestros acuerdos de libre comercio alientan a los reformistas (muchos de ellos en democracias frágiles) en América Latina, Africa, Medio Oriente, y la región de Asia-Pacífico. Estos socios se han trasformado en algunos de los principales impulsores del comercio libre en la OMC.

Los acuerdos de comercio libre de Estados Unidos abren nuevas vías; establecen prototipos para liberalizar áreas como los servicios, el comercio electrónico, la propiedad intelectual para sociedades del conocimiento, la trasparencia en las reglamentaciones gubernamentales y una mejor aplicación de las normas laborales y ambientales. Debido a las nuevas dimensiones de la globalización, necesitamos demostrar que las reglas comerciales se pueden adaptar para cumplir con los nuevos requisitos y circunstancias. Nuestros acuerdos de libre comercio también presentan un campo de juego más justo para las empresas estadounidenses debido a que otros, especialmente la Unión Europea, negociaron una variedad de acuerdos durante los años 90, mientras que Estados Unidos se mantuvo al margen. Los comités de la Cámara de Representantes y del Senado considerarán esta semana la legislación para aplicar nuestros vanguardistas acuerdos de libre comercio con Singapur y Chile.

Nuestras negociaciones de libre comercio con América Central y la Unión Aduanera de Africa del Sur están ayudando a los países en vías de desarrollo a beneficiarse de la integración regional y de los lazos económicos más estrechos con Estados Unidos. Esperamos que otros acuerdos de Estados Unidos con, por ejemplo, Jordania, Marruecos y Bahrein, sirvan de modelo para sus vecinos que necesitan abrir sus mercados.

La estrategia de la Administración Bush también reconoce que la Constitución de Estados Unidos concede al Congreso el poder de reglamentar el comercio. Durante la última ronda mundial de negociaciones comerciales, que duró siete años, cuando el ejecutivo no pudo impulsar iniciativas de libre comercio, los proteccionistas se deleitaron ocupando el vacío. En el comercio, como en la política, no se puede ganar sin los instrumentos necesarios.

Durante muchos años, grupos de estudio en el Consejo de Relaciones Exteriores han exhortado al gobierno estadounidense a hacer que sus políticas externa y económica se sustenten mutuamente. Ahora cuando el Presidente Bush sigue efectivamente esa propuesta para impulsar el crecimiento y el desarrollo, abrir mercados para los trabajadores y los agricultores estadounidenses, promover la libertad económica y política, y construir bases económicas que forjen lazos de seguridad más sólidos, parece que algunos estudiosos están pidiendo el retorno a las políticas comerciales parroquianas de un solo foro.

En Cancún haremos lo mejor que podamos para mantener el curso de las negociaciones de la Ronda de Doha. Pero si otros vacilan, la Administración Bush continuará negociando a favor del libre comercio para crear empleo, mantener competitivo a Estados Unidos y crear oportunidades para los reformistas modernizadores del mundo.



Washington, D.C.
10 de julio de 2003